Hay mentiras fáciles de poner en evidencia. Otras están más enmarañadas. Europa misma se ha convertido en un galimatías difícil de desenredar, a menos que se diseccione la realidad sin prejuicios. La punta del ovillo está, sencillamente, en el poder de Alemania. Europa está bajo el poder de Alemania, aunque se vean por allí brazos agitándose y piernas que se estiran y se encogen€ son los que quieren liberarse y notan que ya es tarde.
Es verdad que el poder alemán ya era evidente. Pero tenemos la tendencia a observar fenómenos pero no «incorporarlos» al análisis de la realidad€Continuamos por el camino que nos marcan los medios de comunicación, que siguen hablando de la vida cotidiana como si no fuéramos a sacar conclusiones. Ahí está la «troika», está la burocracia de Bruselas€ y hasta está el Parlamento Europeo. Hablando de esas formalidades institucionales van borrando o difuminando eso que todos sabemos: que el núcleo del poder está en Berlín.
Detectar que somos subordinados de Alemania nos permite ver con claridad otras cosas. Hace 15 años en la Unión Europea saltaron todas las alarmas porque Haider, hoy fallecido, participaba de una coalición de gobierno en Austria y estaba «etiquetado» como ultraderechista o neonazi. El hombre hasta prometió viajar a Israel para hacerse perdonar. En estos 15 años llegaron al poder, y como protagonistas, gente cuyo pensamiento está «a la derecha» del de Haider, como el propio Berlusconi y el mismísimo Rajoy, sin que nadie en Europa se rasgue las vestiduras. Al contrario, parece que son unos espléndidos aliados del poder alemán. Al tiempo, hemos visto (¡como tantas veces antes, pero lo olvidamos rápido!) cómo gobiernos «izquierdistas» como el de Tony Blair, fueron actores principales de invasiones y bombardeos de pueblos, junto a «nuestro» Aznar y al inefable George Bush (Jr.). Y ahora mismo, vemos a otro etiquetado como socialista, el presidente francés Hollande, no solo perseguir y expulsar a gitanos sino enviar ejércitos a África reeditando la época más siniestra del colonialismo€ ¡sin que nadie se escandalice! Y hemos visto a una heterogénea coalición de gobierno italiana dejando morir a un centenar y medio de inmigrantes frente a la isla de Lampedusa.
¿Dónde está el racismo? ¿En una ideología? ¿O en todas las ideologías de los que gobiernan? La explicación que nos dan es rocambolesca: nos dicen que hay unos partidos y grupos «malos» que son racistas por naturaleza€ no se sabe bien por qué pero consiguen cada vez más votantes€ esta terrible situación obliga a los grandes partidos (habitualmente conservadores y socialdemócratas) a hacerse también racistas para no perder votos€ Y así es como los gobernantes, pobres, se hacen racistas casi sin quererlo. Entonces, para despistarnos (¡y lo consiguen!) señalan hacia los «radicales de derechas» y nos dicen: «¡ahí está el peligro! ¡Esos son los racistas!».
Los «neonazis» deberían ser admiradores de Alemania, como siempre ha ocurrido. Pero no lo son. En Grecia, por ejemplo, crece «Amanecer Dorado». Un miembro del sindicato de profesores griego le ha explicado a un periodista, en estos días, que una niña «muy inteligente» empezó a irse con mayores que le hablaban de «Amanecer Dorado»€ «Le atrajo su discurso antisistema contra los políticos que han arruinado nuestras vidas –explica–€ los niños quieren cambiar el mundo y siguen esa retórica».
Una de las confusiones que el sistema utiliza sin avergonzarse es igualar a los «ultras» de derecha y de izquierda, al movimiento «Cinco estrellas» italiano con los del Partido Pirata o con Amanecer Dorado, a la francesa Marine Le Pen o al holandés Geert Wilders€ Y en ese saco mete a todos los antisistema, a todos los que resisten al poder del euro y de Alemania. De ese modo nos enfilan contra estos heterogéneos grupos, si es posible adosándoles a todos la etiqueta de «neonazis» (y, si no cuela, la de «populistas» y «extremistas»). El caso es que embistamos contra este enemigo que tan oportunamente nos presentan como el «gran peligro». Y saben que esa consigna prende rápido: dar la voz «a por el facha» es, como en las películas neorrealistas italianas de pos guerra, gritar «al ladro, al ladro»€ y todo el mundo se aplica a la persecución. Mientras, ellos (derechistas, moderados, conservadores, socialistas€) ejecutan desde el poder las atrocidades que, según nos previenen, paternalmente, harían «los otros». Esos peligrosos enemigos ya están en el poder: ¡los «otros» son «ellos»!