Muchos se frotan las manos por los tropiezos de Argentina y Brasil pero no son esas las mayores promesas de cambio. La cuestión principal está, sin embargo, en las estratégicas bases militares norteamericanas vigilándolo todo
El complicado sistema de votaciones argentino finalmente va a producir un cambio de gobierno que implica, en realidad, un cambio de régimen. Los enemigos de los cambios, preocupados por las transformaciones que se están operando en América Latina, suspiran aliviados ante la posibilidad cierta de que termine la llamada ‘Era K’ (Kirchner). En los últimos tiempos han disfrutado también con las dificultades que está pasando Brasil. Y sin embargo, ni Brasil ni Argentina están liderando un cambio en profundidad que sí puede observarse en Ecuador o Bolivia, donde la ‘promesa’ de un nuevo camino se ha concretado más.
De todas maneras, si se quiere hacer un balance de este ‘nuevo camino’ habría que hacer varias salvedades. Para cualquier proyecto de cambio es un serio inconveniente que se esté debilitando tanto el proyecto de Hugo Chávez en Venezuela, donde los sucesores del difunto caudillo no han logrado superar los obstáculos, sino, al contrario, parecen destinados a encontrar constantemente nuevas dificultades. Muchos escollos aparecen constantemente en la sinuosa andadura de todos estos procesos de cambio. Escollos que nacen de la enorme dificultad de querer conciliar las ‘formas’ de la democracia liberal –las urnas y sus a veces veleidosos veredictos, los medios de comunicación y su poderosa artillería anticambio– con los proyectos revolucionarios. En Latinoamérica la revolución necesaria supone una vuelta de campana. Y el marco de la democracia parlamentaria solo suele prestarse a modestas reformas. La democracia es, en esencia, la soberanía popular… pero… ¿cómo reconocerla?… ¿cómo respetarla?
Muchos creen que estas revoluciones latinoamericanas, a medio hacer, siguen el ‘modelo cubano’. Digan lo que digan, en la realidad están muy alejadas de ese modelo porque el castrismo no pudo romper con el monocultivo de Cuba, el primer gran paso revolucionario propiciado por el Che Guevara y que nunca se pudo dar. La revolución cubana es reverenciada en toda América Latina pero no como modelo económico sino como símbolo de la resistencia y la lucha contra el dominio yanqui, que ha ahogado el desarrollo de todos estos países. Como modelo político tampoco pudo hacer escuela. Para oponerse a la democracia liberal (las urnas que se hacen un selfie cada tantos años) nunca supo levantar un modelo participativo ‘desde abajo’ porque no contó realmente con los cubanos, aunque estos tuvieron una paciencia y un orgullo nacional tan fuerte que permitieron al castrismo sobrevivir durante bastante más de medio siglo. Los cubanos se empecinaron con su gran consigna: «Patria o Muerte… ‘Venceremos’».
Frente al camino abierto por la isla caribeña, en medio de la ‘selva’ de trampas, golpes sangrientos y persecuciones feroces a cualquier resistencia, hubo un gran reacomodamiento político: las fuerzas populares impulsaron procesos de cambio (en Argentina, Chile, Perú, Panamá, México…) que trataron de eludir –y no siempre lo consiguieron– los choques directos con el imperio… y el imperio levantó unos poderosos centros de poder militar por todo el subcontinente, con puntos principales reforzados y anillos de poder alrededor de las zonas potencialmente más conflictivas. De modo que Latinoamérica es hoy una región de experimentos liberadores variados pero rodeados de un moderno y poderoso ejército imperial que es como una gran dotación de carceleros que está siempre en guardia.
Argentina optó por un camino moderado con gestos simbólicos de autonomía pero sin grandes desobediencias… Quienes viven obsesionados con la búsqueda de izquierdas y derechas podrían encontrar que ‘los k’ venían de la ‘izquierda peronista’ y que, sin embargo, a su presunto heredero, Scioli , gobernador de la poderosa provincia de Buenos Aires, podrían ubicarlo, siguiendo los mapas europeos… ¿en el ‘centro derecha’? Pero los partidos menores definidamente izquierdistas rechazarían ser puestos junto a Cristina K. y a la derecha pura y dura (Macri y su mafia) no le gustaría la vecindad ‘ideológica’ de Scioli… En fin, lo de siempre: los ideólogos buscando ideología y la realidad buscando atajos para intentar un futuro mejor, algo que no suele verse fluida y diáfanamente… Los ideólogos siempre encuentran ideología, porque es su trabajo… así como el de los rabdomantes es hallar vetas de agua… pero la gente busca realidades concretas y cada vez es más difícil que les crea a los políticos. Ni siquiera a los que se presentan como ‘de los suyos’… Y la incredulidad de la gente se paga con votos.