Llevo tanto tiempo señalándolo que podría darme por agotado. Si las ideologías son psicológicamente tan necesarias, si nos sostienen para afrontar la dura lucha diaria, al menos hay que reconocerles esa virtud. Los psicólogos saben lo que nos gusta disponer de ‘casilleros’ donde todo pueda quedar (aparentemente) bajo control. Como ejemplo más elemental, eso de izquierda, izquierda extrema, derecha, ultraderecha….O ese fantástico comodín: todo el que piensa distinto que nosotros es ‘fascista’. Este último latiguillo lo tenemos a la mano, fácil e irrebatible, porque lo cierto es que al Sistema dominante la denominación ‘fascista’ le va como un plástico guante, forzando apenas el latex para que entre.
En realidad, el fascismo original tiene poco que ver. Pero le ocurre algo parecido a lo del marxismo: que casi nadie acude a ‘las fuentes’ y que, cuando apelamos a ellas, llevamos al ánimo predispuesto, también, a que el guante se pueda estirar un poco. A las corrientes marxistas, por ejemplo, les dejamos la excepción de olvidarse del respeto a la democracia porque la mayoría de ellas rechazan los limites ‘burgueses’. Marx admitió que el socialismo podía nacer de una democracia burguesa, aunque ésta no fuera su ‘habitat’ natural. Claro que, una vez iniciado un proceso revolucionario, éste no se va a detener frente a una barricada de urnas. La idea de la soberanía popular se va perdiendo por el camino pero allí quedaría, al menos en teoría, una minoría vanguardista haciendo de ‘guía’.
Cuando se apela al fascismo original nos encontramos con un partido nacionalista que también nos habla de ‘socialismo’ pero que a poco andar termina dependiendo de una poderosa burguesía expansionista que quiere convertir al mundo entero en su ‘cuota’ de mercado. El poder se concentra en esa burguesía que pretende –y a veces lo logra– asociar a las masas con esa ‘empresa’ imperial. Detrás del fascismo siempre hay una burguesía dominante.
Por eso resulta aburdo asociar con esos procesos a cualquier propuesta periférica de dominación: si solo hay rivalidades territoriales o ‘guerras’ por apoderarse de materias primas está faltando el ingrediente principal: una burguesía dominante, imperialista, un poder económico que se expande. Ni Pinochet ni los militares asesinos de Egipto, ni la derecha ‘extrema’ de algunos países del Este europeo…ni tantos otros, son, en rigor, ‘fascistas’. Son autocracias, tiranías, dictaduras sanguinarias, pero no ‘fascistas’.
Es cierto que cualquier movimiento represivo y expansivo, va ganando nuestros insultos; y cuando nos parece que ningún adjetivo es suficiente, viene la tentación de llamarlos ‘fascistas’ como descalificación total.
Pero el verdadero peligro ‘fascista’ está en el Sistema mismo. Ese poder planetario que parece haberse escapado de las manos de la propia burguesía, desarrollando una trama mafiosa que cada vez controla mayores cuotas de poder, que asocia los intereses económicos con los políticos y tiene a su servicio un doble mecanismo de dominación: el militar, con un poder destructivo siempre creciente, y el de manipulación, contando con un espionaje a escala también planetaria. Puede haber –hay– disputas de poder y una de ellas, quizás la principal, puede ponerse en evidencia con el proceso electoral norteamericano: candidatos inesperados, como Trump, pueden estar anunciando que la burguesía de Estados Unidos quiere recuperar resortes de poder que siente en peligro.
Ese poder omnímodo acopiado por Occidente está aplastando los restos de una aparente autonomía europea, en parte condicionada ahora por la resurrección del viejo proyecto de Gorbachov de la ‘Casa común’ que abarque hasta los Urales. ¿Habrá que dar, entonces, una cuota del negocio a la Rusia de Putin? Por eso no me creo que la señora Le Pen sea ‘el peligro’, o que el mayor protagonismo de Rusia o de China representen un ‘recorte’ al poder de Occidente. Cuando Sarkozy o Hollande nos señalan a Le Pen para meternos miedo nos surge la imagen del actual presidente bombardeando al pueblo sirio… ¿No es esa una muestra viva del salvajismo de la mafia gobernante, con Hollande o con Le Pen? ¡Ah! …¿que Hollande es ‘socialista’! Dejémonos de bromas… ¿Fascismo, socialismo, izquierdas, derechas…? Si es cierto que entre los mafiosos que gobiernan hay matices, incluso peleas… son un teatro de títeres para que estemos distraídos, jugando con nuestras etiquetas y con viejas consignas que nos hacen sentir cómodos en un mundo al que cada vez entendemos menos.