Hay dos hipótesis absolutamente opuestas a propósito de ‘Podemos’. Una supone que el nuevo partido va dar vuelta a la realidad como a un calcetín. Superará el actual sistema de partidos, dará participación política efectiva a los ciudadanos y combatirá la desigualdad. La otra hipótesis es que se trata de un nuevo artilugio del Sistema que será un recambio, con aire fresco, para retocar su fachada para conservar lo esencial. Sería el clásico ‘gatopardismo’: una serie de cambios para que ‘todo siga igual’.
En lo único que ambas coinciden es en el diagnóstico: el actual Sistema está caducado y hace falta una transformación. La diferencia entre ambas hipótesis viene dada, como siempre, por el punto de vista del ‘observador’. De más está decir que en este momento (la crisis económica es una estafa, pero nadie pone en duda la crisis política) todos somos ‘observadores’. Aunque siempre existen los que ‘no esperan nada’ y se dejan llevar por la inercia (son los ‘últimos de Filipinas’ del Sistema).
‘Podemos’ es un producto, directo o indirecto, de todo lo que significó el 15M, cuyo vertiginoso crecimiento mostró la decadencia de la famosa ‘casta’ y generó un ‘estado de protesta’ general: los ‘indignados’ se convertían en un exitoso movimiento antisistema.
Durante la movida del 15M, con cien vertientes ‘ideológicas’, se incubaron lemas y programas muy diversos. La gran coincidencia era ‘parar’ a los dueños del poder, apelando al ‘99%’ explotado y saqueado por un siniestro ‘1%’ expoliador y represivo. De ese magma surgieron ‘respuestas’ políticas y sociales articuladas en grupos, movimientos, plataformas…
Las elecciones europeas fueron el primer gran banco de pruebas de esas variadas propuestas. Allí se produjo, como un estallido, el lanzamiento de ‘Podemos’. Aunque fue hostigado a definirse, ‘Podemos’ se resistió a ser ‘clasificado’.
El Sistema, con sus viejas técnicas y trucos, le fue colgando cartelitos descalificatorios. Tan pronto era ‘extrema derecha’ más o menos encubierta, como ‘extrema izquierda’ apenas disimulada, como simplemente ‘populista’… Podía ser retratado como pro etarra o como ‘chavista’… y hasta se le quiso equiparar, con cuestiones apenas anecdóticas, con los corruptos partidos del Sistema.
Acorralado y zaherido desde todos los ángulos, ‘Podemos’ comenzó a moderar su discurso hasta asociarlo, por ejemplo, con las socialdemocracias escandinavas. También adoptaron un lenguaje más ‘españolista’ y defendieron la necesidad de unas fuerzas armadas que, llegado el caso, pudieran defender la ‘soberanía’ de España. Además, adoptaron un mensaje ambiguo ante los nacionalismos regionales. Se convirtieron en adalides del ‘derecho a decidir’ pero convocando a vascos y catalanes a ‘permanecer’ en España.
También se asociaron al término ‘socialdemócratas’, lo que se convirtió en acusación para los que partían de la hipótesis de que los seguidores de Pablo Iglesias solo darán una nueva fachada al Sistema. Y es que la socialdemocracia pasó de ser la gran amenaza para el capitalismo, en el siglo XIX, a ser su último ‘look’ durante la segunda mitad del siglo XX.
Ese es el punto en el que las dos hipótesis entran en colisión. Para las ideologías de izquierda –es decir, de la gente que defiende con pasión la idea socialista y no desde la seudo izquierda de los partidos del Sistema— ‘Podemos’ es una gran amenaza porque reciclará al Sistema y le ayudará a sobrevivir. Y desde el importante movimiento de masas que se va agrupando tras la nueva sigla, ‘Podemos’ se mueve en zigzag para sortear todos los obstáculos y llegar al poder. Y desde esta óptica se opta por creer en la buena fe de sus planteamientos y en el discurso de un cambio auténtico.
Si se comparte aquella vieja definición de que ‘la política es el arte de lo posible’ y se admite que la relación de fuerzas entre el enorme poder globalizado y quienes lo resisten no deja ver en ningún sitio una perspectiva revolucionaria, cabe una opción (sea resignada o entusiasta) para dar una oportunidad al ‘idealismo’ de los hijos del 15M. Se trata de hostigar al Sistema exigiéndole al máximo que sea fiel a su discurso democratizador. Si el Sistema lo soporta, deberá acercarse más a sus hoy abandonados principios. Y si estalla, quizás, entonces sí, haya una oportunidad revolucionaria… Pero hasta el día de hoy nada autoriza a pensar que la debilidad y la necedad de la casta sea un signo de la inminente muerte del capitalismo. De momento, «los muertos que vos matáis gozan de buena salud».
Hola Horacio tengo en tu contra que tu sólo te haces daño con la política te zancadillas a ti mismo tú sabiduría es escasa.