No nos han dado programa de mano. Está terminando el primer acto y el acto final de la obra comienza el lunes 25… Nos venden que debemos aceptar toda clase de pactos
Para esta obra no nos han dado el programa de mano. Todos actuamos como si estuviéramos ante el último acto cuando todavía no ha terminado el primero. Se parece un poco a la teoría de aquel psiquiatra de que la vida se divide en tres partes: la uterina, la transuterina (el camino de salida, digamos) y la postuterina. Por cierto, por importantes que sean las dos primeras, todos damos mucho protagonismo a esta tercera parte, a la que llamamos, sencillamente, «vida».
Con esta cuestión de las elecciones pasa algo parecido. Hasta ahora estamos en el útero dónde estamos concentrados en que tendremos que abrirnos paso ‘de cabeza’ para encontrar la salida (si, ya sé: en el mundo de la política el porcentaje de los que quieren salir de culo es mucho más alto).
La etapa ‘transuterina’ –la votación misma– puede hacernos meditar y hasta rabiar (por indecisión, por confusión…) pero es rápida y rara vez deja secuela. Pero la cuestión peliaguda es que han vuelto a engañarnos. El próximo domingo no veremos el final de la obra. Son tres actos: el primero para votar; el segundo para que los expertos echen cuentas y la pléyade de asesores y consejeros empiecen a buscar los atajos y a elaborar los argumentos con que habrá que sostener las más extrañas piruetas postelectorales; y el tercero para formar gobierno en autonomías y ayuntamientos.
Viendo la realidad tal como es comprenderemos que las cosas de estos días se parecen a la noche de los júas: muchas fogatas, muchas alegrías y saltos descalzos sobre la arena pero al día siguiente, es decir, el próximo lunes 25, de todo esto no quedará nada.
No sé si habrán observado que en los últimos días las interminables cábalas sobre cuántos escaños faltan o sobran para que este o el otro formen coaliciones ganadoras… se van entremezclando con una prédica insistente, que parece dirigirse tanto a los votantes como a los candidatos y, más que nada, a los jefes y jefecillos de todos los partidos y de todos los distritos, para que estén dispuestos a un cambio inevitable: abrir la mente a pactos (que nunca se sabe con quien serán más rentables, de modo que conviene tener pocos prejuicios).
Junto con estas recomendaciones anti prejuicios (al que ayer puteamos hoy podemos verlo con ‘sincero’ afecto…) viene la prédica a favor de que «gobierne el más votado». En el plano teórico hay terreno abonado para la polémica. ¿Es más democrático que gobierne el más votado o que se asocien, por ejemplo, el 2º y el 3º, si ideológicamente son afines? Hay argumentos –legítimos—para todos los gustos. Lo único que puede lamentarse es que los defensores de una y otra tesis cambien de idea según estén tratando de pactar para quitar el poder al más votado o estén defendiendo los derechos del más votado.
Hay que seguir con mucha atención estas entusiastas propuestas a favor de la mente abierta a los pactos. El primer objetivo es evidente: defender con uñas y dientes al bipartidismo: donde uno de los ‘grandes’ sea el más votado, el otro debe apoyarlo… instaurando el «hoy por ti, mañana por mí’». Pero no es este para nada el único objetivo del discurso favorable a los pactos. También se trata de que haya una mentalización para juntar tres o cuatro fuerzas políticas, todas contra uno, para evitar que el más votado gobierne. Esto puede ocurrir en algunos sitios cuando Podemos (o alguna coalición en la que participe) haya quedado primero en votos… pero sean varios los que quieran despojarlo de esa victoria. A la vista del agotador desfile diario de encuestas pueden detectarse muchos sitios donde puede darse esta situación pero singularmente se aprecia el caso de Barcelona, donde Ada Colau aparece como ganadora pero los escaños de concejal se reparten entre 7 fuerzas… No sería de extrañar que esta ‘filosofía del pacto’ sirviera de excusa para birlarle la victoria a Barcelona en comú.
Atentos a la obra. Que el domingo es el segundo acto y de allí saldrán los mimbres para que en el tercer acto se tramen gobiernos de autonomías y ayuntamientos. Allí se verá cuánto y cuán difícil es el camino que resta para apreciar algún cambio… Aunque es probable que, de primeras, haya un efecto de resplandor de higiene al desaparecer de escena la corrupción… Pero nunca se sabe: fijaros como, en medio de propuestas de todo tipo de acuerdos anticorrupción, en Andalucía ha saltado un nuevo escándalo con la concesión amañada de la mina de Aznalcóllar. ¡Vaya por dios!.. ¿Quien dijo que esta es una cleptocracia?