Se está dando la cruel paradoja de que es la izquierda histórica la que suma, a su larga hilera de errores, el estar dando la puntilla al proyecto de Podemos. Hablan los medios de la ‘ruptura’ de negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida y mantienen el ‘retrato’ que ya es ‘oficial’ de Alberto Garzón como el ‘chico bueno’ que una y otra vez golpea inútilmente a la puerta del ‘chico malo’, Pablo Iglesias.
Lo primero que salta a la vista es que esa escena la hemos visto una cuantas veces, en vídeos, en informativos, en entrevistas…. Siempre el mismo diálogo, siempre los mismos roles del bueno y el malo. Llega un momento en que uno se pregunta cómo pueden haber hablado tantas veces de lo mismo y haberse planteado, una vez más, las mismas preguntas y las mismas respuestas. También llama la atención cuánto espacio/tiempo dedicado al mismo tema y cuánto interés de todos los medios por impulsar esa unión ‘de la izquierda’, que –aseguran– sumará un puñado de diputados más. ¿Por qué gusta tanto a los medios la unión de las izquierdas? ¿Por qué gusta casi tanto o como los avances de Ciudadanos que, de un modo casi milagroso, crece sin que decrezca mucho el bipartidismo. ¿Será que el decaimiento de Podemos está dando, finalmente, sus frutos y el PP junto al PSOE vuelven a sumar, en conjunto, alrededor del 50% del electorado?
Por mucho que sea un caso especialísimo de polarización, las elecciones en Cataluña mostraron otro signo de debilidad de Podemos. Y allí se vio que la alcaldesa, Ada Colau, y algunos de sus colaboradores, no solo ponían distancia con Podemos sino que en algún caso parecían más cercanos a la CUT catalana, una propuesta tanto o más radical que la de Pablo Iglesias pero ‘soberanista’.
Visto con perspectiva, el dibujo de todo este largo proceso pre electoral deja ver clarísimamente el cerco a Podemos. Con las alcaldesas de Madrid y Barcelona se operó una discriminación bastante sutil: de una parte, teñirlas de radicalidad y dar espacio a cualquier crítica… pero de otra parte, vista la popularidad marcada por las encuestas, mostrar que eran algo diferente de Podemos… El pacto con los podemitas les daba aire ‘extremista’ pero a cada paso se marcaba su carácter de amplia alianza en la que Podemos solo era ‘uno más’.
Por otra parte casi no se hablaba de otros posibles aliados de Podemos (MES, en Baleares, las mareas en Galicia, Compromis en Valencia), salvo para marcar conflictos internos y posibles fracasos de los proyectos de acuerdos electorales.
Resultó insólito, ya digo, que la puntilla a ese trabajo de desprestigio y desgaste lo pusieran Garzón e Izquierda Unida con el martilleo sin descanso de la propuesta de pacto y los afilados lápices sacando la cuenta de los imaginarios escaños perdidos. Casi todos los días, durante meses aparecían Garzón y sus socios golpeando a las puertas que (como todos sabíamos) no se iban a abrir. Hubiera sido un acto de caridad cristiana (o de compasión por un persistente Testigo de Jehová). Con esa insistencia religiosa se cumplía la consigna de acosar… ¡y se completaba el cerco ya protagonizado por los medios de comunicación, con portavoces más sutiles que los Inda (y similares)… los en sus perros de presa televisivos.
Muchos de los centenares de miles de militantes que ha convocado Podemos tras sus propuestas siguen confiando en la recuperación. Pero es verdad que esa carrera arrolladora del principio se ha ralentizado; es verdad también que la moral de victoria no tiene la fuerza del comienzo; y que la imagen de Iglesias ha sufrido un fuerte desgaste… Es difícil contrarrestar un plan tan meticuloso y bien orquestado.
Si para Iglesias las cosas no son fáciles, para Mariano Rajoy hay un camino de recuperación totalmente a la mano; un programa de un único punto que le permitiría un contra-ataque espectacular: asumir personalmente la lucha contra la corrupción; salir a la palestra y empezar, por ejemplo, por retirar la nueva ley de enjuiciamiento criminal…esa que es tan brutal que la ha criticado hasta Consuelo Madrigal, la fiscal general del Estado nombrada por el Partido Popular. La nueva ley establece plazos de 6 meses para los procedimientos; antes de cumplirse el instructor, a instancias del fiscal (no por cuenta propia) y escuchadas las partes, podrá ampliar el plazo a 18 meses declarando ‘compleja’ la instrucción. ¡Ese es el tiempo máximo! Se está buscando directamente la impunidad en los grandes casos de corrupción. Si Mariano Rajoy se convirtiera en el gran enemigo de sí mismo… si saliera a luchar contra los gigantes de la corrupción… ¡sería imbatible! La gran causa sería «Rajoy contra Rajoy».