Siguen usando las encuestas para manipularnos. Dicen que estamos adquiriendo una «cultura pluripartidista» pero también seguimos fieles a nuestra «marca» ideológica
Es un deporte muy extendido el de jugar a los equívocos con las palabras. Sabemos, por ejemplo, que hay una acepción de la palabra «cultura» que no es la vulgar y tradicional, que se refiere a la adquisición de conocimientos y datos que nos hace «cultos», sino que designa todas las formas de vida y de desarrollo que acumula un pueblo a través de su historia. Aun conociendo perfectamente esta diferencia, a muchos les encanta decir, por ejemplo, sintiéndose obvios poseedores de la verdad… «¡cómo vamos a llamar ‘cultura’ al sanguinario espectáculo de la matanza de un toro?».
También hemos observado con cierta sorpresa (ya nada sorprende demasiado) que el paralelismo entre Mariano Rajoy y Susana Díaz es cada vez más notable. El truco está en que parece haberle salido bien a Rajoy esa estrategia de no hablar, no hacer señas que pudieran ser interpretadas en cualquier sentido y no cambiar ni una pieza de su elenco dirigente hasta que la realidad le obliga. Se podría decir que Susana Díaz sí que ha renovado su gabinete. Pero no ha hecho algo muy diferente: ha cambiado a los que habían quedado literalmente destrozados por el ajetreo de ese gobierno que nunca llegaba a gobernar. Y una de las primeras reacciones de la señora presidenta es como un tic. «Hagan publicidad», sería su primer orden. Y nació un anuncio de página entera. ¿En qué cosa podría autoelogiarse el nuevo Gobierno andaluz tan pronto, antes siquiera de echar a andar? Se nos ocurre que ella misma dio la solución: «el talento». «¡Pero si aún no hemos hecho nada!», pudo haber objetado algún colaborador. «Hijo, el talento nuestro, no –imaginamos la respuesta de la señora Díaz– …el de los andaluces… si es que es lo mismo… Anda, hijo que no te enteras!».
Y así fue: la publicidad está consagrada a recordar, confirmar, ratificar, homologar o como se quiera llamarlo… ¡el talento de los andaluces!
Pero alguien está demostrando aún más talento: el de seguir utilizando las encuestas para disfrazar la realidad y adoctrinarnos a todos, tal y como si siguiéramos en periodo preelectoral. Una nueva y magnífica encuesta nos lleva por dos caminos, que pueden resultar contradictorios pero ambos positivos para los intereses del statu quo. De una parte la encuesta desemboca en este titular: «Hacia una cultura pluripartidista»; y de otra parte nos dice que «la política de pactos fractura a los votantes en dos bloques ideológicos». Se trata de contentar a los que quieren que la realidad sea sencilla: el bloque de la derecha, el bloque de la izquierda….
¿Pero no era una cultura pluripartidista? ¿Cómo se conjuga eso con dos grandes frentes ideologizados? ¿Pluripartidismo, diálogos abiertos entre los distintos actores, o volar a los brazos de quienes están en el mismo bloque «ideológico»?
Los dos argumentos son útiles al poder. Conviene disponer del «juego de bloques» porque sirve tanto para unificar a quienes pueden ser sostenes del Sistema como para «asustar» a quienes temen, por ejemplo, a las «unidades populares». Al candidato a presidente del Gobierno del PSOE, Pedro Sánchez, Rajoy le dio un solo gruñido y le obligó a poner distancia con Podemos para no quedar fichado como «radical de izquierdas».
¿Bloques ideológicos? Solo en algunos sitios en los que también se agita el «coco» de la izquierda radical. Para imponer esta idea se obliga a que Ciudadanos sea la ficha de refuerzo del PP. Pero… alto: ¿no ha sido Ciudadanos quien le dio el poder nada menos que en Andalucía, al PSOE? Bueno, imaginaros la respuesta con una amplia sonrisa: eso solo fue una excepción. Peazo de excepción. ¿Qué pasa entonces con las ideologías, los programas, los «grandes temas» de la campaña? Uy, es que ahí también hay un uso y abuso de las palabras. Dice el filósofo polaco Kolakowsky que los positivistas contemporáneos nos quieren convencer de que todo lo que los demás enseñan no es más que una ideología, siendo ellos los únicos que brindan al mundo la luz de la ciencia auténtica y verdadera. No llegan a comprender que –al igual que todas las demás– su doctrina puede ser asimismo considerada como una ideología. «Y las ideologías –dice también el pensador polaco– no por venir formuladas en términos racionales dejan de ser un sistema de creencias».
En fin, que les interesa que todos tengamos un sistema de creencias. Y muchos de los que más ferozmente combaten a las religiones no se dan ni cuenta de que están también encorsetados por esquemas rígidos y por interpretaciones que han sido formuladas hace medio siglo o dos siglos y nunca se han sentado un rato en el banco de pruebas de la realidad.