En tiempos de pensamiento único y de una ciencia casi totalmente al servicio de la tecnología y de sus grandes beneficiarios (las multinacionales que crean negocio a partir de muchos de esos «avances»), algunos pensadores están «repensando» la posibilidad de pensar…valga el galimatías. ¿De verdad podemos pensar libremente? Los recientes descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro lo ponen en duda.… En este pensar sobre el pensar incluso los más veteranos se meten en algún momento por desvíos que rozan las fronteras de la ética.
El neurobiólogo David Eagleman, en su interesante libro Incógnito nos pone al día sobre los galácticos mundos de un cerebro donde la parte consciente es casi un apunte al margen: casi todo lo que hacemos se canaliza por respuestas automáticas que no controlamos. Si Rafa Nadal «pensara» cómo va a devolver un revés, fallaría siempre… es mejor que siga dejando su carrera profesional en manos de sus elaborados programas cerebrales automáticos. En esa fascinante navegación, el neurobiólogo termina extraviándose por el camino de querer darle un uso práctico a esa nueva sabiduría. Cada vez se hace más difícil saber cuándo reconocer a un delincuente su cuota de «responsabilidad»…. Si la consciencia apenas toma cartas en la mayoría de nuestras acciones…¿Cuándo seremos legalmente responsables? El sendero se hace tortuoso y surge la tentación de querer «modificar» el comportamiento con enjuagues de laboratorio: tal vez haya recetas para mejorar la parte «virtuosa» del delincuente. Y ahí, desde luego, está el peligro. ¿Qué es, realmente «virtuoso»? ¿Quién va a identificarlo? ¿Quién va a tomar la decisión de «intervenir», como se puede «intervenir» en Siria o en Libia, en el cerebro de un ser humano? Abrir paso a la capacidad de «intervenir» para «mejorar» a las personas es un camino peligrosísimo para el futuro de los humanos.
Glosando dos libros de Aurelio Arteta sobre los tópicos, Daniel Innerarity navega, a su vez, por los océanos de toda una serie de certezas que constituyen nuestro entorno. Sostiene que en el mundo de hoy «hay una gran comodidad que consiste en poder dar muchas cosas por supuestas». Si rechazamos ese mundo de tópicos en el que nos movemos volveríamos «a la sobrecarga de nuestra capacidad de decidir». Y concluye que «solo un nostálgico podría considerar que esta forma de ignorancia informada (en la que vivimos) es algo fundamentalmente negativo». Cita a Whitehead: «La civilización avanza en proporción al número de operaciones que la gente puede hacer sin pensar en ellas».
Por otras vías, viene a coincidir con algunas de las conclusiones del neurobiólogo. Dice Innerarity que «pensar es, en su forma más elemental, la capacidad de interrumpir. Pensar equivale a ausentarse de esos cómodos entornos y quedarse de alguna manera solo». Después se desliza a una indirecta defensa del Sistema: «Para ciertas cosas la originalidad es sospechosa y la conformidad con la mayoría es una garantía de racionalidad». Dicho de otro modo: plegarnos al pensamiento único resulta racional; pero con una corrección: el Sistema crea y sostiene un enorme tinglado de aparente «racionalidad» y ese es como un gran paraguas en el que nos meten… o nos metemos solos. Eso no quita verdad a una observación posterior: «Con frecuencia, los indignados y los rebeldes son tan presos del lugar común como los resignados».
¿Dónde está, pues, la posibilidad de escapar del pensamiento único, de huir de los viejos tópicos sin caer en tópicos nuevos? Dice Innerarity: «Los humanos necesitamos no tener que pensar en todo para poder pensar en algo». Por ahí puede haber una pista para huir de unos y otros tópicos: imitar a la superespecialización en la que la ciencia lleva tanto tiempo, realizando un periplo similar: parcelar la realidad creando zonas y voces «de confianza», desde una plataforma rupturista con el Sistema… Quebrar la confianza en las fuentes «oficiales» de conocimiento para ampararnos en una «red» de pensamiento alternativo que piense la realidad en distintas facetas y desde diferentes ángulos… y tratar de reunir después en un mismo haz esas aportaciones. Al fin y al cabo, los propósitos de los comentados libros de Aurelio Arteta constituyen «un verdadero ejercicio de resistencia a que nos piensen otros». ¿Podríamos realmente crear una red de pensamiento crítico que escape de los tópicos impuestos por el Sistema sin adoptar los nuevos tópicos, dándolos por válidos solo por ser «antisistema»?