El sistema y el Borbón

16 Abr

¿Qué ocurriría si a una manifestación del 15M se acercara una columna enarbolando una pancarta que dijera– «¡Sí, votamos al PP! –Pero ya nos hemos jodido bastante!»?

Yo, personalmente, los acogería con alegría. El «¡jódete!» que muchos prodigan constantemente a esos votantes se combina de maravillas con el «¡que se jodan!»– Que una diputada del PP lanzó a todas las víctimas de los recortes. ¿Y qué pasaría si Rajoy dimitiera, cantara su mea culpa y se uniera a una manifestación de protesta contra sus propias medidas? Si la otra posibilidad es inverosímil, ésta ya es demencial.

Hay en estos momentos dos estrategias políticas en pleno desarrollo y ambas tienden a frenar los movimientos de protesta y resistencia contra la dictadura de los mercados. La casta política ha seguido los dictados del poder mundial en todo momento pero ahora está llegando al punto de saturación: necesitan coger una bocanada de aire, recuperar fuerzas. Las encuestas marcaron el punto crítico. Los dos partidos grandes ya no lo son tanto: sus expectativas de voto, sumadas, no llegan al 50%.

La gente del PP imaginaba un horizonte en el cual, ya en vísperas electorales, un par de medidas demagógicas –aflojar un poco la cuerda atada al cuello– podrían devolverles buena parte de los votos perdidos. Y se tranquilizaban viendo que el PSOE seguía cayendo en picado. Pero los socialistas estudian las mismas encuestas. Si hasta Rajoy se atrevió a mostrarse rebelde con las nuevas órdenes de la señora Merkel– ¿cómo diferenciar las propuestas socialistas y hacerlas más seductoras?

Al paso que íbamos, cuando estuviéramos en vísperas de elecciones el bipartidismo estaría tan agrietado por la carcoma que el menor esfuerzo demagógico podría hundirlo aún más. Esperar a esas vísperas podría resultar suicida para los exgrandes, sobre todo contando con que Izquierda Unida y la UPyD de Rosa Díez están empezando a medrar del hundimiento del PPSOE.

Pero Rosa Díez se apresuró a atacar al movimiento antidesahucios, lo que debilitó sus posibilidades de ascenso (las encuestas indican que casi el 60% de los españoles justifican incluso los escraches, como respuesta a la impunidad de los bancos). Y los de Izquierda Unida creyeron ver una inmensa cantera de votos en la recuperación del republicanismo. En otras cosas el PSOE va detrás de ellos con entusiasmo pero en la cruda ofensiva contra el Borbón los socialistas no podrían pegarse tanto a sus aliados.

Todo esto quiere decir que al 15M, nave nodriza de todos los movimientos de protesta, se lo intenta alejar lentamente de sus metas originales, que no eran, como algunos lo propiciaban, contra el bipartidismo sino contra el Sistema-contra una democracia falseada que se levanta sobre la base del hundimiento del principio democrático esencial: la soberanía popular.

Una cosa es el 15M, asambleario y antisistema por naturaleza, y otra los partidos políticos –todos ellos– que se desesperan por sobrevivir y no les importa en absoluto (izquierdas, derechas, revolucionarios, reformistas–) que su supervivencia represente una prórroga para el Sistema y el decaimiento de los poderosos movimientos sociales que han crecido sin cesar desde que se entronizó, esa sí como monarca absolutista, la crisis/estafa.

Todos los militantes de todos los partidos han sido recibidos con los brazos abiertos en el 15M pero difícilmente podrían saludarse con ese sentimiento fraternal los Rubalcaba o los líderes de un sindicalismo que resignó todas sus banderas y se entregó a las subvenciones del Estado, cuando no directamente a la corrupción generalizada.

Para forzar el pulso que desvía al 15M de sus metas iniciales, el republicanismo probablemente sea el instrumento más idóneo. El Sistema tiene muchos recursos. Aunque ahora a muchos le pueda parecer imposible, en un momento dado se puede incluso sacrificar al Borbón para que el Sistema se mantenga a flote. De repente, nos podemos encontrar con una espléndida república que solo será una remodelación de la fachada de esta falsa democracia– ¿O no hay acaso por doquier falsas democracias republicanas, como la francesa, sin ir más lejos, con un socialista al frente de un gobierno neocolonialista que está aplastando a África?

¡Que golpe tan duro sería que nos presentaran otra seudo democracia, simulando atender a la gran demanda anti monárquica–! No nos confundamos: el Rey Juan Carlos ha funcionado durante un tiempo como una pieza eficaz –pero el Sistema ni lo inventó él ni depende de él.

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