El poder de Occidente nace en el control de los mapas y de los nombres con que se identifican las regiones y zonas del planeta. Un relato falso sobre «Oriente Próximo»
En ocasiones la lectura de sesudos análisis sobre cualquier proceso político puede resultar alucinante. Nacen en esos presuntos centros de estudio o donde se «piensa» la realidad y a los que aparentemente acude el poder en busca de orientación. En algunos casos se trata de cátedras universitarias y en otros de unos centros debidamente subvencionados que se dedican a desmenuzar la realidad. Los grandes medios de comunicación acuden a unos y otros para dibujar una interpretación sobre el fenómeno de que se trate o para respaldar lo que un periodista nos va explicando. Muchas veces se acude a técnicas periodísticas: desgranar sorpresas, «encontrar» la parte «escondida» de la realidad o apuntar los focos de una manera diferente para desvelarnos lo que al parecer nadie veía. Y uno se queda flipando porque, puestos en realidad al servicio de una intención política, pueden pasar al lado de un dato fundamental, cerrando los ojos para no tomarlo en cuenta.
Como ejemplo paradigmático (se encuentra alguno cada día) podemos tomar la descripción de lo que está pasando en ese lugar que, contra toda lógica, se sigue llamando «Oriente Próximo»… ¿próximo de quién? ¿Oriente visto desde dónde? Desde Occidente, sin duda, sea con epicentro en Estados Unidos o en Europa. En detalles como ese o como continuar usando el mapamundi falsificador de la realidad, el de Mercator, sin ajustarlo a una representación más realista (sea el de Peters o una nueva versión) se aprecia dónde está el poder: en la minoría blanca que domina el mundo.
El análisis que comentábamos asegura que el acuerdo entre Estados Unidos e Irán «perfila un nuevo mapa de poder» en Oriente Próximo. Los dos «polos» en conflicto serían Irán y Arabia Saudí y se introduce, como siempre, el factor religioso como tema esencial: los chiíes de Irán chocan con los suníes de Arabia Saudí. Por lo visto, Irán ha renunciado a la bomba atómica, y permitirá inspecciones para que esta renuncia se pueda comprobar. ¿El tratado configura un nuevo perfil del poder? ¿O el mapa de poder estaba claramente trazado y lo que cambió es que Occidente ha querido contar con Irán para enfrentarse al Estado Islámico? ¿O tal vez para contrapesar a la propia Arabia Saudí, gran valedor de todas las monarquías medievales del Golfo, cuyas espaldas cuida con operaciones militares como la reciente y sangrienta invasión de Yemen?
Lo que está consolidando el perfil del poder de la región no es el acuerdo con Irán, sino la extensión del dominio por Washington de un enorme anillo que comienza en Marruecos y se completa con Egipto y que aísla a Gaza y Hezbolá (Líbano), donde subsisten debilitados los ahora únicos aliados de Irán.
Pensando en este cuadro, del que no se habla en ninguna de las referencias de estos analistas de alquiler, buscamos algún dato sobre el decisivo peso de Israel, verdadero gran poder militar de la región… pero no aparece: Israel está totalmente excluido del análisis. No figura. O sea que, si seguimos esta «condensación de pensamiento» del «extremo Occidente» tenemos que pensar que Israel no tiene mucho que ver con el nuevo perfil del «mapa del poder» en la zona.
Sin embargo, sospechamos que la posesión de la bomba atómica, negada a Irán por el tratado… ¡algún peso tendrá en el nuevo mapa del poder! Irán no tendrá la bomba pero sí la tienen tanto Israel como Pakistán y la India…y naturalmente también China. Excluido Israel y excluido el poder nuclear y sin mencionar la extensión del poder norteamericano sobre las ruinas de las primaveras árabes…¿cómo puede hablarse de un nuevo perfil del poder? Solo con la magia de estos pensadores seudo científicos sacando conejos de la galera y trabajando sin contar con las realidades más importantes, que … «nada por aquí, nada por allá»… han desaparecido de la vista.
Con este estilo, de este modo tan obviamente tramposo, se nos revuelven las noticias hasta sacar una interpretación inventada sobre una «realidad» inexistente.
Pero… ¿Qué se puede esperar de un «relato» en el que nos escamotean lo más importante, lo decisivo, lo que condiciona la torcida interpretación: que Occidente no es «el centro del mundo» como aparece en el mapamundi de Mercator, y que esta región es la de Asia Menor y el norte de África y no está próxima a ningún Oriente…porque el Oriente está según nos situemos en el planeta. Por mucho «nuevo perfil» que nos quieran contar, el poder está en manos de los que hacen los mapas y le ponen los nombres a cada trozo del globo terráqueo.