José Antonio Marina cree haber encontrado una ´ley ética´ que debe estar por encima de la democracia? ¿Quién la va a aplicar? ¿Un Imperio que asesina y tortura sistemáticamente?
Cuando se quiere explicar la realidad desde alturas ‘científicas’ o especulaciones filosóficas, se suele caer en teorías que quieren descubrir fórmulas o leyes infalibles. Tal puede ser el caso de José Antonio Marina, quien acaba de publicar un artículo, La Primavera en llamas, en el que sostiene que «la democracia no es la norma suprema, sino que tiene que estar sometida a derechos superiores a la democracia, de origen ético, no religioso». La cuestión es bastante conocida: los ‘derechos humanos’ deben estar por encima de todo. Un principio teórico con el cual, en principio, todos podemos estar de acuerdo. Pero hay una cuestión básica que se suele saltar, como si se tratara de una de esas espinillas de pescado que nos pincha cuando estamos masticando el bocado: ¿quién defenderá los derechos humanos? Dicho de otra manera: ¿quién tomará las decisiones que están ‘por encima’ de la democracia si no son los democráticamente elegidos? El bocado se nos atraganta: hay muchas espinas y nos tendremos que emplear a fondo para retirarlas…
Estamos ante el trágico espejo egipcio. Según Marina «…se plantea el problema de que una fuerza no democrática –al menos según los estándares occidentales— como son los partidos islámicos, puede alcanzar legalmente el poder». Entre esos guiones navega Marina: ¿cuáles son hoy esos estándares? ¿Incluyen Guantánamo? ¿Incluyen las torturas y las mentiras de las ‘armas de destrucción masiva’ que precedieron la guerra contra Irak? ¿Y las cárceles secretas y los prisioneros secretos de la CIA, que tan pronto queremos olvidar? ¿Y los drones, los aviones sin piloto, asesinando a ciudadanos y, entre ellos, a algunos presuntos terroristas que nadie juzgó y que no pudieron defenderse?
¿Y Europa, cómplice de todas las brutalidades de un ejército imperial que hoy deja la tortura en manos de mercenarios contratados por empresas privadas? ¿Y el espionaje a escala planetaria?
No se trata de juzgar si los islamistas pueden o no ser ‘demócratas’. Se trata de que las definiciones de ‘democracia’ y los ‘carnés’ de demócratas los otorga el Imperio, que tan brutales transgresiones a los derechos humanos comete.
Los medios hablan de cuando Nasser persiguió a los Hermanos Musulmanes, equiparando esa situación con la actual. No quieren ver una diferencia esencial. En aquellos tiempos el ‘nasserismo’ era un movimiento de liberación nacional egipcio, desde un laicismo que por entonces era dominante; hoy, ese movimiento de liberación es encarnado por los Hermanos Musulmanes, desde su definición religiosa. Nasser y los musulmanes de hoy tienen en común, con ser ideológicamente tan opuestos, su lucha contra el Imperio y por la independencia real de Egipto. En cambio, la persecución de los Hermanos Musulmanes se hace hoy bajo la presión del Imperio, que financia anualmente al ejército egipcio con unos 1.300 millones de dólares: es el país militarmente más ayudado después de Israel y para proteger a Israel.
¿Qué ha ocurrido para que el nasserismo, relativamente laico, haya sido reemplazado en esa lucha por un movimiento religioso? Los musulmanes han sido perseguidos sistemáticamente: se los atacó y barrió cada vez que intentaron enmarcarse en las reglas democráticas. Ocurrió en los años ’50 en Irán, con el primer ministro Mossadegh, que nacionalizó el petróleo y fue derrocado por la CIA; ocurrió en Argelia, cuando Occidente apoyó al régimen ‘socialista’ (el movimiento de liberación que había luchado contra la potencia colonial francesa) cuando este anuló las elecciones ganadas por los musulmanes; ocurrió en Gaza, donde Hamás ganó en elecciones limpias pero se sigue hablando siempre de que son ‘terroristas’. Todos esos triunfos democráticos se denunciaron como ‘terroristas’, lo mismo que está haciendo ahora el ejército egipcio, matando por millares a los islamistas mientras la pacífica resistencia que oponen es, otra vez y con manifiesto engaño, tildada de ‘terrorista’. Esa persecución sistemática, desde nuestra falsa democracia ‘estándar’, es la que ha convertido al islamismo en un movimiento de liberación.
¿Quién va a ser el guardián de los principios éticos que quiere aplicar Marina? ¿El Imperio que domina el planeta, aplasta pueblos y asesina, sin mirarles a los ojos, a presuntos terroristas?
Esto no quiere decir, por supuesto, que los islamistas sean santos. Ni mucho menos santos de mi devoción. Pero, nos gusten más o nos gusten menos, ellos son hoy los que luchan contra el Imperio.