¿Cómo explicará Obama que, medio siglo después del «sueño» de Luther King, los negros sean condenados mucho más que los blancos y la desigualdad haya crecido?
Mañana, miércoles, el presidente Obama hablará, urbis et orbe, desde el mismo sitio en que Martin Luther King lo hizo hace medio siglo, arrancando con una frase que no estaba en el guión pero que tuvo prodigiosos efectos de márketing: «Tuve un sueño» (I have a dream). En Estados Unidos, como en todos lados, hay gente con mucha mala leche: un comentarista dijo que en Obama se puede traducir la frase como I have a drone.
Efectivamente, la «seña de identidad» de Obama está en los aviones asesinos, sin piloto, que se dedican a matar supuestos terroristas y que, pese a su eficacia, además de «ejecutar» sin juicio a los que el Imperio persigue, matan también a una cantidad muy grande de ciudadanos a los que ni perseguía ni conoce de nada. Vamos, que ni siquiera estaban siendo espiados.
Pero el caso es que este medio siglo transcurrido entre dream y drone está siendo investigado por toda clase de expertos para tratar de comprobar cuánto se cumplió de aquel sueño y cuánto falta por cumplir; o, más exactamente, si se puede seguir pensando la realidad en términos de «sueño», porque los sueños se transforman muy fácilmente en pesadillas.
(Aquí puede pensarse que ya hemos disgustado a las huestes del «pensamiento positivo» que todos los días recuperan alguna frase célebre, de otros contextos temporales o espaciales, en las que se reivindican los sueños y las utopías. La cuestión está en no ver la realidad o, al menos, mirarla tapándose un ojo).
En estos días se aprecia la inminencia de un ataque a Siria como un nuevo dato de la forma cómo Occidente trata a los que sacan los pies del tiesto. Seguramente sabréis que se trata de terroristas. El gobierno terrorista de Al Asad (según Occidente) el terrorismo de las fuerzas rebeldes (según el gobierno de Al Asad), y el terrorismo más poderoso, que es el del propio Occidente (capitaneado por Estados Unidos, seguido por los acólitos europeos y siempre con Israel como gran «exportador» mundial de terrorismo de Estado).
O sea, todos terroristas. Como los Hermanos Musulmanes de Egipto (según los militares) o como el propio ejército egipcio (según los masacrados musulmanes).
Pero estábamos en el sueño de Luther King. En Estados Unidos hay actualmente unos 100 millones de negros y latinos. Los blancos superan a esta suma de minorías por 5 a 2: son unos 250 millones. Pero este último dato hay que matizarlo porque dentro de ese conjunto hay minorías como los irlandeses y los asiáticos.
De los datos coleccionados por quienes investigaron lo ocurrido en este medio siglo surgen dos que son estremecedores: los negros tienen 6 veces más probabilidades que los blancos de ser condenados por cualquier tribunal; y la desigualdad … ¡es mayor aún que hace medio siglo!
Seguramente mañana Obama pronunciará un buen discurso –su capacidad oratoria es muy reconocida– y se centrará en sí mismo… ¡un presidente negro! ¡Qué más se puede pedir! Es un argumento contundente. Aún cuando sea «café con leche», Obama rompió un muro. Pero queda en pie el «misterio» de que, en cuanto al racismo, la sociedad haya avanzado tan poco…o haya retrocedido.
Es lo que le ocurre a Obama prácticamente en todos los ámbitos: sus propuestas reformistas y su oratoria directa y hábil, tienen poco que ver con sus realidades. Tampoco querría internarse en un nuevo Irak o un nuevo Afganistán, pero está a punto de meterse en la aventura siria.
Todo, como lo hemos comentado en otra ocasión, gira alrededor de Irán, que es uno de los pocos focos efectivos de resistencia al Imperio que queda en pie. Está en duda que el Gobierno sirio haya utilizado o no armas químicas: Al Asad no se caracteriza por su amor a la verdad y el Imperio asegurará que sí las usó si le conviene tener un pretexto para lanzar sus misiles. Pero el caso de Irán resulta más patético: sin tener la bomba atómica, al menos hasta ahora (que sí la tienen en Israel, en Pakistán, en China, en la India…), es perseguido como si la tuviera. Arrasar a Al Asad es quitar uno de los pocos puntos de apoyo para Irán.
Podría decir Obama que, además de los drones, tiene una «pesadilla» (I have a nightmare): que no le queda más que atacar a Siria….aunque vuelvan a chocar frontalmente su imagen y su realidad. La cuestión es sencilla: ningún líder político al frente del Imperio puede desatender los intereses del Imperio. Es el mundo el que está viviendo una pesadilla: la dictadura mundial. Lo de Siria no es más que un nuevo episodio.
Horacio Eichelbaum es periodista y escritor.