En Ucrania nada es lo que parece: el dictador destituido fue elegido por votación popular; y las «democracias» europeas han sido las propulsoras del golpe de Estado
El proceso de Ucrania ofrece la extraña sensación de un ensayo de laboratorio. Todas las fuerzas están «en presencia». Las que actuaban en las llamadas «primaveras árabes» y otras que aparecían poco (trataban de meter sus zarpas pero no se notaba tanto). Está la superpotencia norteamericana; están los socios «menores», los de la Unión Europea; está Rusia como resto de la extinta URSS; está un dictador corrupto y brutal (pero convalidado por las urnas); están las fuerzas políticas que quieren funcionar al «estilo occidental» y está un movimiento popular tipo 15M, desconfiado de los partidos y con sus caóticas divisiones (acusándose unos a otros de fascistas).
Para colmo, Ucrania está en la frontera misma entre la Unión Europea y la ex Unión Soviética, un lugar de enorme peso estratégico, y por eso atrae a tantos protagonistas y a algunos que se conforman con ser «secundarios».
Para hacer más completo el «laboratorio» ucraniano, hay diferencias regionales que crean fuerzas centrífugas. Tal melange de fuerzas disputando el terreno ha creado una situación terriblemente inestable, que cambia de «signo» apenas en unas horas. Por eso quizás sea mejor no apresurarse a sacar conclusiones.
Hace pocos días todo parecía haber llegado a un punto de acuerdo pero el fruto de la difícil negociación apenas duró porque uno de los «bandos» quiso aprovechar su posición de fuerza y arrinconar o desplazar totalmente a sus rivales. En términos más claros: el «dictador elegido democráticamente, Yanucóvich», tuvo la prudencia de desaparecer y una riada de manifestantes desfiló ante la fastuosa villa que el huido poseía, fruto de su corrupción. Podría pensarse que la riqueza de Yanucóvich provenía de sus negocios con Rusia, pero la realidad empieza a jugarnos malas pasadas: la que estaba encarcelada por haber firmado un convenio con Rusia era la líder opositora Timoshenko (que es del Partido Popular, como Rajoy) quien justamente fue liberada y arengó a los manifestantes en «el Maidan» (el equivalente simbólico de la plaza Tahrir de Egipto). Europa ha preparado una inyección de euros para la decaída Ucrania pero guardó en el cajón un plan (ya hecho, hasta en los detalles) para atacar con los recortes, con líneas marcadas por el FMI. ¡La que les espera!
Puede extrañarse uno del enorme poder de estos manifestantes, que chocaron con las fuerzas represivas y las víctimas quedaron bastante igualadas (el 18 de febrero, en una jornada de gran violencia, murieron 16 civiles y 10 policías). Aunque la composición política sea bastante caótica, los unifica la Unión Popular Maidán, que llegó a contar (o cuenta actualmente) con unos 20.000 hombres armados. Se atrevieron a atacar a las Berkut, tropas de intervención especial, cuyo autobús fue tiroteado mientras abandonaba la capital. De ahí que Yanucóvich dijera que no eran «la oposición» sino unos bandidos, vandálicos, que tomaban decisiones ilegales (incluso no fue legal su propia destitución, que exigía una investigación y un juicio formal). El desalojado presidente llegó a comparar las actuaciones de «Maidán» con «la toma del poder por los nazis» en la Alemania de los años ’30.
Y Europa… ¡Oh, Europa! Hace unos pocos días los norteamericanos acusaban a Bruselas de ser muy floja y no tomar posiciones firmes. En medios diplomáticos circulaba el chiste de que la Unión Europea «había ido con un cortauñas a una reunión donde todos llevaban navajas». Pero al final no resultó tan así. Es probable que los yanquis le hayan puesto a la UE el cuchillo en la mano y le hayan dado el achuchón para que, montados sobre el Maidan, empujaran a los rusos fuera de Ucrania… pero al final Europa dio el paso decisivo.
O sea, que las presuntas democracias occidentales, que se dejan ver tan poco democráticas, en Ucrania aparecen como retocadas con el Photoshop… Pero el caso es que… ¡nuestras «democracias» han dado un «golpe de Estado» en Ucrania!
Con estos pantallazos vamos viendo algunas cosas: por lo pronto, que el dictador desplazado acusa de «nazis» a los manifestantes y que las «democracias europeas» han dado un golpe de Estado. A los que creen que Putin es Lenin y a los que piensan que la Merkel es «demócrata» o que Obama es pacifista… a todos ellos se les pueda desear que sigan en su nube. De momento, Ucrania es un reflejo fiel de lo que hay: un mundo donde nadie es lo que dice y donde todos piensan en la sagrada meta de su propio enriquecimiento a costa de los países que haya que destrozar y los inocentes que haya que matar.