Pensemos un momento

2 Jul

Frecuentemente se entablan polémicas entre visiones pesimistas y optimistas. Desde el graciosamente bautizado como ‘optimismo antropológico’ de Zapatero, quien pretendía convencernos de que estábamos en el mejor de los mundos posibles, pasamos al ‘optimismo táctico’ de Rajoy, de muy reciente data, destinado a forzar la visión de inexistentes ‘brotes verdes’.

Pero de lo que se trata es de la gente. En las redes sociales se presentan diarios ejemplos de que el personal quiere creer que hay un futuro, por mucho que la realidad lo ponga en duda. No voy a negar las virtudes del ‘pensamiento positivo’, su misión de bálsamo sobre heridas que se ahondan constantemente. ¿Sobreviviríamos sin una dosis de optimismo, sin un resquicio de esperanza? El pensamiento positivo nos puede hacer falta, aunque sea como fenómeno de ‘autoayuda gregaria’.

El peligro está en la tendencia a convertir el optimismo en un disfraz de la realidad. De ese modo, el ‘pensamiento positivo’ se parece más a lo que nos ofrece la religión: resignémonos que, de alguna manera, Dios o el Destino nos volverán a la buena senda o nos compensarán por tantos padecimientos.

La realidad no da motivo para el optimismo y si queremos alimentarlo es porque lo necesitamos para seguir adelante. No cabe duda de que continuar la lucha –la resistencia— contra el Sistema se hace por momentos tan difícil que las dificultades nos pueden paralizar.

Lo que no podemos es dejar de ser conscientes del enorme poder del Sistema, de su capacidad para practicar la violencia, y de la extensión creciente de sus métodos de manipulación… Y saber que, pese a eso, debemos continuar enfrentándolo. Esa es justamente la idea de ‘resistencia’: seguir adelante, perturbar, sabotear o aunque solo sea fastidiar sus planes para mantenernos sometidos y ajustar cada día más las tuercas de la explotación. Mostrar sus flaquezas, denunciar sus traiciones, arrinconarlo contra su mentiroso discurso de modo que cada día vuelva a contradecirse y deba inventar nuevas mentiras.

El peligro está, insistimos, en que no asumamos conscientemente que ese necesario optimismo es una forma de de ‘autoayuda gregaria’ que nos permite enfrentar una realidad en extremo negativa. Pero no a costa de convertirlo en una falsa imagen del mundo.

Hay casos en los que se ve claramente que se le quiere dar a la visión positiva un papel adormecedor o una dimensión de esperanza que no se sostiene en datos concretos. Recientemente, la escritora Rosa Montero entró de lleno en esa utilización ideológica del optimismo. Nos aconsejó que ‘pensáramos un momento’ proponiéndonos la imaginativa idea de que «quizá logremos aprovechar la situación para construir una realidad mejor». La escritora parte de una tergiversación: seguir definiendo este proceso como una ‘crisis’ cuando ya hemos visto y comprobado que se trata de una gran estafa que permite a los dueños del poder seguir esquilmándonos, explotándonos y reprimiéndonos.

Si ‘pensamos un momento’ –o sea, si nos abstraemos de la realidad—podemos caer en la magia que ella nos propone: llegaríamos a que ‘se trabaje 6 meses al año como mucho y que el resto del tiempo se viva del paro’, aunque, eso sí, ‘sin duda más modestamente que antes’; pongamos también –añade– que ‘los Gobiernos se vean obligados a invertir en la educación, en el ocio, en el desarrollo integral de los ciudadanos’… Y, ya en un arrebato lírico: que podamos cumplir ‘sueños que en la sociedad actual solo unos pocos consiguen alcanzar’…hacer música, pintar, bailar, cultivar jardines…y todo lo que podamos desear los simples ciudadanos. Eso sí: tendremos menos coches, seremos inquilinos en vez de propietarios…y ¡para colmo! no nos podremos tomar vacaciones en Cancun o en Estambul (últimamente Turquía se cae de las guías turísticas)…o quizás podamos pero ahorrando más años que los que hubiéramos necesitado antes. Ni siquiera se plantea la posibilidad de que una inmensa mayoría no piensa en ahorrar para ir a Cancún sino en comer todos los días. Finalmente aclara que todo esto ‘lo tendremos que exigir los ciudadanos’, por supuesto. Y cierra la oda a su engañosa fantasía con este párrafo: tendríamos “unas vidas más libres, más ricas, más aventureras, más divertidas, más creativas, más completas”.

Este es el tipo de tonterías que pueden ser peligrosas. Rosa Montero nos pide que ‘pensemos un momento’ cuando nosotros se lo deberíamos reclamar a ella: que mire la realidad y piense un momento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *