Las nanoguerras

16 Sep

Por todos lados veo protestas de la gente contra la gente. Están sordos, dormidos, «muertos», se dejan pisotear y no salen a la calle a luchar contra el imperio, contra los poderes financieros, la «casta» política, el maltrato animal, la persistente discriminación de la mujer y otras tantas nobles causas. Y la gente dice que la gente se ha convertido en zombi, que sigue dormida, indiferente, insensible. Por otra parte, esa misma gente (la inactiva, la hiperactiva, la hipersensible, la indiferente) parece estar en posesión de alguna verdad que los demás no conocemos o no sabemos apreciar en todo su valor. Y una gran mayoría de esa gente (yo lo percibo así en el entorno de mis «contactos» en la red) propicia con apasionamiento una vía pacífica para lograr un cambio. Todo habrá de hacerse sin violencia, quizás porque la violencia es una de las características que define a la sociedad capitalista.

Sabemos que hace un cuarto de siglo que la sociedad capitalista (el poder económico, la supermafia que nos gobierna) viene inventando, armando, estimulando, vistiendo, maquillando al nuevo enemigo, el mundo islámico, siguiendo el guión de la «guerra de religiones»  que elaboró Huntington a finales del siglo pasado.

Un mundo islámico que cobra vida por momentos, para mostrarnos su salvajismo, como si fuera un moderno espantapájaros que de repente empieza a hacer gestos feroces y que siempre lleva una navaja asesina en la mano. Sí que existe ese mundo primitivo, alentado y empujado al primitivismo para que cumpla su papel de sparring. Ese es el guión de Huntington y se va cumpliendo escrupulosamente. Pero solo los islamistas cumplen con la parte de la «guerra de religiones». En Occidente el papel de la religión está demasiado limitado a lo simbólico, y estamos más en guerra con el cristianismo los ateos occidentales que los propios musulmanes.

La sociedad capitalista utiliza la violencia cuando la necesita, y le conviene mantenerla en esa especie de juego diabólico con el mundo musulmán. Pero la mayoría de los predicadores de una revolución para crear un nuevo tipo de sociedad son pacifistas militantes. Tal vez porque quieran excluir la violencia de esa nueva sociedad, apenas bocetada; tal vez porque piensen, con buenas razones, que una lucha violenta acabará en una nueva derrota.

Pero el Sistema no está convencido de que solo tiene que vérselas con las primitivas armas islamistas, con el «enemigo inventado» (armas que casi siempre también son suministradas por los propios países occidentales). El Sistema teme que las protestas callejeras y las algaradas desemboquen en formas de resistencia y aún de ataque que les distraigan, les compliquen la vida, o les desbaraten algunos planes (como pudo parecer al principio de las primaveras árabes).

O sea: que el Sistema no solo forma coaliciones periódicamente para ir a machacar a los musulmanes (un día para atacar al «criminal» Al Assad, y unos días después para ir a salvarlo de los yihadistas) sino que mejora su arsenal para la guerra cara a cara. Lo que nos depara el futuro quizás esté en las «nanoguerras».

Lo que preocupa al Sistema es su retaguardia: sus ciudades, sus carreteras, sus plazas y sus hiper. Allí es donde quieren estar mejor armados que nunca. De ahí que quieran militarizar a sus policías. En Estados Unidos uno de los golpes de desprestigio más fuertes que sufrió George Bush (Jr.) fue la represión a las pobres gentes que buscaban refugio tras las inundaciones de Nueva Orleáns. Los policías llevaban material bélico de la guerra de Irak (¡y contaron hasta con soldados de vuelta de esa guerra!). La gente coreaba consignas contra la policía, como hace pocos días en Ferguson (los guardias habían asesinado a un negro). Y tenemos el caso de esos «mossos de escuadra» que fueron secretamente a prepararse a Londres para la lucha «contrainsurgente».

La policía se militariza. Esa es la guerra del futuro. Y es contra nosotros. Contra la gente. Paralelamente, está la guerra de las palabras y las leyes,y las trampas: todo se va convirtiendo en delito, se deja avanzar la legislación antidemocrática. Leo los argumentos de un fiscal, de los que lanzan las «órdenes de prisión express» contra presuntos futuros «yihadistas». Se trata de meterlos en la cárcel antes de que cometan algún delito. O sea, «la fabricación del delito». Y no protestaremos mucho porque van contra los «yihadistas degolladores», pero el truco seudo legal estará armado y ya lo irán aplicando a todo el que se atreva a disentir.

Son los dos brazos de la pinza: crear una policía que nos trate a todos como enemigos y contar con un artilugio legal para achacarnos un delito desde la mera sospecha de que podríamos cometerlo.

39 respuestas a «Las nanoguerras»

  1. Claro la gente peca unas veces sin saberlo y otras conociendo la verdad. Ahora voy diciendo el camino cristiano cuando la gente no escucha á Cristo se ríen de él y ven él.ejemplo de la secta y ya se niegan porque ven la mentira

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *