Los inmigrantes ahogados en las playas de Ceuta son las víctimas de una Europa mezquina que no se atrevió a implantar una democracia y ahora cierra las puertas que tanto costó abrir
Nos siguen advirtiendo casi cada día, señalando a pequeños grupos o partidos … «¡cuidado! ¡ésos son los malos!»… Mientras, ellos matan inmigrantes impunemente… «¡Cuidado con los malos!», nos dicen, con un índice que apunta a reales o presuntos nazis o fascistas. Y con el otro índice disparan sus balas de goma, sus bombas de gases lacrimógenos o sus ráfagas de cartuchos de fogueo… Y nos lo explican, sin sonrisas como la de la Infanta, no solo porque los «agentes del orden» deben ser serios por definición, sino porque incluso deben mostrarse compungidos por las muertes de inocentes. Una asociación de guardias civiles defiende a sus compañeros de Ceuta ya que les «estamos acusando sin piedad» pese a que el año pasado rescataron a más de 3.450 inmigrantes «de las garras de una muerte segura». Y será verdad, no lo dudamos. Lo que ocurre es que hay ahora una «pequeña diferencia»: en esta ocasión los guardias civiles, con sus disparos, arrojaron a muchos inmigrantes hacia «las garras de una muerte segura». Al escribirse estas líneas se habían rescatado 15 cadáveres. ¿O no es un crimen disparar –con cualquier objeto que sea– a alguien que está luchando por mantenerse a flote? Si arrojáramos a un gran pez sobre la playa y después le acosáramos para no dejarlo retornar al mar… ¿no lo estaríamos matando? ¿Hace falta mucha sabiduría para darse cuenta de que los humanos respiramos oxígeno extraído del aire y no somos capaces de extraerlo del agua?
Pero es cierto que los guardias civiles son los «ejecutores» de órdenes, de planes, de «ideas» que están queriendo barrer Europa, «extirpándole» migrantes de variadas etnias –incluso etnias europeas!– pero no solo para buscar «purezas» imaginarias sino para empezar a cerrar puertas y compuertas, que se habían ido abriendo o entornando. ¡Señores, la fiesta ha terminado!
Esta Unión Europea fracasada ha intentado un imposible: una alianza económica entre antiguos rivales pero sin darle (sin intentarlo, al menos) un proyecto político unificador. Y ahora que la UE está moribunda… ¿quién va a querer darle la extremaunción?
Suiza se ha negado a firmar un acuerdo para dejar «libre circulación» a los croatas. Pero hay mucho más: en un referéndum los suizos aprobaron el restablecimiento de «cuotas de entrada» de inmigrantes, aunque sean ciudadanos de la propia Unión Europea. Un paso fundamental para empezar a acotar de nuevo las nacionalidades… Las respuestas serán, probablemente, restricciones a la inmigración en Francia, Alemania, Holanda… Reino Unido.
Salvando todas las distancias, es el mismo procedimiento que utilizaron, a lo largo de unas décadas, para ir bajando el nivel de la programación de la TV y achacándolo al público, su «mal gusto», su «truculencia» o su amor por la bazofia. Pero esa caída de nivel fue propiciada desde el poder para reducir la capacidad de resistencia, de rechazo, de pensamiento crítico, por parte de los televidentes. Cuando se llega a los niveles más bajos es cuando se «denuncia» que «eso es lo que quiere el público».
Cuando se ha «fabricado» una Europa para los mercaderes, un continente lanzado a la sobreexplotación de los trabajadores para competir con los norteamericanos y los asiáticos, cuando se ha eludido cualquier control democrático y se ha fracasado en crear adhesiones a un «superestado» continental… es entonces cuando los culpables volvemos a ser nosotros, los ciudadanos, que nos volcamos al «populismo» y nos entregamos al racismo, la xenofobia…el nazifascismo. Y ahora resulta que ni siquiera los propios europeos pueden circular libremente…¡cuando solo el 2,8% de la población europea vive en un país distinto al suyo! Unos datos que tiran por tierra cuantas campañas de amenazas de «invasiones» nos han ido lanzando, desde el mismo poder, cuando nos quisieron meter miedo.
Leíamos a Manuel Vicent el pasado domingo el relato de un judío sefardita que aspira a la nacionalidad española y que conserva una gran llave de una casa de sus antepasados, en Toledo. La historia culmina con el milagro: encuentra en Plasencia una cerradura en la que su llave funcionaba… «Así es –cuenta Vicent que le dijo el judío– como se abre y se cierra el destino». Nos quedamos pensando si nos sentaría tan poética la misma leyenda si la llave y la cerradura se hubieran reunido en las manos de un musulmán… Y la asociación libre de ideas nos lleva por caprichosos caminos: ¿y si cada inmigrante trajera la llave de una antigua casa de Al Andalus? ¿Igual lo ahogaríamos?