¿Cómo inyectar ética?

4 Ago

No estamos hablando de Rajoy ni del PSOE ni discutiendo si los ladrones son 40, 400 o 4.000… hablamos de la creación de robots asesinos, que preocupa enormemente a los científicos

A veces (¿o siempre?) la vida es una cuestión de prioridades, una bifurcación del camino que nos obliga a elegir, generalmente sin vuelta atrás. De ahí que sea tan importante, para las personas como para los pueblos, el derecho a decidir. Si nos lo quitan nos niegan esa libertad elemental de elegir cuál camino tomamos. Borges hablaba del «jardín de los senderos que se bifurcan»… la vida parece una sucesión de senderos que se bifurcan. La mayor complicación está en esos cruces donde no se nos ofrecen dos posibilidades, sino un montón. Lo que en general hacemos es «simplificar». Al descartar variantes probablemente las seleccionemos buscando las que no nos cierran del todo otras opciones… No nos gusta nada decir «de esta agua no beberé», tal vez porque la experiencia nos enseña que podemos volver a encontrarnos con algo que parecía desechado.

Imaginemos un activista que se debate entre dedicar su energía a luchar contra el maltrato animal o apuntarse a una organización pacifista. ¿Deberá dejar de lado o postergar la defensa del Planeta? ¿Tendrá que poner en segundo plano su preocupación por salvar a esa mujer que quieren lapidar? ¿Y qué hará respecto a la persecución de los expoliados pueblos indígenas?

Los ejemplos pueden multiplicarse. A veces porque atienden a distintas urgencias. Unos nos parecen más cercanos. O creemos que determinadas causas ofrecen perspectivas de éxito en tanto otras nos resultan demasiado utópicas.

Obviamente, la suerte del Planeta nos incumbe a todos y parece abarcar todas las demás. Si destruimos el Planeta… ¿a cuáles pueblos primitivos o especies de animales podríamos salvar? ¿A cuales pueblos sobreexplotados o sectores caídos en la llamada  «exclusión social» podríamos ayudar?

Pero hay muchas maneras de enfocar nuestra preocupación o nuestra angustia. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el poder planetario, es decir los jefes de las mafias que nos gobiernan –mejor dicho, que nos someten a su poder– pudiera asesinar rápida y «anónimamente» a todas las personas que crean o impulsan focos de resistencia a sus imposiciones? ¿No sería también una trágica prioridad tratar de impedirlo?

Ojo, que no estamos hablando de drones teledirigidos que cometen «asesinatos selectivos» como los que viene utilizando tanto Israel como Estados Unidos desde hace algunos años, siempre con la «coartada ideológica» del «terrorismo». Estamos hablando de una perspectiva concreta, por mucho que parezca un relato de ciencia ficción. A veces ha parecido incluso que los dueños del poder han empleado la ciencia ficción como «guión» para sus terroríficos ensayos. Estamos hablando de Terminator, por ejemplo.

Peor aún: de ejércitos enteros de robots matando a sus enemigos…. tal vez otros ejércitos similares.

Más que de ciencia ficción estamos hablando de ciencia. Un congreso mundial de estudiosos de la inteligencia artificial se ha reunido en Buenos Aires y Toby Walsh, investigador de un centro de elite australiano dedicado a esta rama de la ciencia, ha sido uno de los promotores de una carta en la que  pide la prohibición inmediata de estos mortíferos e «invencibles aparatos». Dice Walsh que mañana puede ser tarde. La carta lleva ya la firma de 17.000 científicos, 2.500 de ellos especialistas en robótica. Cree Walsh que los terroristas no harán caso a prohibiciones pero si lo harán las empresas de armamentos, a las que ya se logró imponer la no fabricación de rayos láser que permitían dejar ciegos a los prisioneros. Aunque de China poco se sabe sí se sabe que Estados Unidos investiga activamente la creación de robots asesinos. No consumen nada, no sufren frío ni calor y «los podemos hacer tan pequeños que caben en cualquier parte». No hace falta que sean tan perfeccionados como Terminator. Su amenaza podría compararse con la bomba atómica pero no necesitan materias primas tan sofisticadas como uranio enriquecido. Comparándolos con la prohibición de los rayos laser cegadores, el peligro es mucho mayor porque con este tipo de robots se busca, una vez más, el objetivo de dominar el mundo entero de un modo rápido, barato y eficaz. No se trata de torturar a un prisionero sino del dominio total del planeta… No se trata del terrorismo monstruoso del Estado Islámico, sino de la monstruosa y universal sed de poder. «Sabemos cómo programarlos para que maten, pero no sabemos cómo introducir la ética en un robot», dice Walsh. Yo aún diría más: tampoco sabemos cómo «introducir», inducir, inyectar, ética en los propios seres humanos.

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