En esta campaña electoral es como si la partida se jugara en dos tableros: uno es el de los candidatos y otro, al que nadie quiere mirar, el de una corrupción que crece sin límites
El que se está jugando ahora, con la campaña electoral (algunos habrán notado que ya «estamos en carrera») es un juego extraño. Parece que hubiera dos tableros distintos y nunca se sabe si lo que pasa en uno de ellos tiene o no alguna influencia sobre lo que pasa en el otro. Me refiero a que por una parte se acumulan denuncias de corrupción, que cada vez abarcan mayores territorios geográficos y políticos… y por otra parte, los candidatos hacen sus florituras y parece que hubiera una norma de hierro que todos cumplen: no mirar al otro tablero. Es como si se empeñaran en hacer una campaña «limpia», lo que en realidad quiere decir que toda la suciedad debe ocultarse bajo la alfombra. A veces, con las prisas, la echan bajo una alfombra que irremediablemente tendrá que levantarse al poco tiempo, lo que dejará toda la porquería a la vista.
La forma de jugar esta extraña partida tiene un toque esquizofrénico. Son dos tableros donde discurren realidades aparentemente diferentes… Pero solo aparentemente. Nadie sabe cuándo la tozudez de la realidad puede hacer irrupción y mezclar lo que ocurre en uno y otro tablero.
¿Cómo escapar a ese miedo? Podría decirse que cada uno exorciza esa amenaza a su manera. PP y PSOE siguen tirándose mierda mutuamente, con la esperanza de que el rival resulte más perjudicado y con la tranquilidad de que tampoco importa demasiado cuál de los dos sea el primero del ranking. Tanto uno como otro serán «sumisos a Merkel», según la socialista Valenciano ha dicho del popular Cañete, sin inmutarse, como si no sospechara que los votantes piensan lo mismo de ella.
A su turno, los partidos pequeños siguen arrojando toda la suciedad a los dos partidos mayores, convencidos de que ellos –los pequeños– serán beneficiarios del enorme desprestigio de los dos antiguamente llamados «mayoritarios». Y luego está esa pléyade de nuevas propuestas, todas creyendo que «podemos» pero una sola que se llama «Podemos». Gente muy bien intencionada en general que cree, a su vez, que el desprestigio afectará a todos los demás, menos a los propios. Casi todos son presuntos herederos del 15M (la Red, el Partido X, el Partido Democrático, etc.) y su mensaje viene a ser aproximadamente éste: todos los partidos existentes son lo «viejo»; nosotros somos «lo nuevo». Puesto que el hedor de la corrupción ha asfixiado a los demás partidos y ellos puedan capitalizar el descontento, cosa que cada uno espera para sí, obviamente; lo cierto es que entre ellos compiten por ese único espacio teóricamente «unificador»… pero que en realidad se partirá en trocitos entre todas las propuestas que quieren capitalizar el descontento.
Y todavía más allá de todo eso, quienes creen que lo más sano es descalificar al Sistema en su conjunto. Y aún en este «bloque» nada compacto (de muchos ciudadanos, pero cada uno por libre) hay muchos matices: los partidarios del voto en blanco, los que prefieren anular la papeleta escribiéndole encima un anónimo insulto (no faltan los que proponen darle un toque de humor a la urna y votar por Belén Esteban) y los que lisa y llanamente se abstienen de votar.
Desde esta última «trinchera» (reivindiquemos románticamente el sentido bélico y poderoso que antiguamente le dábamos al voto) los movimientos del candidato Cañete, que en tantas fotos aparece como un devorador de chuletas, y los de la candidata Valenciano, réplica femenina del semiescondido Rubalcaba, parecen seguir una coreografía nacida de la artística mano de un experto en márketing: «giren, muévanse con gracia, con elasticidad…» –parecen decir a ambos– «y sobre todo no miren nunca al otro tablero…acordaros que eso es lo principal, el tablero de la corrupción no existe».
Esto es algo que quisieran poder hacer todos y principalmente la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que, en medio de sus pasos de danza, calculados y prudentes, ha pisado un baldosa floja y se ha cubierto totalmente de barro… ¿De qué le sirve haber llegado hasta allí aparentemente sin mancha? Si hubiera quedado salpicada antes, al menos tendría la ventaja de la plana mayor del PP nacional: que están todos más entrenados ya que llevan tiempo metidos en el pantano y ahora rezando –¡cómo no!– para que el candidato Cañete siga ejecutando su danza sin distraerse.