Mirando los números

23 Mar

Cuando se hacen demasiadas especulaciones conviene mirar los números, que nos devuelven a la sensatez: unos van en bajada y otros trepan la cuesta.

Cuando nos movemos en un mar de especulaciones electorales lo que nos devuelve la sensatez es sumergirnos en los números. La aritmética resulta una poderosa coraza para defendernos de la extrema subjetividad. Aunque al final de cada votación todo el mundo se considera vencedor, en esta ocasión no fue así. Susana Díaz se declaró ganadora y nadie lo puso en duda; algunos lo resaltaron incluso como un afianzamiento del bipartidismo, lo que ya parecía querer sacarle demasiado brillo al millón y 400 mil votos obtenidos por el PSOE. Los socialistas se mantuvieron al frente del pelotón porque ellos se quedaron casi en el mismo sitio y los demás fueron para atrás. Unos 170.000 votos se dejaron los socialistas en la gatera andaluza…y eso que hubo más votantes que en 2012. Pero los populares se dejaron en el mismo camino medio millón de votos. La clave estuvo en que el PSOE retuvo los 47 escaños que tenía. Con los mismos escaños que le habían dado el segundo puesto antes, ahora se encontraron con el primer lugar.

¿Qué había pasado? En primer lugar, el descalabro del Partido Popular que se deslizó bruscamente de sus 50 escaños a solo 33. Pero así como en otras ocasiones todos se consideran ganadores, esta vez podría decirse que, con la excepción de la presidenta Susana, todos sienten que no les fue tan bien como esperaban. Ciudadanos tiene poco de que quejarse pero aún así, puestos tan sorpresivamente en 9 diputados autonómicos, ya les pareció que hubieran podido arañar algo más. Y lo cierto es que en algunos sitios (Almería y Málaga, por ejemplo) estuvieron muy cerca de Podemos. En Podemos era evidente que las expectativas habían quedado lejos: no estaban disputando el poder con los hoy decaídos gigantes del bipartidismo.

En cuanto a Izquierda Unida la palabra que los define es ‘desolación’. Cayeron de 12 a 5 diputados y hoy son una fuerza irrelevante. Por su parte, en el Partido Popular no quedaba ni un rictus que hiciera las veces de sonrisa Para colmo, fue ‘la campaña de Rajoy’, con lo que el rechazo frontal al gobierno nacional resultó indisimulable. Lo cierto es que el PSOE solo recibió un suave correctivo: ese tirón de orejas de los 170.000 votos perdidos, muy poco en relación con los ERE y demás escándalos. En tanto que el medio millón perdido por el PP resulta un correctivo mayor pero, aún así, mínimo para el grado de corrupción generalizada que padece España.

Como resultado, tal vez, de esos coscorrones con poca saña por parte de los votantes, ya hay medios de comunicación que celebran la supervivencia del bipartidismo. Pero la retahíla próximas elecciones del 2015 parten ahora de esta base: Andalucía fue el mejor escenario para el PSOE y hoy casi puede decirse que es el único sitio en el que los socialistas, aún estando en caída, mantienen alguna fortaleza; en cuanto al Partido Popular está en una situación similar, pero con malas perspectivas en todos los escenarios geográficos y sin contar con reductos de parecida envergadura. Una colega ha escrito ayer mismo, sobre Podemos, viéndolo como una cuña que «no solo amenaza sino que abre en canal al bipartidismo». Frase que me resultó confirmada cuando la candidata Teresa Rodríguez no habló de las elecciones… ¡habló de los desahucios que no se van a poder parar! Este sí parece un signo de cambio contundente.

Podemos, con sus 600.000 papeletas, ha triplicado su votación de las europeas. La desilusión de muchos viene de cierta ingenuidad de novatos: la de confundir un discurso que buscaba abrir las mentes a una disputa real de los espacios de poder (una forma de combatir el espíritu de la política testimonial o la mentalidad ‘bisagrista’) con una apreciación de la realidad… No se da en política que una fuerza que parte de cero pueda convertirse en alternativa de poder en tan poco tiempo. Formidable es, como hazaña, que Podemos, en su trepada, tenga ya casi la mitad (15 contra 33) de los escaños todavía logrados por el ‘gigante’ popular que viene cayendo por la pendiente.Para tomar consciencia del verdadero ritmo de los cambios políticos baste con observar el lento descenso del porcentaje de votos que logran los dos partidos mayores hoy en declive: en 2012 en todas las provincias andaluzas juntos oscilaban entre el 76 y el 86,5% de los votos (más del 80% en seis de las 8 provincias); en la votación del pasado domingo, oscilaron entre el 55,6 y el 69,7 (solo en dos, Cádiz y Málaga estaban por debajo del 60%). Pero que el cambio sea lento no quiere decir que no sea inexorable.

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