Todo va volviendo a su cauce. El imperio hace su trabajo: están ‘de obras’ para reparar los daños que las irrupciones populares ocasionaron en su tinglado. Están de obras: disculpemos las molestias.
Varias veces hemos mencionado el ‘efecto primer plano’: poner los focos sobre un trozo de realidad para que volquemos allí toda nuestra capacidad emocional. El resto de la realidad queda en una oscuridad aún más negra por contraste con el poderoso foco, que hoy apunta a Siria, como antes a Libia.
No sé si los más antiguos del lugar –nuestro deteriorado planeta– recuerdan los tiempos en los que regia el principio de ‘no injerencia’ en los asuntos internos de los Estados. Era la regla básica (por no decir única) del derecho internacional. Sobre esa base se fundaron las Naciones Unidas. Pero nos han vendido una filosofía presuntamente defensora de los derechos humanos (la misma que ha convertido invasiones y bombardeos en ‘misiones humanitarias’) con la que se han cargado la soberanía de las naciones. ¿Cuáles son ahora los ‘sujetos’ de las relaciones internacionales? ¿Quizás los individuos? Pero si los ‘individuos’ se desgañitan con un hilo de voz y nadie los escucha. Por eso no entiendo la persistente retórica del ‘tenemos lo que nos merecemos’.
La filosofía de los mercados –el poder real del sistema– y del Imperio –el brazo armado— es la de los derechos humanos: igualdad entre las razas, derechos de las mujeres, protección de las minorías… Pero son principios que se quieren llevar solo a los sitios donde el poder aplica los focos. “Ahí está el transgresor… ¡todos a por él!”… Y todos nos agitamos, compungidos y con repentina solidaridad con los perseguidos y masacrados. Por ejemplo, en Siria.
Para entendernos: el presidente Asad es un miserable asesino. Como lo fue Gadafi. Pero han sido atacados desde oposiciones crecidas al amparo de ‘ayudas’ europeas y norteamericanas. Armas, euros y dólares, enorme campaña internacional de ‘destrucción masiva’ de la imagen de los atacados. Una gran limpieza de ‘dictadores’, derribándolos y asesinándolos, con inyecciones de dinero y armamento para ejércitos improvisados que se lanzan contra sus gobiernos: vidas segadas por la combinación de los tiranos gobernantes y el estímulo del poder mundial empujando a esas masas resistentes a luchar hasta la muerte. Desgastan a los dictadores a base de acumular cadáveres de luchadores nacidos de ideales que naufragarán tras la presunta ‘victoria’, cuando la CIA o los mercenarios completen el trabajo sucio.
El ‘mecanismo’ empleado por el poder se parece mucho al que utilizó para el control económico del mundo: el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio ‘ayudas’ imponiendo unas líneas económicas rígidas que sumieron a los pueblos ‘ayudados’ en situaciones cada vez más trágicas. Las normas solo debían ser cumplidas por las naciones del Tercer Mundo, hundidas por el poder económico mundial, que las ‘rescataba’ si cumplían condiciones cada vez más siniestras.
El condicionamiento político funciona de modo similar. Solo los ‘condenados’ por el poder mundial son atacados. Pero los que ejercen el poder ignoran totalmente sus propias normas. Los países que desmantelan los medios de defensa de su soberanía caen totalmente en las garras de los mercados, como le está ocurriendo ahora a tantas naciones europeas. Y la filosofía de los derechos humanos se impone, del mismo modo, a los que sufren el anatema del Sistema (Gadafi o Asad, por ejemplo) pero no las respeta Estados Unidos (ni sus protegidos, como Israel), con sus cárceles secretas, sus métodos de tortura sistemática y asesinatos programados a manos de la CIA, de ejércitos paralelos de mercenarios y de aviones sin tripulantes… Tampoco hay ‘derechos humanos’ cuando las improvisadas rebeldías se acercan al poder. Ni los hay cuando avanzan los nuevos poderes que intrigan y van desbancando a las revoluciones populares en Egipto, Túnez, Bahrein, Yemen…. Ni en los ‘baluartes’ del poder pro occidental como Arabia Saudí.
Un calco: condiciones económicas para los dominados y manos libres al poder dominante; condiciones políticas para los que no se someten y manos libres al poder para que lance al choque a los pueblos para restablecer el control imperial. Se ha perdido la soberanía de las naciones, base de un orden mundial más justo, y en cada nación se aplasta la soberanía de los pueblos. Disculpemos las molestias, o ‘daños colaterales’, como el hundimiento de la democracia.