Los periodistas también somos propensos a practicar la demagogia: ir a favor de la corriente evita abucheos y atrae muchos aplausos. Por eso hoy va un «tema tabú»
Hay temas que no conviene abordar. Hay verdades históricas que resulta mejor olvidarlas. Hay hechos incontrovertibles que conviene hacer como si nunca hubieran ocurrido. Y en estos olvidos o falsas «ignorancias» caemos todos porque (lo hemos dicho más de una vez) los periodistas no somos tan ajenos a la demagogia como nos gustaría. Conscientemente o no, caemos en esa lamentable «desviación» típica de los políticos: decir, escribir, afirmar… lo que la gente, el público, quiere escuchar.
Con frecuencia encontramos ejemplos de esta práctica. Y es que el hilo del aplauso, el imán del coro que nos jalea (sea real o supuesto, se pueda oír o ver o simplemente se lo pueda imaginar) tiene mucho poder de arrastre… Pocas cosas más gratificantes que sentir que nos hemos encontrado con «nuestro público» y que sentimos ese eco que nos da fuerza y nos recarga las baterías. Pero deberíamos tener por norma una obligación autoimpuesta: al menos una vez, cada cinco, cada diez ocasiones… abordar una cuestión tabú, algo que sabemos que no va a atraer el aplauso y hasta es posible que nos haga ganar abucheos y alimente algunas antipatías….
Ahí va uno de esos temas, para cubrir la cuota propuesta. Leemos una glosa periodística del libro de la historiadora chilena María José Henríquez titulado ¡Viva la verdadera amistad! Franco y Allende, 1970-1973.
Quizás por haberse metido en cuestión tan poco «agradecida» (ni a los franquistas ni a los marxistas, ni a las llamadas «izquierdas» y «derechas» les gustan estas arriesgadas investigaciones) a la historiadora no se la nombra ni en los titulares ni en los sumarios.
Según el artículo, las buenas relaciones entre Madrid y Santiago de Chile tienen que ver sobre todo con la presencia en el ministerio de Exteriores español de Gregorio López Bravo, de quien dicen que se definía públicamente como «un liberal reprimido». López Bravo aterrizó en Chile en marzo de 1971 y fue recibido por Salvador Allende, quien insinuó la posibilidad de que España se hiciera cargo del costo íntegro de varios proyectos de desarrollo en el norte chileno, un asunto que el ministro de Franco se comprometió a consultar con su «jefe». La historiadora reproduce la siguiente frase, atribuida a Allende: «Nos hemos quedado sin técnicos y no queremos ligarnos a un sector del mundo socialista, pasar de un bloque al otro… Es fundamental la colaboración entre España y (los) latinos». López Rodó aseguró que España estaba dispuesta a hacer por Chile «no solo lo que puede y debe sino un poquito más». «Tenemos distintas soluciones, cosa que las grandes potencias no comprenden», añadió.
Tanta fue la complicidad entre ellos que, según recoge la historiadora Henríquez, Allende acudió inesperadamente a una fiesta que la cancillería chilena ofrecía a López Rodó, aunque no estaba invitado. El libro destaca también cómo España «movió sus fichas» para que la empresa española Pegaso se quedara con el negocio de montar una planta de ensamblaje de camiones y motores diesel. Igualmente, desde Madrid se presionó para que el Club de París renegociara la deuda externa chilena y el gobierno franquista «le regaló» a Chile el reactor nuclear de Lo Aguirre, en las afueras de Santiago. Posteriormente, en diciembre de 1972, España otorgó a los chilenos un crédito comercial de 40 millones de dólares.
Pese a tal acumulación de datos sobre los apoyos mutuos, basados, obviamente, en intereses de ambos países, el artículo termina diciendo: «La alianza franco-allendista no tardó demasiado en desvanecerse». Pero no fue exactamente así: lo que tardó poco en desvanecerse fue el gobierno de Allende, derribado por el golpe de Estado de Pinochet, después de un «asedio» propagandístico y de diversas formas de acoso por parte de Estados Unidos.
Por otra parte, tratar con tanto asombro la coincidencia de intereses entre Madrid y Santiago supone olvidar, por ejemplo, que el gobierno franquista rompió el bloqueo de Cuba por Washington vendiendo también vehículos marca Pegaso al castrismo. ¿Y alguien recuerda, acaso, que Manuel Fraga Iribarne fue a visitar a Fidel Castro estando ya el Partido Popular en el gobierno en España?
¿O todavía, pese a haberse derrumbado el mito de la transición democrática, no puede hablarse de los claros y oscuros del franquismo? Ah… me olvidaba: tengo que decir «la dictadura de Franco» para que nadie pueda sospechar en mí alguna simpatía por aquella feroz tiranía, que lo era, sin duda, y eso no lo borra la «amistad» con Salvador Allende.
No hay temas tabúes hay buenas conversaciones y malas conversaciones lo bueno son las conversaciones sazonadas y amables sin palabras hirientes sabías.
Este mundo es de corrupción el que viene es eterno y de incorrupcion.
Horacio comprendo no hay más que maldad en este mundo. Yo me he reengendrado en la verdad. Mi corazón ya no está en el dinero. El hombre viejo de antes ya está retirado.
Nosotros no elegimos quienes somos. Es Dios quien elige a sus siervos.