¿Cómo puede el mundo entero cerrar los ojos al ‘apartheid’ de los palestinos, creado por Israel, que imitó y perfeccionó el racismo de Estado de la Suráfrica contra la que luchó Mandela?
Hemos hablado tantísimas veces de que el Sistema tiene su propia vara de medir, diseñada para dar distintos resultados midiendo lo mismo o para dar el mismo resultado midiendo cosas diferentes. De ahí que se encuentren situaciones tan extrañas como que un gobernante puede ser moral y legalmente condenado por lo mismo que hace la CIA metódicamente, dejándose resbalar por las condenas morales y a salvo siempre de cualquier condena legal.
Vale. Lo sabemos y trataremos de tomar en cuenta mentalmente esa disparidad… Pero las cosas no funcionan así. El gobernante, (dictador, demócrata o lo que sea) que ha recibido el anatema del poder mundializado, recibirá una carga constante, cotidiana, y se proveerá a los medios de comunicación de abundante leña para mantener viva la llama que lo incinerará… una llama que, con los refuerzos necesarios, nos dará pie a una guerra o un boicot punitivo que todo el mundo aplaudirá. Es obvio que la CIA, el Pentágono, o quien represente al Imperio en cada caso, no tendrán que responder por ninguno de sus crímenes y atropellos… y solo muy de tarde en tarde se escuchará una voz, apenas un murmullo, que nos recuerde la diferencia entre las varas de medir.
Ese «fenómeno», que no tiene nada de natural, se está dando en un caso paradigmático, tan patético que hay que hacer un esfuerzo cotidiano para no ver la sangrante realidad: el aplastamiento, por momentos al borde de la aniquilación, del pueblo palestino. Produce asombro ver a Israel queriendo justificarse con sus eternos argumentos victimistas: en este medio siglo último el Estado Judío ha pasado de ser ese territorio «rodeado de enemigos»… a convertirse, cada vez más nítidamente, en esa especie de «capataz» siniestro de Occidente para Medio Oriente, empinado sobre la complicidad de monarquías siniestras. Produce amargura que mucha gente defienda su «buena fe» pero se niegue a ver que no hay ninguna posibilidad de equiparar al Estado Judío con el pueblo palestino. Durante la sublevación del Gueto de Varsovia ante sus asesinos nazis… ¿se hubiera atrevido alguien a equiparar a uno y otro «rival»?
Es imposible. Pero todavía nos resistimos a ver lo que está ante los ojos del mundo entero: los palestinos son víctimas del ‘apartheid’, en condiciones iguales o peores de las que espantaron al mundo en Suráfrica y dieron su aura mitológica al recientemente fallecido Nelson Mandela. Hoy, aunque entre los palestinos hubiera un Mandela no podríamos reconocerlo –ni conocerlo– porque los medios de comunicación lo mantendrían ignorado…
El ‘apartheid’ es de tal magnitud que todo el territorio del que debería ser un futuro Estado Palestino está cruzado por murallas, y plagado de cuarteles y de urbanizaciones con colonos israelíes, que cometen delitos impunes contra los palestinos (¡en las que teóricamente son tierras de ellos!) y que van dejando para ese hipotético Estado futuro unos pequeños trozos recortados que jamás podrán formar una unidad política. Cuando una familia palestina construye una casa, hay muchas posibilidades de que el ejército israelí aparezca y la derribe… Un dato espeluznante: el 55% de los palestinos que han protagonizado ataques suicidas habían nacido en casas que fueron destruidas por Israel.
Aquel siniestro ‘apartheid’ surafricano, que horrorizó al mundo, ha sido sibilinamente «perfeccionado» por Israel… ¡Pero seguimos sin verlo!
Israel ha puesto la situación en un punto tal que solo se abren dos posibilidades: o dos Estados, y el de los palestinos, como queda subrayado, ya prácticamente es imposible; o un único Estado –todos ciudadanos de Israel– que es menos posible aún porque los palestinos carecerían de los derechos más elementales.
Dicho de otra manera: Israel ha instaurado un régimen político de dominación tal que los palestinos solo pueden buscar refugio, una vez más, lejos de su tierra o ser una mayoría –mayoría siempre en crecimiento demográfico– constantemente humillada, aplastada y condenada a la infravida o a la muerte misma.
¡Estamos viéndolo! ¡Día tras día! ¿Qué hace a la tragedia de los palestinos ser «invisible»? ¿Es que no merecen la misma solidaridad mundial que en su día se brindó a los negros surafricanos? ¿Tendría que resucitar Mandela y ponerse al frente de la causa palestina para que nos conmoviéramos? Y si no somos capaces de parar este genocidio… ¿qué cambio podríamos promover en el mundo?