Hay que reconocer que la irrupción de Podemos ha tenido el efecto de un terremoto sobre la política española. No ha sido solo Podemos: el estremecimiento nace de la enorme abstención y de que varios trocitos de la tarta electoral quedaran repartidos entre grupos contestatarios de línea similar a la del partido de Pablo Iglesias. La caída de votos del derrengado bipartidismo vino acompañada de un cierto freno en el avance de las dos fuerzas en ascenso: Izquierda Unida y el partido de Rosa Díez (UPyD).
Para muchos, Podemos es el probable aglutinador de los votantes de los «nuevos partidos» y el posible polo de atracción del electorado de IU. Por otra parte, en toda Europa crecen los «euroescépticos» (todo ese saco indefinido al que el Sistema descalifica con el mote de «populistas»). Así, el marco europeo se ha vuelto también hostil a todos los bipartidismos, esa alternancia de fuerzas que está en el núcleo original del Sistema y que repite el esquema prácticamente en todos los países del continente. Estos tándems asumen su vocación conservadora y cada vez dejan ver con más claridad sus intereses comunes y el artificio que supone querer distinguir (al estilo de la Revolución Francesa), entre «derechas» e «izquierdas».
Uno de los puntos que afectan al posible crecimiento de Podemos es el siguiente: ¿atraerá más votos que aparezca como gran polarizador de la «izquierda»?; ¿o será más útil que ponga énfasis en la herencia del 15M, del que nació, en lo del «99% contra el 1%» (una prédica más abiertamente antisistema). De momento, Podemos parece intentar las dos cosas pero esto no siempre acaba en una suma.
Lo concreto es que las elecciones resultaron una evidente impugnación del Sistema. Pero las reacciones fueron bien diferentes. El PSOE entró en una crisis de fondo, que lo tiene hoy sumido en una lucha entre «desconocidos» por el nuevo liderazgo. En el camino quedó la posibilidad de que Susana Díaz, la figura emergente y que goza ya de popularidad, se lanzara a la secretaría general socialista en vez de mantenerse como «jefa» del resistente feudo andaluz, el que mejor ha resistido la debacle.
La señora Díaz hizo un brusco retroceso. Desde luego, el cometido de levantar la tan hundida imagen de los socialistas era un regalo envenenado… Parece obvio que al PSOE le toca ahora una larga travesía del desierto.
Podría venirle bien a los socialistas, aunque ahora no lo vean así, que la presidenta de la Junta de Andalucía haya dado un paso atrás. Porque es bastante notorio que, pese a los puntos que pueda haber ganado en estos meses, Susana Díaz representa «lo último» del viejo socialismo. Los candidatos propuestos para la secretaría general son jóvenes pero tampoco despegan claramente del siniestro periodo de Rubalcaba. Quizás la única posibilidad de romper con el pasado la dé Juan Antonio Pérez Tapias, el profesor granadino que proviene de la corriente Izquierda Socialista, un grupo siempre minoritario pero pertinaz en sobrevivir, pese a haber sido siempre jaqueado y despreciado por los «dueños» del aparato partidario. A priori, parece imposible que la candidatura de Pérez Tapias pueda vencer, pero en situaciones tan especiales como la presente… puede pasar cualquier cosa.
De momento tenemos ahí el «no podemos» de Susana Díaz y el «podemos» de Pablo Iglesias.
Lo que quizás se salió del guión de las elecciones europeas fue precisamente Podemos. Es cierto que le queda por hacer «todo» y que ya tiene sus disputas internas pero desde una posición nítidamente antisistema no se le puede negar a Pablo Iglesias una oportunidad. Es poco lo que puede maniobrar en una estructura tan cerrada y excluyente (el Sistema es un verdadero bunker) pero el cataclismo de la votación del 25 de mayo ya se llevó por delante al mismísimo Rey, hasta entonces un intocable. Están intentando un apaño para que judicialmente siga siendo «intocable» pero el caso es que ha caído con estrépito.
¿Y el Partido Popular? ¿No le ha tocado acaso una estrepitosa derrota? Por ahora sigue actuando como si la enorme sangría de votos no tuviera nada que ver con ellos. Se están riendo de las tribulaciones del PSOE sin admitir que su posición está aún más debilitada que la de los socialistas. Al menos, éstos pueden hacer alguna arriesgada apuesta; los populares, en cambio, solo tienen por delante… el hundimiento total y quizás una comparecencia ante los tribunales internacionales que deberían juzgar a Rajoy y toda su corte.
La verdad es sinceridad es dar nuestra propia vida por ella.