Parece obvio que el italiano fenómeno Grillo, tiene una fuerte proyección sobre Europa y quizás incluso «contagie» en otros continentes. Esa capacidad de contagio explica el silencio que lo ha rodeado hasta que superó el 25% de los votos y se convirtió de golpe en el gran protagonista de las elecciones. Beppe Grillo pasó por encima tanto de la vieja política, con ese cartel que apenas quiere decir nada –centroizquierda– como de una de las mayores degradaciones de la política, la que supone Berlusconi. Hasta ese momento prácticamente nadie había hablado de Grillo fuera de Italia, algo contra lo que también ha conspirado el propio Beppe con actitudes tan insólitas como no acudir a la TV o ser líder sin ser candidato a nada-
Todos los partidos del sistema han querido definirlo como «antipolítico». Por el contrario, Grillo se presenta como adalid de la «regeneración» de la política.
Justamente la gran disyuntiva que se presenta ahora ante el Movimiento 5 Estrellas de Grillo es la de encontrar fórmulas para moverse dentro del campo de la política pero rompiendo los límites impuestos por el «poder global», que en Europa se manifiesta a través de la Unión Europea y los grandes organismos mundiales de la banca y del crédito. O sea, lo que la multitudinaria manifestación antisistema de Portugal simboliza en la troica del poder político-financiero.
Pero lo difícil es observar el fenómeno Grillo desde la cárcel de palabras que ha levantado el sistema. Justamente polemizar sobre si Grillo es antipolítico o si es antisistema es meterse dentro de esa prisión semántica. La tercera pata de ese trípode descalificador es anatematizar con el adjetivo «populista», al que en los últimos años se lo ha ido cargando de significados engañosos, promovidos desde la izquierda y la derecha tradicionales, que en ese punto, como en tantos otros, coinciden. El gran pecado del populismo es apelar a la gente, al protagonismo de la sociedad. Yendo en busca de la gente los populistas chocaron con el elitismo marxista, que proponía una revolución encabezada por minorías avanzadas, a la que, más tarde se incorporarían las grandes masas. Los anarquistas rusos, a finales del XIX eran populistas precisamente porque pretendían que las masas fueran desde el principio las grandes protagonistas de la revolución.
En España, el movimiento 15M, sin chocar del todo con la cárcel semántica, también muestra su voluntad de que la gente sea protagonista sin intermediaciones con su propuesta de asambleísmo y de ausencia de liderazgos.
Grillo ha sido el iniciador y el «pegamento» del Movimiento 5 Estrellas pero está arriesgando su liderazgo desde el arranque, al no ocupar ningún cargo institucional y al haber hecho votar a los ciudadanos por Internet para elegir a los candidatos, inaugurando una suerte de «asambleísmo cibernético».
La actitud de los 5 Estrellas, con la austeridad puesta en práctica en Parma donde ocupan la Alcaldía, y en Génova, donde se está formando una virtual coalición con una izquierda ecléctica (que recoge banderas enarboladas por Grillo), están marcando una primera gran distancia con los partidos del Sistema.
En verdad, las bases sobre las que ha surgido y ha crecido tan vertiginosamente el grillismo son enormemente parecidas a las que hicieron surgir y crecer el 15M, partiendo del rechazo a los partidos y a los sindicatos, las dos grandes negativas a las instituciones del Sistema sobre las que nacieron los primeros grupos de «indignados».
Es obvio que Grillo se enfrentará ahora a dos enemigos: el Sistema, que prefiere a cualquier otro (sea Berlusconi, sea Bersani, sea Monti-); y la carnadura humana (o sea, susceptible de ser corrompida) de los muy preparados jóvenes reclutados por 5 Estrellas, que ocupan hoy más de medio centenar de escaños en el Senado y más de un centenar de escaños de diputados. Esta proximidad al poder será naturalmente la prueba de fuego. Si los «grillistas» consiguen imponer medidas como las que están proponiendo abrirán un camino inédito para enfrentar al poder de la «troica».
Algo retrata la intención de todos los análisis que se hacen desde el poder: si en los textos se le adjudica a Grillo la condición de «cómico», que lleva su connotación de prestigio cuando se agradece el papel de revulsivo que muchas veces tuvieron los «cómicos», en los titulares le llaman «payaso», una palabra que también debería ser rescatada pero en la que, hablando en contextos aparentemente serios, sigue primando la imagen negativa.