Lo de Esperanza Aguirre fue algo espontáneo que confirmó lo que ya sabemos: que la justicia no es igual para todos. El caso de la Corrala Utopía es misterioso: ¿quién se benefició?
Según nos enseñan las novelas policíacas clásicas el culpable siempre se encuentra buscando a los beneficiarios del crimen. Para complicar las tramas ha habido que acudir a una variedad de beneficiarios. Pero tanto para las policíacas como para cualquier otro misterio, la famosa pregunta sobre los beneficiarios suele ser la clave.
Claro que hay ocasiones en las que no surge con claridad la identificación del beneficiario. El embrollo es tal que el misterio resulta impenetrable. Son las perlas que pocas veces se encuentran: actos espontáneos. Por ejemplo, la atropellada de Esperanza Aguirre (literal: se llevó por delante la famosa moto policial). ¡Qué estupenda perla! Es demasiado buena y por eso se han lanzado sobre ella amigos y enemigos y estos últimos en todas sus variedades: desde sus competidores/as del PP para la futura alcaldía de Madrid (y aún para ambiciones mayores) hasta todas las categorías de «opinadores» de las web del 15M y afines, sin olvidar los rivales tradicionales de la señora. ¡Imagínense! Quizás la única figura con «futuro» del PP echa su «buena imagen» a los pies de las motos de un puñado de policías de tráfico… Creo que al episodio no se le puede sacar ya más partido pero habrá, sin duda, un revival de cachondeo en cuanto Doña Esperanza aspire a algún cargo. Pero hay algo que ya ha quedado ahí, como una ofrenda de mierda en el medio de un escenario: que la justicia, efectivamente, de modo coherente con el Sistema que tenemos, no es igual para todos. Lo ha dejado bien claro ese solapado enemigo del sistema, que todo lo sabotea, incluso cuando babosea su admiración: Fernando Sánchez Dragó. Defendiendo la insolencia de Aguirre, dice: «No creo que me retire su amistad si digo que es una maja, una chulapa, una manola, una heroína de zarzuela (…) la reencarnación de La Revoltosa…» etc., etc. Ya se sabe: «defiéndeme de mis amigos que de mis enemigos me cuido solo».
Pero hay otro episodio, también tocado por la chulería y de tono zarzuelero (aunque con poca gracia) en el que lo de «a quién beneficia» tampoco ha quedado claro pero en el cual tampoco se encuentra la «perla» de lo espontáneo. Al contrario: parece todo planificado al milímetro pero el cálculo de los beneficiarios no cuadra. Por tanto, hay que acudir a la «tercera vía». Sin descubrir quién se beneficia y sin que se vea ninguna espontaneidad, hay que retroceder al punto de partida para aceptar que no se encuentra al beneficiario porque no está… por tanto, alguien se equivocó en los cálculos y se creyó equivocadamente que podría sacar alguna ventaja.
Estamos hablando del choque «interruptus» entre el PSOE de Susana Díaz e Izquierda Unida. Un choque que, cuando ya iban a empezar a contar las bajas, hubo que interrumpir la operación porque la película comenzó a rebobinarse: no había existido ningún choque… mirando con lupa el lugar del encontronazo frustrado, efectivamente, aunque parecía un milagro de vísperas del Domingo de Ramos,… ¡no hubo ni un rasguño! ¡Todos indemnes!
Supongo que conocen más o menos la trama, que parece casi un problema matemático: eran 22 familias, de las cuales 5 desaparecieron y quedaron 17; 9 fueron puestas entre paréntesis y bajamos a 8… que esas fueron las familias realojadas de la Corrala Utopía. Resumiendo: Izquierda Unida quería realojar a 22 y acabaron realojando a 8 familias; la presidenta andaluza quitó poderes a la consejera de Vivienda (de IU) y al día siguiente se los devolvió… una vez consultados los sabios que lograron la simplificación (de 22 a 8).
Si algún beneficio pudo querer alcanzar la presidenta Susana Díaz, fue el de mostrarse «de izquierdas» pero «legalista»: los realojos suponían retrasar la entrega de viviendas a los apuntados en la lista de ciudadanos necesitados de un techo. En cambio, IU dio una imagen de «izquierdas» aunque sea pasándose varios pueblos y dejando a la lista de espera «congelada». Pero estaba claro que el «momento» exigía un «acto heroico»: entregar viviendas para el realojo de la Corrala Utopía. Entre tanta aritmética me quedé sin enterarme por qué no se impidió el desalojo, que hubiera evitado el drama de las familias y el disgusto de los políticos.
El futuro dirá si alguien se benefició del rifirrafe o si alguien (o todos) se equivocaron creyendo que este show casi semanasantero representaba beneficios (electorales, que es lo único que hoy les importa a todos) para alguno de los protagonistas.