No nos quejemos mucho de nuestro patio ‘particular’. Si llueve, se moja, como todos los demás… Pero es que la realidad está encharcada se mire donde se mire.
Estamos acostumbrados a ver la realidad a ras de suelo. Y cuando queremos mirarla con más perspectiva es como si nos subiéramos a una avioneta y voláramos a 300 o 400 metros de altura.
Si queremos mayores proximidades podemos descender un poco y hasta bajar en picado sobre algún sitio que nos interese particularmente. Así es como vemos a los Rajoy, los Pablo Iglesias, los Albert Rivera o las Susana Díaz…. Ah, también a los Pedro Sánchez. Pero….¿qué pasa si nos remontamos a 10.000 metros de altura? ¿Y si nos cuelgan de algún satélite que da la vuelta al mundo en un periquete?
Y es que al vértigo obvio de dar un salto tan impresionante se suma la taquicardia de encontrarnos frente a un ‘paisaje’, en teoría esperado pero en realidad ni siquiera sospechado (salvo que nos hayan entrenado muy a consciencia). Porque ahora estaríamos observando a la señora Merkel, a los sufridos políticos griegos, a Putin o a Obama, por no decir un tsunami azotando las islas de la Polinesia. En concreto, que desde allí se ve una panorámica impresionante.
Estaríamos viendo que no hacen falta gafas especiales para comprobar que el poder de Alemania desequilibra a toda Europa porque los demás países nos hemos ido convirtiendo en ‘satélites’ de Berlín. Comprenderíamos sin dificultad las razones de que el Reino Unido, socio preferencial de Estados Unidos (como siempre) quiera entreabrir la puerta para salirse de la Unión Europea, que ahora parece tener como mínimo una talla menos de la que ellos necesitan. Entenderíamos sin dificultades que Putin haya ocupado Crimea, arrinconado por el avance occidental sobre Ucrania, país independiente, sí, pero que desde aquella desaparecida Unión Soviética, ha sido pareja, aparentemente ‘indestructible’, en un ‘tándem’ con Rusia, compartiéndolo todo, incluso el poder nuclear.
Nos asombraríamos al ver cómo los griegos resisten toda clase de amenazas, cómo ‘coquetean’ con Putin y cómo juegan sus pocas cartas mirando al microscopio los mapas de oleoductos y gasoductos. Veríamos, de paso, que con tan pocas bazas unos políticos honrados pueden tratar de salvar los muebles en medio de un país al que la ‘casta’ también ha arrasado y saqueado.
Resulta curioso también que Obama mismo haya tenido un par de gestos para animar a los griegos y empujar a los alemanes a negociar con Atenas. Pero si abrimos nuestro ángulo de observación entrará en nuestro campo visual el TTPI, el siniestro tratado de ‘libre’ comercio. Siempre la ‘libertad’ económica, la de la explotación y las ventajas para las multinacionales, ha ido en detrimento directo, de la libertad política, de los ‘derechos humanos’, de cualquier intento de acortar la distancia entre los ricos y los pobres… Esa distancia que aumenta sin cesar, a tal punto que hoy surgen economistas preocupados por tanta desproporción, buscando atajos para reducir ese abismo (como si ese fuera un capítulo aparte de la ‘ciencia’ económica).
Obama, pues, no necesita echarle para nada de la señora Merkel, porque el TTPI lleva años negociándose y va a dejar todo atado y bien atado para que Europa vaya perdiendo todo resto de autonomía. ¿Por qué no dejar a los griegos dentro, si quedarán tan amarrados como los demás? Pero, entonces, ¿para qué dejar que los británicos rompan la Unión Europea? El caso es bien distinto: el Reino Unido ha sido siempre un aliado privilegiado, un socio especial, y si ahora quiere convertirse en puntal del nuevo orden, junto a Washington, es justo darle ‘una oportunidad’.
En fin, que desde allí arriba se ve todo nítidamente, siempre que no nos hayan echado unas grandes cortinas de humo tóxico fumigando nuestro entendimiento. Que puede ser eso de los chemtrails que pintan sospechosas nubecitas en el romántico azul del cielo… Pero yo me ‘malicio’ (como decían antes los paisanos cuando se veían venir malas intenciones) que lo que nos perturba las neuronas es el trabajo de los mass media que suelen preferir mostrarnos la realidad a ras de suelo para que nos enteremos de lo menos posible. Y como sospechen que vamos viendo algo claramente, nos enturbian el agua para despistarnos. ¡Cómo está el mundo!