Restaurar la democracia

3 Jun

Fue impactante: el último «bolo», el Rey, se tambaleó y finalmente cayó. Pero no confundamos el avance de la idea republicana con la principal batalla pendiente: restaurar la democracia

Han ido cayendo todos los bolos pero faltaba uno, de esos que se quedan inestables y no se sabe si lograrán mantener la vertical. Cayó el último bolo: el monarca abdicó.

Aquellos que minusvaloraban al 15M están viendo ahora que la gran capacidad de este movimiento no era solo agitadora: sus sacudidas han hecho bailar a todas las instituciones.

Dicho esto, rebobinemos: estas sacudidas provocadas por el 15M («padre» político de Podemos), que provienen de aquel clarísimo origen de «no partidos, no sindicatos», no son más que el comienzo. Aunque aún no se sabe el comienzo de qué.

Hace ya mucho tiempo comentamos en este mismo espacio algo que en estos tensos momentos fue Julio Anguita el que lo trajo a colación: ojo con la abdicación porque el paso atrás monárquico puede ser el gran hueso con el que pretendan salvar al sistema oligárquico. Es la neta imagen del que va escapando de un animal enfurecido y hambriento y va soltando todo el lastre posible para retrasar la carrera del perseguidor.

Habitualmente nos prevenimos y procuramos prevenir a los demás de las enormes dificultades que supone querer cargarse al Sistema, que se ha ido dotando de un inmenso poder económico, mediático y finalmente político. Y sin embargo, no hay otro remedio que resistirse al Sistema, aunque sea en clave numantina. Entendámonos: el Sistema es, por su propio nacimiento, el dueño del poder económico; en estos últimos tiempos se ha ido apropiando de los medios; y desde esa inmensa plataforma avanza constantemente (a veces, con pequeños retrocesos pronto compensados) sobre el poder político. Por su propio origen, ya que pretende ser democrático, el poder político no puede concentrarse todo el tiempo en las mismas manos. Sin embargo, el Sistema ha ideado una serie de mecanismos que «aparentan» pluralismo y recambio pero en la realidad, suponen una continuidad prácticamente sin intermitencias.

Vemos en los debates sobre la abdicación que muchas veces los periodistas apalancados con el Sistema (aunque a veces se definan como «críticos») ponen de repente, un parapeto: «atención –vienen a decir– que la Transición ha sido un proceso democrático… que el Partido Popular y el PSOE tienen legitimidad democrática…».

¿Es esto cierto? Desde nuestro punto de vista es radicalmente falso. En estas pocas líneas no podemos volver a hacer otra vez, como tantas, la impugnación global del Sistema. Porque ha creado una simulación de pluralidad, a través del «pensamiento único», el Sistema ha falseado la democracia… ha creado el delito de opinión, ha anatematizado a todo tipo de nacionalismos, ha reinventado la figura del «populismo» para cerrar el paso a todos los que ofrecen resistencia… ha convertido pequeñas diferencias en supuestas grandes polarizaciones… En España lo hemos visto con total claridad con el juego PP/PSOE.

Algo hace agua en la embarcación del Sistema. O bien entra agua por todos lados. Pero nos vemos todos «achicando» la entrada de agua porque, además, nos han convencido de que, si la nave se hunde, nos hundimos todos. Lo que ha naufragado sin margen de dudas es la gran coartada del Sistema: ha quedado a la vista la simulación de una democracia.

Pero si algo puede hacer fracasar esta fundamental toma de consciencia es el terrible error que sería tomar la abdicación del rey Juan Carlos como un avance enorme que nos debe llevar al galope a la instauración de una nueva República. Sí que ha caído hasta ese bolo que se tambaleaba…. Pero no podemos confundir esta sola y estupenda jugada con una larga partida en la que nosotros somos todavía frágiles desafiantes del Gran Poder español, europeo y global.

La Unión Europea también se tambalea, sí. Todos los regímenes nacidos del dominio continental alemán están en la cuerda floja. Pero… ¡atención!… La propia caída de la UE es una gran jugada imperial en un planeta manejado por los mercados y amparado en la fuerza militar del Imperio, con la complicidad de la prudente China. No estamos ganando ninguna gran guerra. Pero si estamos torpedeando al poder en uno de sus grandes refugios, la Europa de los mercaderes.

Brindemos porque la gran abstención y el avance de Podemos hayan resultado una bola imparable. Pero que los brindis y los festejos no nos hagan creer, por ejemplo, que la República, por sí misma, es nuestro «nuevo reino». Claro que puede ser un gran paso adelante, pero no por instaurar la República sino si se consigue restaurar la democracia.

Una respuesta a «Restaurar la democracia»

  1. Parece que estoy vivo pero estoy muerto. Me creo rico pero soy un pobre desgraciado tengo que reanimarme echarme un colirio que recobre la vista pasar diversas pruebas.

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