Entramos en la etapa de los «cantos de sirena» de los partidos: los mismos «asadores de vacas» que se han cargado la democracia se ofrecen como voluntarios para «reciclarla»
La madre de uno de los implicados en alguno de los muchos asuntos turbios que han quedado a la vista dijo que su hijo tenía dinero «p’asar una vaca». Parafraseando aquel histórico lema del 15M («no tenemos pan/pa’ tanto chorizo») diríamos que nos faltan muchísimas vacas para los asados de los que nos están devorando hasta las tripas. Sabemos –vaya si lo sabemos– que el gobierno de España (por llamarlo de alguna manera) está corrompido hasta el tuétano. Y que lo están los nacionalistas catalanes de CIU. Y que lo está el PSOE, sobre todo en su gran finca andaluza. Y que Izquierda Unida es campeona de malabarismos para seguir «en misa y repicando»: en misa, asociada y sostén del PSOE; y repicando, queriendo apuntarse a todas las protestas y agitando unos banderines con 3 o 4 ideas «progres»… Anda por ahí también la UPyD de Rosa Díez, con la ventaja de que prácticamente no «toca poder» pero en cuanto a «ideas» muy poco diferente de los dos partidos mayores.
De modo que estamos entrando de lleno en la etapa de los «reciclajes». Pero no de esos que alegran la vida a los jóvenes alternativos, paliando los efectos devastadores de la «gran estafa», metiéndole mano con habilidad a objetos aparentemente inservibles, a los que a veces consiguen dar nueva vida útil.
En realidad sí que es un caso similar: los partidos políticos también se han demostrado inservibles y pretenden conseguir una nueva «vida útil». Pero mientras los jóvenes recicladores saben buscar objetos apropiados, los partidos no tienen la oportunidad de hacerse útiles de nuevo. Tanto sus materiales ideológicos como sus elencos dirigentes están caducados: son justamente los asadores de vacas, especie imposible de reciclar.
Los peperos ni siquiera intentan un verdadero «lavado de cara», porque creen que para eso bastará con repartir algún dinerillo en vísperas de las próximas votaciones (las europeas). Cuentan, además, con la visible imposibilidad de recuperación socialista.
Resulta curioso el fenómeno Susana Díaz. Heredera del viejo poder de Griñán y Chaves, lo primero que hizo fue entrevistarse con Rajoy. Algo así como llevarle el recado de que ella es ahora la que «corta el bacalao» en el PSOE. Y no deja de ser sorprendente (¡oh, manes del partido único PPSOE!) que todos los medios, cualquiera sea su «orientación», elogien a la nueva «lidereza». Es joven, guapa, buena oradora y con personalidad propia y bastante genio. Con todo y con eso, tiene dos problemas muy gordos. Uno al que no va a poder esquivar, lo haga como lo haga, y es que la corrupción de «su» PSOE y «su» Junta de Andalucía, no tiene cirugía: no hay por dónde operar. Intentan cortar por «lo sano» pero no lo encuentran. El otro problema gordo es que ha apostado por mantener a Rubalcaba. Es una decisión táctica, no estratégica. Rubalcaba, absolutamente incinerado, seguirá ahí, aguantando un chaparrón que ya parece el diluvio universal. De ese modo, Susana puede seguir relativamente a cubierto y asomarse con ese paraguas lleno de goteras que es «su» PSOE andaluz. Así, hasta que llegue el momento en que ella pueda dar el salto, no habrá encumbrado a rivales potenciales porque ahí ha dejado, como un poste, a Rubalcaba. Pero esa hábil táctica tiene un fallo estratégico: ¿Cómo recuperar al PSOE con un «líder» (por llamarlo de alguna manera) totalmente quemado? A la hora del inevitable relevo del «quemao», el PSOE habrá perdido un tiempo vital.
Lo principal está ahora en manos de nosotros, los votantes. Como Ulises, tendremos que taponarnos los oídos sin dejar ningún resquicio para no escuchar el concierto de cantos de sirenas… Todos los partidos sueñan con reciclarse y todos comienzan a danzar de nuevo sus presuntas concordias y discordias. Hablarán de reformas que nunca han querido, ofertarán poner límites (imposibles) a los bancos, prometerán cambios sociales para restañar heridas que ellos mismo provocaron… Yo espero que no me convenzan… pero… ¡Cuántos cultores del «voto sagrado» creerán que acudiendo a las urnas están honrando las luchas de sus abuelos! Sin ver que seguramente muchos abuelos se reirían de nosotros viéndonos chocar una y otra vez con la misma piedra: una democracia absolutamente falsificada. Una democracia imposible de reciclar mientras lo intenten los mismos que la destrozaron. Normalmente, los mismos que machacan un objeto hasta dejarlo inservible no son los más aptos para reconstruirlo… ¡y querer venderlo como nuevo!