Hace más de 10 años (en febrero de 2003) publiqué en El Correo de Andalucía de Sevilla un artículo titulado «La ciudad sin ley». Eran los tiempos en que denunciaba que vivíamos en una dictadura mundial. El artículo terminaba así: «…tras haber convertido en papel mojado cualquier principio de derecho internacional, se considerarían (los norteamericanos) libres de todo freno para actuar a su arbitrio sobre el planeta. Para ser frente al mundo entero (aunque no ante su manipulada opinión interna) una dictadura global sin disimulos».
Ahora, el gobierno de Obama ha tenido que reconocer abiertamente que desde hace varios años espían en el mundo entero a los usuarios de las redes sociales con el auxilio de las grandes multinacionales que dominan internet. Era un secreto a voces. Pero lo tragicómico del caso es que lo presentan como algo «legal». Porque la cosa comenzó con Bush, con autorización del Congreso y de un juez… ¡de un tribunal secreto creado para «legalizar» la flagrante ilegalidad! Una justicia paralela (como los tribunales especiales del franquismo) para crear una pantalla de supuesta legalidad.
La burla es siniestra. Hasta hace muy poco eran muchos (los tecnoidólatras de siempre) los que aseguraban que internet era «un espacio de libertad». Sin embargo, se ha convertido en una plataforma comercial masiva, sometida al dominio imperial. Hace algún tiempo un tribunal israelí autorizó la tortura. ¿Puede alguien sostener que eso convierte en legales las torturas?
La historia del espionaje global era conocida, al punto que un comentarista apuntaba que ningún terrorista que utilizara las redes sociales podía ignorar que podían estarlo espiando. Tan conocida era que su aparición como «novedad» puede imaginarse como un golpe bajo la línea de flotación de Obama. Ya se verá. Las batallitas internas del imperio resultan poco interesantes. Discutir si Obama está siendo una repetición de Bush o encontrarle diferencias con su antecesor son puros ejercicios especulativos. Con o sin guerras como las de Irak y Afganistán, con o sin apoyo para los rebeldes libios o sirios, es bastante fácil «adivinar» cómo va a actuar el Imperio, sea quien sea el que esté al timón: defenderá sus intereses mediante la violencia, el espionaje, la manipulación de la opinión pública interna y mundial, las guerras, abiertas o por interpósitos contingentes armados y adoctrinados… Estos son y seguirán siendo sus métodos habituales (ojo, que esto no hace buena la tiranía siria).
Resultan indignantes las explicaciones de ciertos «observadores». Sobre todo cuando dicen que algunos gigantes de internet «reclaman más transparencia»… Estados Unidos –dicen– espía para protegerse y entonces «…lo grave, lo peligroso, es la extensión de ese espionaje debido a la falta de control democrático». Es el viejo argumento del Sistema, como cuando la explotación y el latrocinio en todo el planeta por el capital financiero y los bancos la achacan a que no hubo una «regulación» apropiada. ¿Es que, una vez al descubiertas trampas y robos, se ha actuado eficazmente contra los culpables? Haber intentado contener, con normas reguladoras, ese desmadre devastador que asola al planeta hubiera sido querer poner puertas al campo. El mismo argumento se emplea cada vez que se intenta colar la energía nuclear, asegurando que, con los debidos controles, resultaría una solución ideal. ¡Cómo si no hubiéramos aprendido, con la catástrofe de Bophal, en la India, y tantas otras, que las empresas pueden quitarse de en medio cuando quieren y no hay poder terrenal que las obligue a hacerse responsables cuando provocan una tragedia!
Aseguran también los solapados defensores del sistema que el «secretismo» (¿es que hay un espionaje que no sea secreto?) es el «caldo de cultivo» del autoritarismo. No es una broma. Es otra táctica habitual: señalar como peligro futuro algo que ya está ocurriendo. ¡Qué mejor prueba de autoritarismo que espiar por todo el planeta impunemente! La dictadura global existe: no es un riesgo que corremos, sino una espantosa realidad.
En la «nube» de internet está todo y allí la CIA campa por sus fueros. El ojo del Gran Hermano orweliano está allí. El supuesto reino de la libertad es la gran cárcel donde todos somos pequeños puntos que ellos pueden agrandar al tamaño que quieran hasta ver nuestra más escondida intimidad. No importa: los buenos ciudadanos están a salvo. Los buenos ciudadanos son los que toleran la dictadura mundial.