Tienen que haber venido los Reyes Magos. Si los esperábais, allí estarán los regalitos. De sobra saben que no habrá nada los que no los esperan. A todos nos ronda la pesadilla de que nos dejen carbón, como resultado de habernos portado mal. En cambio, entre los países parece que ese mal comportamiento se premia con grandes bolsas de gas o yacimientos de petróleo.
Si nos atenemos a la publicidad que se publica en algunas lujosas revistas de difusión masiva, los Reyes Magos no han debido meditar demasiado ni leer muy meticulosamente los pedidos que vienen en su correspondencia: su carga se habrá repartido, aproximadamente, en un 60% de perfumes, un 20% de vinos finos y ropa de marca, y el resto para viajes y delicatesen.
Pero si uno se pone a leer los materiales propiamente periodísticos que esas mismas revistas intercalan, entre publicidad y publicidad, verá que es fácil encontrar varias críticas (a veces con famosas firmas al pie) a nuestro modo de vida, a la pérdida de valores, al desapego hacia principios como el de la solidaridad, o referencias al vergonzoso desinterés de la mayoría de la gente respecto a los graves problemas que afronta el planeta: el deterioro del medio ambiente, cada vez a paso más acelerado; el crecimiento, en caída libre, de los índices igualdad/desigualdad; el aumento desaforado del volumen de las grandes fortunas; o la tendencia a deslizarnos por el tobogán del consumo (y particularmente del consumo de lujo).
Hemos visto un vídeo en el que aparece el cuerpo de una mujer a la que, entre un cirujano y el fotoshop, modelan la figura: crecen sus pechos y su trasero, se achica su barriga, se decoran sus ojos, se ensanchan sus labios, etc. Al final es como si todas estas ‘reparaciones’ estallaran y se convirtiera en un monstruo. Y ese final parece incluso una concesión a la moda modeladora: ¿acaso es necesario implantar el temor a ese estallido para que cada mujer se acepte tal cual es? ¿No basta como ‘premio’ ser una/o mismo
Justamente, en esa frontera entre aceptarse una/o tal cual es o necesitar un gran temor disuasorio (o un gran premio ilusionante) está la sociedad de hoy. Entretenemos nuestro fin de semana con un catálogo de lujos, aderezado con firmas ‘progres’ que nos hablan de nuestra flojera, de nuestra inclinación por los lujos y el consumo, regañándonos, a veces con dureza.
¿Tenemos que vivir esa doble realidad…? ¿La de nuestra debilidad frente a ese ‘deber ser’ con el que cumplimos tan poco como las promesas de Año Nuevo?
Todo parece confrontar nuestra ideología con nuestros actos. Es tristemente famosa nuestra propensión a mantener esa doble vida pero hoy está más a la vista que nunca: pensar en el cambio, en un futuro más igualitario (o francamente igualitario), en un ‘mundo mejor’, en una sociedad más justa para que en ella nuestros hijos puedan desenvolverse plenamente como personas, en todas sus facetas….pensar en todo ello como si fuera un sueño pero ofrecer un modelo diferente, cuando no opuesto. Buscar el coche más caro, la ropa de marca, los viajes más sofisticados…aunque generalmente disimulando o buscando excusas, a veces pueriles: «la verdad es que esta ropa (de marca, obviamente) le dura mucho más»; «este coche lo que tiene es que es más seguro….si tienes un accidente»; «hay que vestir bien porque si no te hacen fama de fracasado»…etc.
Y después está la nueva forma de tener buena consciencia: comprando tal producto estarás donando equis cantidad de euro a un país africano o a una escuela rural en Bolivia, o para combatir el ébola…. Así podemos sentir que nuestro consumismo es en realidad, una contribución para los más desprotegidos. Aunque quizás después nos enteremos que la empresa fabricante hace cumplir jornadas de 15 horas de trabajo a menores de edad en algún país del sudeste asiático.
Sea como sea, esta doble vida tiene un límite. Esa duplicidad llega a una frontera que es difícil de atravesar: los hijos. Más tarde o más temprano ellos verán el modelo–… tal vez lo adopten, tal vez lo rechacen… pero sabrán con certeza cuál era el modo de actuar y de vivir de sus padres. Luego tendrán que elegir. Por el bien de ellos mismos y de las futuras generaciones, ojalá que al menos puedan romper el maleficio de tener un discurso y un curso de acción…¡que se dan de palos entre sí!
Hola Horacio tengo en tu contra que te quejas demasiado eres quejumbroso y eso no es bueno quejarse es normal pero dentro de unos límites.
Hola Horacio tengo en tu contra que llevas doble vida una de apariencia y otra real. Las apariencias engañosas son malas. Confunden
Hola Horacio tengo en tu contra que maldices a este mundo pero luego lo aceptas este mundo es el mundo de la mentira por eso se persigue a la verdad.
Hola Horacio tengo en tu contra que mientes te da miedo la verdad. Porqué sabes que este mundo no la conoce.