Cuando Galileo rompió con la visión de su época de que la Tierra era el centro del Universo y el Sol giraba a su alrededor, puso al Sol en posición central. Después empezamos a conocer una infinidad de «mundos». Y todavía escapan a nuestros actuales medios de observación otros «muchos infinitos» siderales más lejanos. Nuestro modestísimo planeta es una perdida brizna en medio de tantos infinitos. Siglo tras siglo hemos tenido que rebajar nuestro narcisismo.
Algo así ocurre con el cerebro. Nuestra «consciencia», a la que atribuimos todas las «decisiones», es, como lo dice un neurobiólogo, «un polizonte en un transatlántico», que se cree que lo gobierna todo. Habrá que asimilar este nuevo golpe a nuestra necesidad de protagonismo. Desde el momento en que se ha hecho evidente que Estados Unidos «espía» a todos los ciudadanos del Planeta, hablar de un Imperio dominante no puede ser tomado por nadie como una mera especulación.
Hay dos datos que todavía no se asumieron en toda su crudeza. El primero es que seguimos ante el «poder blanco». Los «cinco ojos» que vigilan el mundo son «anglosajones»: Estados Unidos y el Reino Unido, más Australia, Nueva Zelanda y Canadá, tres antiguos miembros de la Comunidad Británica de naciones. Ya no se trata solo del gigantesco poder tecno-militar del Imperio… sino también de un poder cibernético que pone a la Humanidad entera bajo el foco de los «cinco ojos». La otra gran cuestión es que ese espionaje mundial se está practicando… ¡desde hace décadas! Duncan Campbell, en un reciente artículo, cuenta que en un informe presentado al Parlamento Europeo en 2000 por el entonces director de la CIA, James Woolsey, éste dijo a sus oyentes: «Sí, amigos del continente europeo, os hemos espiado…». Añade Campbell que la comunidad internacional «sospecha» desde hace decenios que «la organización global de escuchas electrónicas dirigida por los anglosajones ha obtenido acceso secreto a todas las comunicaciones civiles y militares del mundo y con fines muy diversos (…) económicos, políticos y personales de todo tipo». ¡En el 2000 ya hacía decenios! Vaya con la novedad que trajo Snowden… Solo es una brutal confirmación al tiempo que una puesta al día de la sofisticación de los medios.
En 2004 el presidente Obama pronunció un discurso en la capital egipcia, tendiendo una mano al mundo musulmán. Lo que en realidad estaba haciendo era «abrir una brecha» en el frente del que los norteamericanos viven como su «enemigo». Para Estados Unidos es un arma vital de dominación hacer crecer el miedo a la «amenaza terrorista». Es la poco creativa excusa con la que la dictadura mundial justifica el entierro de la democracia. La estrategia busca simplemente dividir a los musulmanes en «buenos» y «malos», segregando a los «moderados» de los «fundamentalistas», «integristas», «salafistas»… destinados a ser los malos de la nueva película. Los moderados serían, presuntamente, los nuevos «aliados». Pero ni siquiera eso: solo se trata de dividir, seccionar, disgregar, atomizar al mundo árabe y musulmán, presentado siempre como «primitivo» y «salvaje». Esa persecución constante provoca reacciones de defensa y resistencia: constituye una verdadera fábrica de «terroristas». Aún así, Washington no puede exhibir más que grupos, bandas, individuos aislados… a los que pretende darles el papel de enemigo «imponente».
Egipto es solo uno de los muchos escenarios. ¡Qué no podrá estar haciendo la CIA en Egipto!… para separar a los musulmanes «moderados» del derrocado presidente Mursi, de musulmanes «salafistas»; a laicos de creyentes; a creyentes cristianos de seguidores de Alá… Mursi también se volcó a respaldar a los rebeldes sirios. Los norteamericanos se sintieron incómodos con la independencia de Mursi y le lanzaron al ejército (al que dan 1.000 millones de dólares anuales de subvención…). Lo que van logrando, paso a paso, es destrozar los brotes de las «primaveras árabes». Con la mano del Imperio ha vuelto un otoño helado. Sobre las heridas históricas y las acusaciones obvias (¡Mursi no consiguió reducir el desempleo ni levantar la economía!) consiguen marchitar esas incipientes y saboteadas democracias obligadas a imitar las fachadas democráticas de la metrópolis.
El objetivo a medio plazo es tan sencillo como destruir al régimen iraní, que planta cara al Imperio. Y seguir apuntalando al régimen genocida de Israel. Lo verdaderamente importante es saber que la gran mano negra, en todos los escenarios, es la del Imperio, que en unas cuantas décadas de espiar al mundo entero lo ha puesto todo bajo su control.