La amenaza del gobierno británico de asaltar la embajada de Ecuador en Londres ha venido a confirmar dramáticamente la desconfianza ya muy extendida de que en las naciones presuntamente ‘avanzadas’ ya no hay garantías de justicia. Quizás podríamos trazar una ‘divisoria de las aguas’ de la opinión pública a partir de quienes acusan a Julián Assange de ser un peligroso radical y quienes tememos mucho más a un complot de ‘alta diplomacia’ que puede culminar con la entrega del hombre de Wikileaks a Estados Unidos.
Quizás hoy en día no haya un solo lugar del planeta donde impere la Justicia, así, con mayúsculas. Pero lo primero que se puede comprobar es que la sola amenaza británica –la sola amenaza– de asaltar una embajada deja en el aire cualquier principio de derecho internacional. Entre tanto, en el imperio (como ponían las leyendas en los ‘globitos’ de los comics), el soldado Manning –acusado de entregar ‘secretos militares’ a Wikileaks—lleva dos años y tres meses sin ser sometido a juicio. Conviene recordar Guantánamo, las cárceles secretas de la CIA, la tortura sistemática de muchos otros presos sin juicio, o los asesinatos selectivos (con aviones sin tripulantes)… Y es necesario recordarlo para asumir cabalmente que el imperio impone un régimen de terror… exorciza al terrorismo como el gran enemigo del mundo cuando lo ejerce diariamente como resultado de su poder desmadrado y brutal, el que invade y bombardea pueblos y arrasa países. ¿Asumirlo cabalmente? Por supuesto que sí, porque recuerdo haber nombrado alguna vez a Franco sin anteponerle ningún adjetivo y alguien me agregó, voluntarioso, ‘el dictador’: no era posible dejar de adjetivarlo ni por una vez. ¿Dicen los medios, cada vez que mencionan a Estados Unidos (o al menos de vez en cuando), ‘el poder terrorista que domina el mundo’, o simplemente ‘la mafia terrorista’, o al menos ‘el Imperio’ o algo por el estilo? Ni siquiera le acompañan un adjetivo apropiado a Putin, al que Occidente dio carné de demócrata, un carné que en Rusia, entre fraude y represión, seguramente casi nadie le daría.
Estamos, pues (lo dijimos hace más de diez años) ante una dictadura mundial. Si alguien lo dudaba o todavía lo duda que repase, justamente, las denuncias de Wikileaks sobre la diplomacia secreta del Imperio y sus obedientes servidores, incluyendo a los ‘demócratas’ europeos. Justamente por eso, porque Wikileaks blanqueó lo que muchos denunciábamos, confirmando cómo funciona la trama de poder, es que el gobierno norteamericano, en el mejor estilo de la mafia, ha jurado ‘venganza’. Los medios tampoco suelen hablar de la mafia que gobierna el mundo: prefieren enfocar a las mafias de cada lugar, tratándolas como si fueran fenómenos locales y una realidad ‘dada’, que nadie puede erradicar. Mientras los intoxicados de ideología se indignan contra el ‘neoliberalismo’ (la máscara de Anonymous del Sistema) las mafias buscan ‘vendetta’: quieren destrozar a Assange, como si fuera un juramento de sangre.
Hay dudas sobre la justicia sueca. ¿Se pondría también al servicio de la causa mafiosa? Crea una considerable desconfianza que se haya montado un proceso por ‘violación’, con denuncias poco claras que hacen temer una trampa montada para atrapar a Assange. Para comprobarlo, el hombre de Wikileaks tendría que correr el riesgo de caer en manos de sus siniestros enemigos. O sea: que de ese ‘experimento’ puede no haber retorno.
Se echan las cuentas, en todos los medios, de los muertos de ETA…¿Echa alguien las cuentas de los asesinatos de la CIA o de Israel cada vez que se habla de ellos?
Los británicos, una vez más (como cuando Toni Blair, junto a ‘nuestro’ Aznar, hizo de ayuda de cámara de George Bush) se han puesto al servicio de Estados Unidos y han vuelto a renegar de tanta antigüedad democrática: ¡Asaltar una embajada! ¿No eran estas cosas las que cabía esperar de los nazis? Las prácticas ya habituales de Occidente en todo el planeta autorizan a temerlo de verdad.
La ‘divisoria de las aguas’ probablemente pasa por ahí: de un lado, los que no creemos ya una sola palabra del ‘discurso de Occidente’; de otro, los que todavía no quieren hacer las sencillas sumas y restas con las evidencias del ‘terrorismo imperial’, ese que levanta, quita, pone, agita, revuelve… los fantasmas de Al Queda o de Bin Laden, y con tan poco esfuerzo nos hace cada día sus trucos de prestidigitación.