La estrategia de Obama está a la vista: enfrentar a los musulmanes entre sí. La propaganda norteamericana se empeña en forzar choques entre «radicales» y «moderados»
Qué está pasando en el mundo árabe-islámico? ¿Están los EEUU actuando de una manera distinta a la habitual? ¿Sobrevive la llamada primavera árabe? ¿Por qué Libia antes y ahora Siria se «salen de la norma», ya que allí no se han visto nítidamente unas multitudes fervorosas repudiando a tiranos que no contaban con ningún respaldo popular?
Parece que se van depositando las nubes de polvo levantadas por la mayoría de los medios de comunicación que nos comentan aquellas realidades repitiendo dos o tres consignas. Una de ellas, agitada con fruición en estos días de violentas reacciones musulmanas (tras una película, de la que se cuenta muy poco, en la que al parecer se ve a Mahoma practicando el sexo), es la de hablarnos del consabido integrismo musulmán, siempre presentado como retrógrado, cavernícola, fanático… ¿Por qué, entonces, las rebeliones potenciadas por Estados Unidos y la OTAN han elegido como dianas al libio Gadafi –primero derrocado, después asesinado– y al sirio El Asad, justamente los dos líderes que se han aproximado más a posiciones laicas? ¿Y por qué Occidente no obstaculiza la llegada al poder en Túnez, en Egipto, en la propia Libia… de regímenes estrictamente religiosos?
Una clave puede estar en aquel discurso que Obama pronunció en Egipto, a poco de asumir la presidencia, en el que «tendió la mano» al mundo musulmán. Ahora, cuando Obama busca la reelección, se van viendo resultados de su estrategia, la de separar al islamismo radical, de un posible «islamismo moderado».
Siguiendo al pie de la letra aquella consigna surge este tipo de titulares: «El integrismo asalta la primavera árabe». Leído el pasado domingo en un diario de gran prestigio, se trata de una pura interpretación, lejana de cualquier intención informativa. Un sumario reza: «Los ataques a las embajadas de EEUU ponen a prueba la capacidad de los nuevos gobiernos islámicos para construir una sociedad que deje atrás a los radicales». Es imposible resumir mejor algo que no es un dato sino la descripción de la estrategia de Obama. De esos titulares se desprende que los moderados gobiernan pero tendrán que «poner en vereda a los radicales», descontrolados, que solo querrían hundir a la primavera árabe.
Las tergiversaciones son varias, superpuestas. ¿Por qué esas masas enfurecidas son las que sabotean la primavera árabe? ¿No serán, tal vez, las protagonistas de esos estallidos populares? ¿Y no será Estados Unidos, que tantos espías y mercenarios está movilizando en esos escenarios, quien sabotea las primaveras y enfrenta a unos musulmanes con otros, siguiendo el guion de Obama? ¿Quién difundió el contenido de la película que provocó los estallidos?
Cuando la reacción popular contra la película empezaba a calmarse, la OTAN mató a 9 mujeres e hirió a otra varias (entre ellas, una niña de 10 años) en un bosquecillo de una zona talibán de Afganistán. La gente salió a la calle (¿serían radicales o moderados o simplemente afganos?) gritando «Muerte a América».
Habrá que creer que fue casualidad que los militares norteamericanos se equivocaran tan inoportunamente (todo es posible) y que la difusión de la película ofensiva no tuvo ninguna intencionalidad política… Para ver las cosas como las presenta aquel titular también habrá que invertir el tozudo orden cronológico de la realidad: primero fue la primavera árabe, después fue el prolijo trabajo de los espías y los mercenarios para ir desmontando la protesta multitudinaria de pueblos enteros y después –en último término– esta nueva reacción violenta de enardecidos manifestantes.
Al cabo de este proceso –desde aquel discurso de Obama para dividir a los musulmanes— ahora que el polvillo levantado por engaños y ejercicios de prestidigitación se va asentando, lo que cobra nitidez es el resultado de tanta maniobra imperial: han caído varios tiranos pero el que necesitó un buen empujón de la OTAN fue Gadafi y el que está en la picota es El Asad….justamente los dos laicos enemigos del imperio y eventuales aliados de Irán. En los demás sitios los tiranos han sido reemplazados por fuerzas políticas fuertemente religiosas pero a las que se quiere convertir en moderadas para lograr el visto bueno de Occidente… Tendrán que pasar examen: reprimir a otros islamistas, los que Occidente les señale como peligrosos integristas radicales. Y si no toman en cuenta este «amigable consejo» las cuadrillas de incansables espías y mercenarios cavarán la tierra bajo sus pies.