Estrategias en peligro

7 Abr

Al sistema no le salen bien las cosas: no pueden parar de robar. Pero los traspiés de la ‘nueva política’ ponen en peligro sus aspiraciones

Seguimos viviendo en dos mundos. Cada uno de ellos interpreta la realidad a su manera. Donde parecen hacerse dominantes es, curiosamente, en casi toda la prensa diaria, una de ellas, y en las redes sociales, la otra. En cambio, también curiosamente, conviven en muchas tertulias televisivas o en las entrevistas a variopintos portavoces. Dicho de otra manera: queda un cierto pluralismo en la televisión (en vías de extinción) y solo vestigios en la prensa escrita. Una de estas visiones sigue aferrada a los antiguos códigos y echando cuentas, frenéticamente, encuestas en mano; la otra sigue queriendo instaurar un nuevo lenguaje pero se ha hecho un terrible lío entre los objetivos políticos concretos (ganar, gobernar) y las grandes banderas de la participación, el ‘poder’ de los ciudadanos y la transparencia…

Con frecuentes traspiés, han dejado el campo libre para que los ‘antiguos’ les atropellen. El ejemplo más concreto está en los resultados de las elecciones andaluzas y en las danzas y contradanzas de posibles alianzas, votos de castigo y abstenciones de perdón.

Si en algo acertó sin duda Susana Díaz fue en adelantar las elecciones para ponerlas por delante de su embarazo. Contando con que caen trozos de mampostería del techo del Sistema… ¿Qué mejor que huir hacia adelante antes que todo se desmorone?

Ocurrió en Andalucía que los ciudadanos decretaron un empate. Sí, el Sistema está en crisis y ya no era posible dejar al PSOE que controlara el poder a sus anchas. Sí, es necesario dar juego a los nuevos, a ver si son capaces de crear una alternativa. Por eso les han dado algunas cartas pero no las de triunfo.

De repente, la única que parecía tenerlo claro fue Teresa Rodríguez: rayas rojas y que el PSOE encontrara el modo de no pisarlas, pese a que la señora Díaz se mueve con una sola pierna en el estrecho cuadrado de sus saltos de Rayuela.

Pablo Iglesias también empezó con una jugada estratégica bien pensada: ‘pasar’ hasta donde se pudiera de las autonómicas y municipales para que Podemos llegara sin demasiadas salpicaduras a su gran campo de batalla: las elecciones generales. Pero Andalucía también resultó un obstáculo para ese plan… porque hubo bastantes votos pero no suficientes.

La otra gran estrategia no se pudo poner en pie. Se trataba de convocar a un gran movimiento social de masas amparado en que Podemos no iba a dejarse estrechar en el esquema de izquierdas y derechas. Esa hubiera sido su ventaja real ante Ciudadanos. Pero Iglesias hiló demasiado fino: Podemos no entraba en esa polarización forzada (al fin y al cabo, había nacido de aquel 15M del 99% contra el 1%) pero el nuevo partido había parido un líder y ese líder reconocía, en voz baja pero audible, que él, personalmente, era de izquierdas. Los portavoces de la casta no tardaron ni un segundo en clasificar a Podemos como izquierda y en incluirlo en todas las cábalas de pactos tipo ‘frente popular’. En el maremágnum, esta estrategia, fundamental en el inicio, quedó desdibujada. Tanto, que no parece fácil reconstruirla antes de las generales.

Además estaba la otra gran contradicción: ¿cuál es la prioridad? ¿Mostrar capacidad de negociación y voluntad de no «dejar sin gobierno» a Andalucía o demostrar que la propuesta esencial de Podemos es que gobiernen los ciudadanos, comenzando, obviamente, por el ‘derecho a decidir’ dentro del propio partido?

Mientras, la otra visión de la realidad pugna por volver a imponerse: los ‘analistas’ (que solo ven siglas y porcentajes) quieren achacar a la señora Cospedal la debilidad del PP o al señor Arenas el ‘fracaso’ en Andalucía. Pero en lejanas páginas y en párrafos escondidos reconocen que el descalabro andaluz no fue para tanto porque los próximos pueden ser peores. Al margen de intrigas palaciegas, el que pierde todas las elecciones es el PP y su cabeza, macabramente silenciosa, el señor Rajoy.

Los votantes tienen mucha mala leche y han dejado sembrados de ‘minas anti persona’ los caminos de todos los proyectos políticos. Los viejos y los nuevos.

Bien haría Pablo Iglesias en dejar a ‘sus bases’ que pasen al frente y sean las que ‘impongan’ las rayas rojas al PSOE y las que impulsen a Ada Colau en Barcelona y a Manuela Carmona en Madrid. De ellas depende ahora, en gran medida, que la estrategia de Iglesias tenga una oportunidad en las generales. La otra parte del trabajo la hará, seguramente, la propia casta, que no puede parar de robar ni para leer las encuestas.

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