¿Qué pasa con la democracia? ¿Existe en estado más o menos «puro»? ¿Está en descomposición? ¿Es válido reconocerla por partes y admitirla troceada? ¿Es una «esencia», algo inimitable, que no tiene sucedáneos? ¿O es una suma de «reglas» que pueden puntuarse como en un examen «tipo test»?
Tal vez haya una confusión entre lo que es la democracia, justamente, como «esencia» –la soberanía de los pueblos– y lo que es como «convención»: la democracia «liberal», la que rige en Occidente, que es un extenso manual reglamentarista: cómo se eligen los «ejecutivos», los «legisladores», los «juzgadores», como se marcan y controlan límites, cómo se separan los «poderes», los requisitos de la «consulta popular»…y muchas cosas más. Si la vemos como un «manual de instrucciones» podemos hacer incluso un ranking y decir cuántos puntos «cumple» cada país€ Pero si la vemos como una «esencia», en cambio, nos formularemos un juicio global del proceso, observando si el pueblo se ve o no reflejado en la acción de gobierno. Puede haber, por ejemplo, un «líder», que actúe como «guía» del proceso, o un movimiento político espontáneo que maneje la mayor parte de los resortes del Estado. En tanto que en otro sitio, donde el cumplimiento del «reglamento» parezca mucho más alto, podremos ver que la soberanía popular no es respetada en absoluto.
Ahora mismo vemos cómo en varios países europeos los pueblos están claramente enfrentados con los dirigentes, aunque éstos hayan sido elegidos bajo el «reglamento democrático». Por otro lado, los enemigos del mandatario venezolano Hugo Chávez (quien parece estar en trance agónico), saben que el pueblo sintoniza bastante más con el enfermo presidente que con ellos, además de que, con la cartilla democrática en la mano, los «chavistas» les han derrotado en una amplia mayoría de consultas electorales.
Desde luego, el presidente sirio, Asad, en cambio, no queda bien reflejado en ninguno de los dos parámetros: ni como líder conectado a su pueblo ni como seguidor de las reglamentaciones democráticas de Occidente. Pero ha encontrado un habilidoso recurso dialéctico, copiado al propio Imperio: asegura que sus enemigos son terroristas y que detrás de ellos está el poder de Al Caida. Él tortura, bombardea y mata a los rebeldes que le han arrebatado trozos de territorio, pero sus enemigos tampoco son «homologados» por Occidente.
Por otra parte€ ¿qué hace el Imperio con quienes no se mantienen dentro de la disciplina que él impone? La CIA tortura sistemáticamente. Se ha estrenado la película La noche más oscura en la que se refleja esa monstruosidad. Jefes y exagentes del espionaje dicen que la película pretende ser rigurosa pero no lo es. ¿Fueron esas torturas instrumento «eficaz» para encontrar finalmente a Bin Laden? Los que hicieron la película lo dan a entender claramente pero los detractores dicen que las confesiones obtenidas bajo tortura no fueron decisivas para hallar (y asesinar sin juicio) a Bin Laden. Defendiendo los procedimientos de tortura caen en argumentos tan espantosos como éste (de Karen Greemberg, directora del Centro de Seguridad Nacional en la Universidad de Fordham): (la película) muestra la tortura «no como si fuera un instrumento más de la CIA sino como el instrumento dominante». Por su parte, José Rodríguez, quien dirigió el Centro Antiterrorista hasta 2007, dice que los «ahogamientos fingidos» solo se los hicieron a unos pocos€» y durante unos pocos días o semanas al principio de su detención». Si uno aparta por un momento el prejuicio de que todas estas personas son demócratas y buena gente, y que el presidente sirio es simplemente un genocida€ ¿no sería posible imaginarse a Asad diciendo dentro de unos meses que la tortura fue en sus manos «un instrumento más pero no el instrumento dominante» o que tal o cual líder de los rebeldes fue torturado pero «no sufrió el ahogamiento fingido».
La película resulta un auténtico esfuerzo de justificación de lo monstruoso: la absoluta discrecionalidad del poder para arrasar con la libertad y la voluntad de las personas. El supremo argumento –el que pretende justificarlo todo– es que mediante la tortura se puede obtener «información vital»€ Es que si no fuera para eso€ ¿qué «ventaja» podría tener torturar a otro ser humano? Respetar los derechos humanos representa, justamente, la autocontención para no poder hacer algo aunque pensemos que nos beneficia. Y en la esencia de la democracia deberíamos incluir la totalidad de los derechos humanos.