Cuando se habla de África el pensamiento único nos tiene preparada una explicación sencilla. Parece que allí, en medio de una desintegración de las instituciones políticas y un desastre económico total, pululan pueblos resignados a un destino trágico: la agonía de un futuro que oscila entre la amenaza del hambre y la de la sed. Pero los que se acercan a estudiar esa realidad nos dan una estampa algo diferente: “lejos de la reincidente y moribunda fotografía del hambre, la guerra y la miseria, así como del clásico estereotipo del africano salvaje, pasivo y dependiente de la caridad internacional, África y las sociedades africanas son ante todo un hervidero de vida, movimiento, capacidad de respuesta e iniciativas, que pasan inadvertidas e invisibles a los ojos de la historia moderna”. Lo dice Oscar Mateos Martín (‘Africa, el continente maltratado’).
‘Inadvertidas e invisibles a los ojos de la historia moderna’. Creo que igual me ha pasado cuando dedicaba dos capítulos de mi libro ‘Un planeta a la deriva’ a lo que bauticé como ‘La aniquilación de la periferia’. Proponía entonces una forma de ver la historia rompiendo con lo que nos vienen imponiendo: llamemos a las cosas por su nombre y comencemos por denunciar la presunta ‘descolonización’ de mediados del Siglo XX como un proceso de ‘recolonización’ y asumamos esa aniquilación de ‘los suburbios del mundo’ como un efecto brutal y directo de un esquema de dominación del planeta entero.
¿Por qué quieren resaltar la aparente resignación de la gente de África? Veo casi a diario cómo muchas personas subrayan que nosotros –la población sin poder—tenemos en realidad el poder y no lo sabemos: podríamos enviar de un plumazo a los políticos a sus trabajos anteriores, si es que hacían algo… Podemos rebelarnos, podemos resistir… pero no podemos quitarnos de encima a los que ejercen el poder solo por creernos las proclamas de la ‘democracia liberal’. Es una pura ilusión, una simplificación suicida, que podamos darle la vuelta a la tortilla solo con ponernos de acuerdo entre nosotros.
Las guerras de África… ¿qué son, entonces? Oscar Mateos Martín lo resume así: “Participación de una variedad y multiplicidad de actores extraordinaria, que comprende desde gobiernos, Fuerzas Armadas y grupos armados de oposición hasta paramilitares, milicias, señores de la guerra, bandas criminales organizadas, fuerzas policiales, mercenarios, ejércitos privados de seguridad o sicarios (…) también es determinante el papel de las transnacionales con intereses en un determinado contexto, los traficantes de armas, las diásporas, las fuerzas de mantenimiento de la paz de organizaciones regionales o internacionales, las organizaciones humanitarias (…), los medios de comunicación, los diplomáticos y mediadores internacionales “ Esta procesión es lo que ha llevado a visualizar estas guerras como una auténtica “telaraña”…
El pensamiento único completa la ‘fotografía de la muerte’ –que, ingenuamente, reproducimos una y otra vez—con la nueva gran consigna: “Vamos a por los genocidas africanos”. Algunos lo hacen con la mejor intención del mundo, como seguramente es el caso de George Clooney; otros con algo más de ‘picardía’, como Jasón Russell, quien hace unos días fue detenido por pasearse desnudo y, al parecer, masturbándose, por las calles de San Diego… Con un enfoque entre paternalista y comercial, Russell dice que consigue, con esos métodos tan atípicos, que “millones de personas en el planeta conozcan la existencia de Kony…” Kony se dedicaba a reclutar niños para convertirlos en soldados y secuestrar a las niñas para obligarlas a ser ‘esclavas sexuales’. De más está decir que Kony no es un caso único. Supongo que todo está preparándose para llevarlo a algunos de esos tribunales internacionales especializados en ‘pequeños’ genocidas.
Ese es el gran escenario que nos presentan: África es un territorio de pueblos hambrientos –algo real– pasivos y resignados –algo falso- donde dominan tiranuelos sanguinarios y violadores –algo real—que se hacen dueños de las riquezas naturales –algo falso-. En el final está la gran trampa. La misteriosa, envolvente y feroz ‘tela de araña’ responde a unos intereses muy concretos. En África rige el caos, es verdad, porque en sus encharcadas aguas los auténticos saqueadores –las multinacionales– se mueven con enorme soltura y quitan y ponen ‘Konys’ según convenga. Quienes dedican su vida a perseguir a ‘los Konys’, sean bienvenidos. Pero lo que necesitamos es destronar a las multinacionales y a los gobiernos, ejércitos, mercenarios y espías que trabajan para ellas.