Bárcenas finalmente se llevó por delante a Rajoy. Y entre Felipe González y José Antonio Griñán quieren llevarse por delante el caso de los ERE.
Algunos comentaristas dan por sentado que estos incidentes se van a llevar por delante al Sistema. Pero no están hablando del Sistema global, la supermafia, sino del Sistema local español, con el ventilador ahí, salpicando chapapote a diestra y siniestra.
Cada uno pide lo que le conviene. Izquierda Unida, con su 16 y pico por ciento de la tarta electoral, quiere que haya elecciones. Piensan que el desbarajuste final, que estamos contemplando, les echará aunque sea unas décimas más. Tienen un problema: todos los días, al levantarse, tienen que barrer la corrupción de sus socios del PSOE, que se les amontona ante sus puertas como una nevada nocturna. Barren y barren, mirando para otro lado, y después dan la cara a la cámara como si estuvieran libres de toda culpa.
El zombi Rubalcaba no tiene mucha fe en unas elecciones inmediatas. No se fía de que el PP esté desmoronándose y de que presumiblemente esta traca final le quitará otro pellizco de electorado. Por eso pide que se vaya Rajoy pero que el PP ponga a otro.
Un dirigente de Esquerra Republicana de Cataluña ha pedido a la «buena gente» del PP que dé un paso al frente. Es el mejor consejo. Si los peperos fueran capaces de desembarazarse de Rajoy… ¡y de todo su entorno!… podrían iniciar ya mismo un proceso de regeneración. Aunque tal vez les diera tan poco resultado como el que le ha dado al PSOE su esfuerzo por parecer algo distinto de lo que es. ¿Podría el PP pretender un recambio así, estando tan en caliente el desmoronamiento de su cúpula? Solo apelando al aznarismo, pero resultaría peor el remedio que la enfermedad porque no parece que este sector, tan quemado, pueda desmarcarse de la corrupción generalizada del partido.
Hay, sin embargo, una posibilidad que no se puede descartar… ¿qué pasaría si la oposición se une para presentar la moción de censura que propone Rosa Díez? ¿No habrá en el grupo parlamentario popular gente que quiera (y pueda) poner distancia, apartarse del estercolero de Bárcenas y los «sobrecogedores»? ¿Y si se abstuvieran o se ausentaran? Temblaría la famosa mayoría absoluta, que a esta altura es poco más que un talismán.
Mientras tanto, en el «feudo» socialista de Andalucía, Griñán, elegido a dedo por Chaves, ha puesto su dedo sobre Susana Díaz como sucesora. Han convocado a primarias pero con tanta maña que solo puede salir Susana Díaz.
Pero lo más asombroso es la tardía reacción de la Junta de Andalucía ante la causa de los ERE. Dos años después y detrás de la entrada en tromba en el tema del expresidente González, han descubierto que la juez Alaya está atacando la base misma de la democracia. O sea: la pertinaz destrucción del Sistema democrático no la están ejecutando los Bárcenas, los Rajoy, los Chaves, los Griñán, los Aznar, los González….y un interminable etcétera….¡sino la jueza que investiga el escandaloso montaje!
Como la jueza ha envuelto en el caso a 20 altos cargos socialistas, Griñán le dice que por ese camino tendrá que imputar a los 109 diputados que conforman el Parlamento andaluz porque todos votaron la Ley de Presupuestos. El meticulosamente programado método para desviar fondos («transferencias financieras» y pagos realizados por un organismo público prácticamente incontrolable) nace de aquella Ley. ¿Entonces? El desvío de fondos públicos, el manejo más que opaco –oscuro, negro– de esos fondos resulta sin margen de dudas un negocio turbio… Pero… ¿cómo tipificar el delito? Todo se planificó para que fuera prácticamente imposible desenredar el ovillo. Entonces, ahora, dos años después, los socialistas aseguran que «todo va a terminar en nada». Y si así ocurriera (…el final vendría de la mano del Supremo o del Constitucional) sería porque la jueza Alaya se quiere cargar la democracia… una vez más, el mundo al revés: si se desembocara en la imposibilidad de dar condena adecuada al flagrante delito, el atentado contra la democracia no lo cometerían los que la corrompen sino los que intentan echarle el guante a los corruptos.
Lo cierto es que Griñán se va, empujando con su dedo a una Susana Díaz, en tanto que Rajoy tendrá que esconder su dedo para no señalar a nadie… apenas su dedo apunte a alguien lo dejará fulminado. Y por encima de todo quedará aquella imagen de la «peseta» en el dedo enhiesto de Bárcenas. En eso estamos: la «democracia de los tres dedos».