Periódicamente aparecen análisis de la realidad mundial que tienden a darnos una imagen ‘multipolar’ del poder porque el gigante norteamericano estaría en decadencia. La verdad a medias está en observar que hay un poder mundial globalizado, el de ‘los mercados’, que aparentemente no conoce ‘patrias’. La otra mitad de la verdad (sobre la que hemos hablado en varias ocasiones) es que Estados Unidos es el necesario ‘gendarme’ que castiga, invade, bombardea y devasta territorios y pueblos, para extender (o restablecer) sus dominios…y dejar siempre allanado el camino a las multinacionales y el poder financiero.
Los mercados actúan impunemente, sí, pero necesitan de las estructuras políticas y no chocan con su ‘socio necesario’, el poder imperial norteamericano.
La confusión viene de que en el plano económico ese poderío de los mercados no reconoce límites y es aparentemente autónomo; pero al mismo tiempo puede verse que ese gran centro de decisiones no llega nunca a enfrentarse con el Imperio. Una prueba evidente ha sido el acoso a Europa, en tanto los norteamericanos no padecieron presiones pese a que su deuda es aún mayor. El poder político se inclina y se somete a la voluntad de los mercados pero también marca su presencia cuando hace falta acudir con el viejo garrote a asegurar fuentes de energía y garantizar la obediencia de quienes se resisten.
Otra gran confusión –de la que hablamos en muchas ocasiones— nace de que el análisis no se traslada al plano militar, que es donde se ve el músculo real de los contendientes.
En un artículo reciente sobre este tema se concluye: “El Siglo XXI no será indiscutiblemente americano, con Estados Unidos como única potencia de un mundo unipolar”. Formulada la idea de esa manera, parece una adivinanza. Se dice que los mayores rascacielos están en los emiratos del Golfo Pérsico, la mayor industria cinematográfica en la India y las televisiones chinas, indias y árabes llegan a más gente que las norteamericanas.
Hace 4 años, Robert Kagan, escritor y columnista norteamericano, se burlaba de estas comparaciones: la noria más grande del mundo está en Singapur y el casino más grande en Macao. Pero destacaba por entonces que en 2007 la participación de Estados Unidos en la economía global era del 21%, cuando era del 23% en en 1990, del 22% en 1980 y del 24% en 1960. También recordaba la psicosis de hace algunas décadas, cuando los norteamericanos temían que Japón les desplazara como primera potencia económica, posibilidad que pronto se esfumó.
En el plano militar Kagan consignaba que Rusia y China gastan cada vez más en armamentos, pero subrayando que también lo hace Estados Unidos, que les sigue dejando muy atrás en el terreno tecnológico. Señalaba también que ese ‘decadentismo’ se registra aproximadamente cada diez años. A finales de los 70 Cyrus Vance habló de ‘los límites de nuestro poder’; a finales de los 80 el intelectual Paul Kennedy predijo un hundimiento inmediato; y en los 90 Huntington puso de relieve los peligros que les amenazaban. Estas interpretaciones suelen venir, en efecto, de los propios Estados Unidos. Y no es bueno seguir estos ‘horóscopos’ creados dentro del Imperio. La distorsión con que ven allí la realidad se observa incluso cuando el propio Kagan afirma que su país “no puede ejercer su dominio, y mucho menos imponerlo y esperar que los demás le sigan”. Ignora así que USA efectivamente impone su dominio, como lo ha hecho con la invasión y devastación de Afganistán y de Irak, o con su respaldo sostenido a las atrocidades de su socio israelí, o con su despliegue de 22 bases militares para controlar América Latina….Esta visión sesgada se extiende a su modo de describir ciertas hechos: afirma, por ejemplo, que ‘Irak, que tiempo atrás era un adversario, ahora es un aliado’. La verdad es que no se trata de un aliado, sino de un país ‘domesticado’, una colonia.
¿Por qué, cada tanto, viene de Estados Unidos esa oleada de pesimismo respecto al futuro del Imperio? Creo que hay dos respuestas. Una, que son enfoques que expresan el temor al futuro, no tanto porque la resistencia ponga en peligro al Imperio como porque le obligan a perder la ‘buena consciencia’ aplicándose a ‘corregir’ la realidad con invasiones, bombardeos, torturas y asesinatos selectivos. Otra, para no dejar tan en evidencia al poder imperial, ‘repartiendo culpas’ gracias al retrato –falso- de un mundo multipolar.