Francia, el Israel europeo

4 Jun

Los burócratas le echan la culpa a presuntos neonazis del hundimiento del proyecto europeo, un trabajo metódico de «deconstrucción» que hicieron entre ellos y los políticos

Los pequeños partidos antieuropeos (rápidamente catalogados como neonazis) están siendo ya enfilados como los culpables de que se esté disolviendo el proyecto político de unidad continental.

Resulta tragicómico que quienes frustraron la posibilidad de fundar realmente una Unión Europea estén ahora buscando culpables para no asumir que fueron ellos, políticos y burócratas, los que hundieron la posibilidad de consolidar un continente unido.
Es como si un laboratorio medicinal experimentara inoculando a un paciente un virus que le provocara una reacción alérgica y los médicos dijeran que la alergia –no el virus– está matando al enfermo.
Las fuerzas políticas llamadas «euroescépticas» nacieron al calor abrasador de una gran estafa que dura ya un lustro y que se presenta bajo la apariencia de una crisis. Estamos ante la aceleración de un mecanismo perverso que se mueve simultáneamente hacia tres objetivos: uno, la concentración aún mayor del poder económico/financiero y la extensión de su dominio hasta el último rincón del planeta; dos, el sometimiento total de la casta política y los medios de comunicación; tres, la acumulación de una variada gama de medios represivos que defienden al poder «macro» (misiles que pueden llegar en tiempo récord a cualquier punto del planeta) y al poder micro, controlando el ciberespacio con drones y una variedad de artefactos minúsculos para el espionaje y el crimen organizado de las mafias de Estado.
A la par que se extienden esas sofisticadas armas y herramientas se inicia una operación de marketing para el «lavado de imagen» del Imperio: puesto que ya no hay necesidad de grandes guerras locales para asegurar las fuentes de energía, ha llegado la hora de volver a ofrecer la vertiente paternalista del poder imperial. Para ello, Estados Unidos estimula a algunos países europeos, sobre todo Francia, para que repriman al «antiguo estilo», con bombardeos e invasiones, lugares donde surgen pequeños focos de resistencia. Los franceses son los encargados de asumir el desgaste que supone el neocolonialismo en Somalia, Mali o Túnez. Francia ha asumido para el norte de África un papel similar al que viene cumpliendo Israel en el Cercano Oriente. Ese protagonismo francés ya se vio en Libia y mañana puede presentarse en Siria.
Pero resulta que este nuevo paso, el de la instrumentalización geopolítica de Francia (que también defiende sus propios intereses, claro está) deja ver cómo Alemania ha puesto distancia y no se deja arrastrar por Estados Unidos…
Este es, pues, quizás el último fleco de la desintegración de la Unión Europea: que Francia sea brazo ejecutor de los norteamericanos y Alemania se niegue a cumplir ese papel. Retrocediendo, podemos ver toda la «película», esa que han troceado (mostrando algunos trozos, escondiendo otros y manipulándolo todo). Porque la estrategia norteamericana vio con entusiasmo cómo, tras la reunificación alemana, le costaba tanto a Europa reacomodar las cargas de los desniveles económicos que suponía incorporar a la Unión Europea a países débiles, como Grecia, Portugal, la pequeña Chipre, o incluso Irlanda y España. Y muy poco después, cuando la UE parecía todavía una serpiente boa con la forma gigantesca del conjunto de países que trataba de digerir, llegó el trago enorme de la Europa del Este: se incorporaron países que habían sido machacados por el poder soviético y que resultaron aliados naturales de Washington.
Si lo que se pretendía era crear una Europa unida y fuerte la estrategia no pudo ser más desastrosa. Europa crecía desaforadamente y se movía con lentitud, con el paso vacilante que le imponían esos delgados primos del Este y con el tonel sin fondo de las ayudas a las economías más débiles, que tragaban euros sin masticarlos.
Cuando se vio que Europa era la principal víctima del avance de los mercados sobre el mundo entero, el mal estaba muy avanzado: la Unión Europea sigue padeciendo su mecanismo crónico de centrifugado (la unión política sigue siendo una quimera) y reacciona como un animal herido y frágil, viendo como el Reino Unido pone distancia otra vez y cómo cada economía débil, al Este y al Oeste, se revuelve ante los mordiscos de los mercados. Los reales o presuntos neonazis y los grupos radicales de todo pelaje tuvieron poco que hacer hasta que la gran estafa dejó la trama a la vista…

¡Y ahora resultan ellos los acusados de hundir a Europa!

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