Enemigos «mellizos»

6 Nov

Hoy se desvelará la incógnita. Pese a los duros enfrentamientos de la campaña, Obama y Romney mantienen entre sí asombrosos parecidos. En las «relaciones con el mundo» apenas difieren.

Es importante saber si alguien se encierra todo el día a ver la tele o si adora la bicicleta; si cuando encuentra un hueco se pone a tirar fotos o se baja tres películas y las mira una detrás de otra; si se angustia cuando no tiene un balón entre los pies o la pasa muy mal cuando no ha podido echar una apuesta a la Primitiva… Por supuesto que cualquiera de esos datos –y tantos otros—son importantes para conocer a alguien. Pero yo diría que la clave de la personalidad de cada uno se suele observar mejor en su forma de relacionarse con los demás. La facilidad para hacer amigos, la tendencia a crear enemigos, la manera de actuar con unos y con otros; la simpatía o antipatía, la capacidad de empatía, la tendencia a la soledad o la búsqueda de actividades gregarias. En fin: todo lo que nos conecta con nuestro entorno y con «el mundo». ¿Por qué iba a ser distinto cuando se trata de una Nación?

A primera vista (y a la distancia) parece que Obama y Romney son dos propuestas muy diferentes. Pero si a los dos candidatos (hoy mismo uno de ellos será «el elegido») le «miramos» la política exterior, las propuestas sobre el futuro modo de actuar de Estados Unidos en su entorno y con el resto del mundo, el parecido puede resultar asombroso.

Un corresponsal en Washington ha consultado a tres expertos en política exterior norteamericanos, exponentes de distintos modos de apreciar la realidad, y los tres han coincidido casi totalmente cuando se les preguntó si la política exterior cambiaría en caso de vencer Romney: «En lo fundamental no cambiará»; dijo Robert Keohane, considerado –extraño nombre- «institucionalista liberal»; «Lo dudo, excepto tal vez en los temas marginales», respondió Michael Rubin, exasesor de Bush; «No», contestó taxativamente Johyn Mearsheimer, de la tendencia llamada «realista». Este último reconoció expresamente la enorme fuerza del «lobby» pro Israel, que pondrá obstáculos a una política pacificadora en Palestina y presionará constantemente para atacar a Irán… pero aclarando que tal presión afectará lo mismo a Obama que a Romney.

Como suele ocurrir en vísperas de las elecciones norteamericanas, alguien saca el antiguo tema de que «todos deberíamos votar» para designar a quien ocupe la Casa Blanca, en un implícito reconocimiento de que el Imperio gobierna el mundo entero y no solo el territorio norteamericano. Esta vez expuso la cuestión el periodista John Carlin, aportando numerosos datos en el sentido de que es Obama quien más goza de los favores de los ciudadanos de otros países, lo que probablemente le hubiera catapultado a una mayoría abrumadora si al futuro presidente de USA se le votara en todo el planeta. Por supuesto que Obama tiene buena imagen fuera de su país (quizás mejor que dentro) pero lo que curiosamente se ha dejado de lado el siempre perspicaz Carlin es que Romney no ha tenido casi oportunidades de hacerse conocer fuera de su país, en tanto que Obama es conocido hasta en los rincones más remotos. Es cierto que a veces tal conocimiento (seguramente como le ocurriría a Bush junior, sin ir más lejos) puede resultar un hándicap en contra pero en cualquier caso un presidente que busca la reelección siempre será mucho más popular en el extranjero que un aspirante al que tal vez se le haya dedicado una información por cada mil o diez mil sobre de su contrincante.

Para muchos en Europa resulta extraño que un presidente con un toque «social» considerado tan fuerte por los conservadores norteamericanos, como lo es Obama, no esté en el disparadero de una victoria abrumadora, pero el primer presidente negro de la historia –«café con leche», corregirá algún purista— es quien conspira contra sí mismo. Más que contra Romney, un conservador que suavizó mucho sus aristas en la campaña, Obama lucha contra sí mismo: logró avances importantes pero había prometido demasiado y en muchos aspectos se ha mostrado frágil, dando pasos atrás y buscando de nuevo una imagen de moderación… Esto quizás le haya dado votos indecisos pero ha apagado gran parte del entusiasmo que había despertado 4 años antes. Guantánamo no ha desaparecido y los aviones asesinos no tripulados han actuado en los últimos tiempos más que con Bush. Estas son las cosas que conviene «mirarle» a los candidatos para tener siempre presente que el Imperio es el Imperio, cualquiera sea el color político atribuido al gobernante y, obviamente, cualquiera sea el color de su piel.

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