Algo se mueve bajo nuestros pies. Mientras la desgracia golpea a Japón, un impresionante movimiento ‘sísmico’ ha puesto patas arriba a la sociedad en Islandia. Tan terrible ha sido este terremoto social para la estructura del sistema que los dueños del poder han reaccionado con una improvisada operación de pinzas: de una parte, no informar nada; de otra parte, presionar con su inmenso poder para torcer el rumbo de Islandia. Lo de ‘no informar nada’ no es un eufemismo: es como aquel ‘silencio de radios’ –hasta la radio dejaba de funcionar, para no dar señales de vida- de los submarinos durante la II Guerra Mundial cuando pasaban bajo un barco de guerra enemigo.
Los inversores extranjeros quieren que ‘alguien’ les devuelva su dinero (aunque sabían a qué se exponían: eran fondos muy rentables y de alto riesgo…) y los ciudadanos islandeses ya han dicho -en referéndum y por más del 93% de los votos- que ellos no pueden hipotecar sus vidas por muchos años para tapar los grandes agujeros dejados por sus banqueros. Pero habrá que ver si son capaces de repetir su ‘no’ el próximo 9 de abril, en un nuevo referéndum, acosados ahora por el temor a no poder ‘entrar’ en Europa y el consiguiente riesgo de aislamiento. O sea: el mismo truco de ‘los mercados’, los ‘asustapueblos’ empleados en España y en Portugal. Además del seísmo de Islandia están las rebeliones árabes, que también reivindican el discurso de la democracia. Pero ahora están surgiendo ‘réplicas’ de estas movidas en la propia metrópolis. De repente, la gente se agita y resulta que los que clamábamos contra la impostura ‘democrática’ y el manejo real del poder por los dueños del sistema (los banqueros, las multinacionales, la casta político-sindical) nos encontramos con riadas de gente que piensa algo parecido. De repente, una ‘inmensa minoría’ desconfía de la mercancía caducada que encuentra en todos los escaparates políticos. La agitación comienza en Internet y la impulsan más que nada los jóvenes, que se consideran generacionalmente estafados; pero encuentran rostros cabreados entre menos jóvenes, maduros y ancianos; aunque también rostros sonrientes, como los de un reencuentro. “Yo tengo tantos hermanos/que no los puedo contar –cantaba Atahualpa Yupanqui hace más de medio siglo- /y una novia muy hermosa/que se llama libertad”.
Algunos se apuntan a ‘pontedepie’, una plataforma que apela a la dignidad; otros prefieren el rotundo ‘nolesvotes’, que está empezando a preocupar a los que se reparten los votos (en Portugal hace unas pocas semanas hubo una abstención del 53%); un grupo titulado ‘democraciarealya’ está convocando a la gente a una demostración masiva para una semana antes de las elecciones del 22 de mayo, denunciando lo que considera una farsa electoral. Quizás el grupo que está creciendo más es el que ha elegido un lema difuso pero atrayente: ‘estadodemalestar’. En Madrid, en Barcelona, en Sevilla, en Málaga, en todas las ciudades españolas ya se ha fundado un ‘estadodemalestar en…’
Sí que han nacido al calor de las redes sociales. Pero confirman que hay que dejar de jugar a que la realidad ‘virtual’ ha reemplazado a la realidad misma. Se utiliza la poderosa herramienta de comunicación que es Internet (el imperio está buscando su gran invento: un botón que apague la red con un solo ‘click’) pero para convocar al encuentro en las calles, en las plazas.
El imperio tiene tiempo y dinero para todo. Ahora mismo su interés fundamental es que nos creamos que las rebeliones árabes se han hecho para llevarse por delante a Gadaffi y no para democratizar todo el mundo árabe, incluyendo a los reyes y reyezuelos de Asia Menor, los guardianes del petróleo. Algo se está chamuscando en el asador imperial: la catástrofe en Japón está fastidiando el estreno, en 3D, de la película ‘La energía nuclear nos dará el nuevo negocio gigante’; y las rebeliones árabes no dan tiempo siquiera a anunciar la superproducción ‘Siempre estaremos junto a los pozos y …¡no nos moverán!’.
Señor Horacio, ¿Son éstas, buenas noticias?
Un saludo, y gracias.