El bueno de Obama. Primero, por ser negro, que por lo visto ya es una señal de bondad. Después por ser demócrata, que es un adjetivo ambiguo y que semánticamente está emparentado con ‘republicano’ pero políticamente (para uso interno norteamericano) marca una tradición casi opuesta. No hay que olvidar que en Estados Unidos también rige –quizás más que en ningún lado y quizás hasta como modelo que se contagió a Europa- el principio de similitud esencial entre las fuerzas políticas que se turnan en el poder (o mejor dicho: se turnan en el gobierno y siempre comparten el poder).
En tercer lugar, Obama es bueno por si mismo: por haber querido reformar la sanidad (aunque no lo logró del todo) y por abrir paso a una política internacional menos prepotente, buscando atajos para presentar su gestión como una ‘recuperación’ de principios y una reivindicación de los derechos humanos.
El bueno de Obama no ha sido un radical ‘pantera negra’ pero tampoco un sumiso Tío Tom. No se ha convertido en un émulo de Luther King pero tampoco perdió del todo su pátina inicial y su imagen sigue siendo, básicamente, esa: la de tres veces bueno.
Es duro, pues (pienso en algunos encendidos admiradores de Obama, incluso periodistas de esos a los que les gusta crear mitos y encuentran lectores ávidos de lo mismo) señalarlo como un asesino en serie.
La guerra de Obama es una guerra secreta. En lugar de seguir la senda de su antecesor, George Bush (jr.), puesta al descubierto en las atrocidades de Guantánamo, en las cárceles secretas de la CIA, en las torturas como sistema, Obama se guió por el ‘modelo israelí’ y se puso a aplicar la técnica de los ‘asesinatos selectivos’.
Bush apelaba ya a los aviones sin tripulación, los ‘drones’, para asesinar a presuntos terroristas, pero Obama en solo tres años ya aprobó cinco veces mas de estas misiones asesinas (un total de 268).
Quiere la ‘mala suerte’ que en muchas ocasiones estas maravillas de la tecnología no acierten con sus crímenes ‘preventivos’: solo en Pakistán (según publicó ‘The Guardian’) se calcula que los ‘drones’ han matado unas 3.000 personas, de las cuales al menos 1.000 eran civiles.
De modo que Obama digamos que se ha ‘especializado’ en estos crímenes en serie. Un equipo le entrega dossiers con las propuestas de asesinatos ‘selectivos’ y Obama, estudiando los expedientes, pone su dedo sobre el expediente al que da via libre: los ‘drones’ dispararán sobre una persona o un grupo de personas –a veces decenas o centenares, frecuentemente civiles- y habrá que imaginar que estos muertos habrán sido de Al Queda o estarán vinculados a algún tipo de actividad terrorista o al menos serán islamitas ‘fanáticos’ o que –ya por señalarles ‘algo’- serán fervientemente antinorteamericanos. Asesinados. Con absoluta impunidad. ¿Cuál ha sido la ley aplicada? El dedo de Obama.
Con su solo dedo Obama suprime incluso las brigadas de carceleros y torturadores de Guantánamo o de Abu Grahib… El sublime dedo del emperador es la ley.
Este ha sido el ‘progreso’ que va de Bush a Obama. Los ‘drones’ constituyen en realidad un nuevo recurso militar, de alta tecnología. El año pasado fueron entrenados más operadores de ‘drones’ que pilotos de aviones militares. Ellos se sientan al comando de sus coloridas pantallas y desde allí guían a estos asesinos robotizados.
Este pequeño pero tan poderoso apéndice de las fuerzas armadas del imperio es un ejército paralelo controlado directamente por la CIA. Bien puede decirse que el bueno de Obama ha decretado ‘el fin de toda ley’ y ha despojado a la realidad de cualquier atisbo de derechos humanos. En esta nueva guerra ‘preventiva’ el imperio renuncia a cualquier principio. ¿Cuál es la diferencia entre Obama y Bush? En última instancia, que Obama se ampara en una guerra que ha logrado mantener hasta cierto punto en secreto (y que la opinión pública norteamericana no ve con malos ojos). ‘The New York Times’ ha dicho que los drones han reemplazado a Guantánamo. Pero son algo mucho peor: de Guantánamo hay supervivientes… de los drones no solo no los hay sino que muere un enorme porcentaje de ‘inocentes’ por cada ‘culpable’… ¿Culpable? La ‘dedocracia’ no sirve ya solo para los nombramientos arbitrarios: sirve también para los asesinatos impunes.