Periódicamente, se presentan hitos en los que la decisión política se bifurca en una polarización obligada porque desaparecen los matices. Así ocurrió al comenzar la «transición» y vuelve a suceder ahora
En política se suelen presentar periódicamente unos puntos de inflexión o cuellos de botella o como queramos llamarles, cuando la realidad impone una polarización: aparecen dos grandes opciones y finalmente (casi) todo el mundo tiene que decantarse por una de ellas. Después de pasado el «hito», lo habitual, en verdadera democracia, es que vuelvan a desplegarse distintos proyectos con propuestas plurales. Hasta el hito siguiente.
Uno de aquellos hitos fue el referéndum constitucional. En aquel entonces, nos guste o no ahora, se plebiscitó la nueva Constitución. Quizás otra definición tajante, que no dejó «términos medios», fue dar paso a un gobierno socialista. No sé si en estas últimas décadas hubo más hitos de esos que fuerzan la polarización.
¿Nos estaremos acercando a otra coyuntura polarizadora? Mi impresión personal es que parece que no pero probablemente sea que sí. A mi modo de ver, si alguien cree que la opción está entre el PSOE y el PP, se equivoca de medio a medio. Entre los dos partidos hasta ahora mayoritarios cada vez se recortan más las diferencias. Por momentos puede parecer que no es así pero es porque el PP se lo está poniendo muy fácil al PSOE. Los socialistas, con decir que recortarán «un poquito menos» en esto o en aquello ya parece que crean un elemento diferenciador importante.
El jefe de campaña de los socialistas para las europeas, Oscar López, dice que hace un par de años el PSOE tenía un «camino durísimo» por delante porque había perdido 4 millones y medio de votos y que, tras una «digestión pesada», se ha puesto en marcha «un proyecto político nuevo liderado por… Rubalcaba».
Mientras el encargado de campaña dice cosas tan surrealistas como esa –que Rubalcaba puede representar lo «nuevo»– en Izquierda Unida Andalucía hay una verdadera sublevación contra la continuidad del pacto con los socialistas.
Pero mucha gente cae bajo la tentación de simplificar en exceso la realidad: «si rompemos el pacto entre IU y PSOE –se dicen- estaremos entregando el gobierno al Partido Popular». Ese es un modo interesado de promover la polarización forzada. Porque, al fin y al cabo, el escándalo de los sindicatos, particularmente de la UGT, no para de manar corrupción, y ya se acabaron los fuegos artificiales de Susana Díaz, la flamante presidenta andaluza. Actualmente, con el bipartito, somos la comunidad que menos gasta en sanidad de toda España; se ha rebajado un 10% el gasto en educación y se recortan las pagas extras… La Candidatura de Unidad de los Trabajadores (CUT: Sánchez Gordillo, para entendernos) denuncia la búsqueda «desesperada» en IU de acuerdos de gobernabilidad con el PSOE y la persistente negativa a reconocer a Griñán y Manuel Chaves como «máximos responsables políticos» de los escándalos de los ERE.
En realidad, lo esencial ya estaba ampliamente demostrado, sin necesidad de nuevos hechos: desde el gobierno nacional, tanto Zapatero como Rajoy se mostraron obedientes a los deseos de la «troika» y dependientes del gran capital financiero. Y si se pueden admitir «grados» (la etapa Rajoy fue de entrega absoluta y sin matices) a la vista de lo que está ocurriendo en otros países de la UE parece que obedecen a etapas diferentes: a medida que el gran capital apretó más las tuercas la sumisión se hizo mayor.
No hay, pues, una polarización entre los dos partidos mayores. Hay, sí, un cúmulo de pequeños partidos pululando. La semana pasada señalábamos la ausencia de una fuerza «más radical» que el PP, y a los pocos días surgió «Vox» justamente para cumplir ese papel. Y están queriendo tirarse a la piscina dos o tres proyectos que quieren heredar el espíritu asambleario y algunas de las reivindicaciones del 15M. Pero no parece tampoco que sea momento propicio para la dispersión.
Sí que hay un hito. Hemos ido comprobando, cada día con mayor fuerza, el aumento de la represión y la persecución de las protestas en cualquiera de sus formas,… hemos visto recortar e incluso anular derechos fundamentales… hemos visto cómo van desapareciendo las formas democráticas. Nos espera, pues, un punto de inflexión fundamental: deslegitimar este Sistema que funciona con trampa. La polarización que se nos presenta a la vista es quizás la más importante desde aquel referéndum constitucional: consiste en negarle nuestro voto al sistema, en denunciar con nuestra abstención que no participamos del engaño. En suma: nuestro hito histórico en 2014, nuestra polarización natural, es, simplemente, votar o no votar.