¿Qué importa si Rato aceptó ‘sacrificarse’, si lo traicionó Montoro o si el mismo Rajoy ordenó, como la reina de corazones: «¡Que le corten la cabeza!»?
Algún día lo sabremos. O quizás no se sepa nunca. Tampoco importa demasiado. Son esos detalles de historiador chismoso. ¿Lo empujaron a Rato a la fosa o se cayó solo…..? ¿O bien, en vista de que no se podía pasar toda la vida haciendo equilibrio en el borde del precipicio, se negoció cual sería para todos el mejor momento de su caída?
Por supuesto que es interesante saberlo. De una respuesta fiable se puede colegir, por ejemplo, si Rajoy ya se da por derrotado (¡con lo que le cuesta asumir los datos de todo tipo que le da la realidad!) o si todavía tiene esperanzas de que la derrota no sea tan brutal que acabe para siempre con su liderazgo y quizás con la existencia del Partido Popular.
Nos gusta acudir a la agresiva prosa de un personaje, que nombraremos al final… La pregunta es sobre las causas de que los ciudadanos sean tan desafectos hoy en día a la política del gobierno. Y esta es la magnífica respuesta, síntesis de la realidad que estamos viviendo: «la primera (causa), la crisis económica; la segunda, la corrupción y la sensación de impunidad de quienes se han enriquecido con los cargos públicos, la sensación que tiene la ciudadanía de que no se les detiene; si se les detiene no se les juzga; si se les juzga no se les condena; si se les condena no se les encarcela; y si se les encarcela no tienen que devolver lo robado». La autora es la inefable Esperanza Aguirre, como sabéis.,… ¡candidata por el mismísimo PP a la alcaldía de Madrid! (se puede leer en el periódico El Mundo en su edición de ayer, lunes 20 de abril).
Que doña Esperanza sea tan tajante y tan clara en el diagnóstico nos puede dar alguna pista sobre la pregunta anterior, la de si fue primero el huevo o la gallina… es decir si fue primero Rajoy acusando a Rato o Montoro traicionando a su ‘amigo’ Rato… o si fue primero el propio Rato diciendo… «ahora este es el momento menos dañino».
Y yo diría que Aguirre lo que está diciendo es muy sencillo: tenemos que actuar con «celeridad» para revertir todas esas desconfianzas de los ciudadanos. Pero… ¿queda tiempo todavía? Ella no tiene más remedio que aconsejar reparaciones urgentes del casco del barco puesto que está navegando a bordo. Y así como cargó sobre sus espaldas varios casos de corrupción y hace como si nada (en esto sigue la huella de Rajoy) también tiene que mostrarse «esperanzada» –para seguir la huella que le deja su propio nombre– de que aquella confianza perdida pueda recuperarse. En esa línea, cabría suponer que hay sintonía entre Montoro y Rajoy y que el propio Rato ha tenido que resignarse a ser vilipendiado y hasta a convertirse en ‘cabeza de turco’ para que el PP haga acto de contrición y vuelva a jurar ese arrepentimiento en el que nadie le creyó antes y uno menos que nadie le va a creer ahora.
Pero habíamos quedado en que estas cosas solo le importan a los historiadores chismosos. No. Habíamos quedado en que el dato puede ser interesante para saber si Rajoy ha caído en el derrotismo total. ¿Y esto sí es importante? Tal vez sí porque nos acortaría la agonía de este final de régimen tan lento y tortuoso.
Ha dicho hace un par de días Rajoy una frase que, según algunos periodistas, intentó borrar después: «Cualquier cosa puede suceder en el futuro». Antes había dicho: «Creo que no hay casi nada que no nos haya pasado ya». Se pondría uno a atar cabos, uniendo esas dos frases de Rajoy con la de Pablo Iglesias: «No sería de extrañar ver detenido al presidente del Gobierno». Y detrás de eso me vuelve a la memoria algo que leí varias veces pero que siempre me quedó la sensación de que había sido una alucinación… que no podía ser real. Porque decía que el nombre del titular de ‘la cuenta’, la famosísima cuenta de Suiza, era el del mismísimo Mariano Rajoy.
Bueno, decididamente estamos pisando el terreno de la política-ficción. Pero estoy harto de leer y escuchar uno de los tópicos más famosos del mundo: que la realidad supera siempre a la ficción. Cada vez que este aserto se comprueba, su ‘descubridor’ brinca de alegría como si hubiera encontrado algo nuevo. ¿Qué pasaría si nos tocara un final apocalíptico como ese? También será propicio a un nuevo descubrimiento que tampoco es tal: que Rajoy no es tonto, ni loco, ni una re-encarnación demoníaca: es una burbuja.