Leer entre líneas

30 Jun

Obama pinta su autorretrato. Merkel no quiere que nadie la ayude a zamparse al ratón griego. Y Tsipras habla un lenguaje que a nadie le gusta: que decidan los ciudadanos

El conflicto entre Grecia y la Unión Europea tiene la particularidad de que todo el que opina nos anuncia que había algo escondido y que lo está poniendo al descubierto. Un ejemplo: todo el dinero que se presta a Grecia es para que pague sus deudas. Pero no se trata solo de deudas: se está jugando el poder de Alemania como ‘jefa’ del continente. Pero Berlín se ha tropezado con un Obama que está dibujando con carboncillo un lujoso autorretrato que, según todos los observadores tiene que quedar espléndido; y con un pecho que, sin ser uniforme militar, no debe dejar huecos para más medallas.

Empecemos por el final. En el último tramo de su mandato Obama ha conseguido una serie de triunfos inesperados: una reivindicación nacional antirracista; que crece en el mismo sur, tras el asesinato de 9 personas negras: la aceptación en todo Estados Unidos, por la Corte Suprema, de los matrimonios homosexuales; la extensión de los seguros médicos a ciudadanos de recursos escasos; el acercamiento a Cuba; un casi seguro acuerdo que ponga límites al desarrollo nuclear de Irán; y un mérito (muy cortito, que incluso se puede ver como un fracaso) queriendo contener el constante ímpetu avasallador de Israel, cuyo belicismo viene ahora propiciado por el ardor guerrero de Arabia Saudí y sus satélites del Golfo.

¿Qué más se puede pedir? Si uno quisiera dibujar un broche de oro para el final de una misión ‘histórica’ (sin este adjetivo todo pierde sentido) difícilmente podría añadirle más letras góticas.

Pero puede haber más. ¿No sería aún más descollante si le apuntáramos al presidente haber echado un cable para detener, en el último instante (estilo Indiana Jones), un patoso traspié de la Unión Europea? Ahí es donde entra el insaciable Obama.

Otro pasito para atrás. ¿Por qué Alemania se empecina tanto en ‘domar’ a los griegos? Ocurre que la señora Merkel no tiene más que problemas. De un lado, los socios ‘pobres’ (como Grecia misma) que no terminan de enderezarse. Hay varios en el Este (los Bálticos, Hungría, Bulgaria….) y está Chipre más al sur, y después de Grecia aparecen Portugal e Irlanda y algo más allá España y por ahí cerca, Italia. Y luego está esa gran Espada de Damocles que es el Reino Unido, con su prometido referéndum para ver si se quedan o se van de –Europa. Añadiéndole unas pocas, muy pocas, gotas de mala leche, se puede pensar en que cualquier incidente aparentemente inofensivo se puede transformar en una poderosa amenaza. Tal vez Grecia misma.

O sea, que detrás de todo lo que hay detrás, en ese intermitente descubrimiento de ‘algo más’ del que hablábamos al principio, está lo que debería figurar al comienzo de todo y convertirse en la llave que abre el análisis. Por qué toda Europa espera con educada reserva, el sacro momento en el que los británicos dirán si quieren irse o quedarse, el instante supremo del referéndum, del pronunciamiento democrático… ¡en tanto que el pronunciamiento popular griego es una ‘sucia maniobra’, un ‘chantaje’…! Es algo tan fuera de todas las normas que nos hace dar cuenta con estupor: que de esta Unión Europea la democracia estuvo y sigue estando excluida.

Hemos visto toda clase de titulares catastróficos, incluyendo una que se hizo típico: que Grecia ha quedado ‘al borde del abismo’. ¿Han acudido los medios de comunicación a los expertos? ¿El ‘abismo’ es un anuncio apocalíptico de cualquiera de los grandes ‘doctores’ en economía que tiene el Sistema? No, al contrario, varios miembros del ‘club de los Nobel’, que en economía son, con gran diferencia, mayoritariamente norteamericanos, no se muestran tan preocupados por Grecia. Algunos de ellos, como Paul Krugman, hace tiempo que le habían recomendado a los griegos que se emanciparan del euro para defenderse mejor de la crisis. Krugman es también el que recuerda que la deuda es una especie de ‘fetiche’ cuyo monto en realidad será simplemente el fruto de una negociación. Como decíamos al principio: cada opinador aporta algo que estaba ‘escondido’… Krugman añade algo gordo: que el fin último de Alemania es forzar a Grecia para que se marche del euro. En estos tejemanejes siempre hay intereses políticos que confunden sobre las estrategias económicas. Krugman gusta marcar a los teóricos neoliberales sus contradicciones… Pero también denuncia la ansiedad con que los neoliberales se aferran a dogmas; y cuando la realidad no confirma  sus dogmas, dice Krugman: «encontrarán otros análisis cuestionables que canonizar».

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