Da un poco de vergüenza ajena cuando se observa a los grandes medios de comunicación, que con tanta soltura y unanimidad se han puesto ‘del lado de la gente’. Todos comienzan por declararse partidarios entusiastas de estas rebeliones y por adjudicarles una pura vocación por la libertad y la democracia. A continuación se señalan todas las maldades y crueldades del dictador que corresponda en cada caso y se subraya que en estas cosas no tiene nada que ver el terrorismo internacional de Al Keda ni hay mayor protagonismo de los siempre peligrosos islamistas. Todos, repentinamente, han pasado de la teoría de que los pueblos árabes no estaban preparados para la democracia a la tesis de que en realidad nos pueden impartir lecciones a nosotros por su alto nivel de heroicidad que nuestras maduras sociedades no son capaces de encarnar… La impresionante cantidad de muertos, las decenas de miles –o centenares de miles- de refugiados, son datos que se absorben con cierta frialdad: son la ‘cuenta de resultados’ de tanta heroicidad, por un lado, y de tan monstruosa crueldad, por el otro. Y si a estos héroes se les ocurre cruzar el Mediterráneo, como sigue pasando, y no mueren (sin heroicidad) en el camino, los apaleamos y los encerramos (aunque es bien cierto que no los ametrallamos). Hay incluso una fuerte oleada de autocrítica: resulta que Occidente ha sido cómplice de estos tiranos. Y hasta parece que se hubiera dejado ‘comprar’ por Gadafi, poderoso inversor en prácticamente todas las economías europeas y aún en Estados Unidos. Hay una fuerte veta ‘intervencionista’, sobre todo en materia económica y uno se pregunta si tanta celeridad para congelar cuentas, depósitos y carteras de acciones no tendrá la muy ‘legítima’ intención de distraer hacia empresas de la gran metrópolis esos enormes y malhabidos fondos acumulados por Gadafi a orillas del desierto. Históricamente, la única diferencia entre Gadafi y Ben Alí o Mubarak está en que el libio ha sido líder de una revolución que intentó hacer de Libia un Estado en medio de una medieval estructura de tribus. Mubarak y Alí, en cambio, fueron desangelados continuadores de los fundadores del Túnez y el Egipto modernos, Habib Bourguiba y Gamal Abdel Nasser, respectivamente. A la hora de la corrupción y a la hora de la represión estas diferencias, obviamente, no cuentan.
Pero lo que no deberían colarnos son esas explicaciones en parte exculpatorias para los gobiernos occidentales. Porque, tras esa fuerte autocrítica, lo que se está eludiendo es que existe una estructura de poder mundial, creada por Occidente en su propio beneficio, que no es ‘cómplice’ de estos sanguinarios tiranos sino que es al revés: aquí, en Europa, y sobre todo en Estados Unidos, están los jefes, los ‘Don Corleone’ del impresionante y bien protegido ‘negocio global’ y los tiranos y tiranuelos del tercer mundo son puestos y defenestrados por los capos de mafia.
Ellos son nuestros cómplices y no nosotros los cómplices de ellos. Hay incluso quienes, siendo críticos con el sistema, caen en esa confusión y no les parece correcto acusar a nuestros Berlusconi, nuestras Merkel, nuestros Sarkozy, y hasta nuestros mismísimos Hillary Clinton y Barack Obama, de ser los capos de mafia. Pero lo son. Ya sé que entre Bush y Obama hay una distancia considerable. Pero entre Estados Unidos y Estados Unidos no hay distancia ni para introducir un cabello mojado en aceite. Y si quieren confirmarlo estén atentos a las movidas en las monarquías y sultanatos de Asia Menor y a las de Irak, donde –¿se acuerdan?- los norteamericanos pusieron y siguen protegiendo a un señor Maliki de quien se sabe que tiene una fuerte inclinación a corromperse… pero que resulta un fiel aliado. Pregunta ingenua: si las masas populares iraquíes se hartan de este señor y quieren tener también su cuota de libertad y democracia… ¿qué harán los 50.000 soldados estadounidenses que quedaron allí como ‘retén’, acompañados de 7.000 mercenarios asesinos que Obama también dejó por esos pagos y que no tienen ninguna relación con los mercenarios asesinos de Gadafi?
Señor Horacio, está claro que el mundo es una mierda, pero a su vez hay mucha gente buena y, nosotros debemos mantenernos, fuertes, a su lado para que el mundo, con nuestro granito de arena, sea algo mejor de lo que sería sin nosotros, ¿No?
Aunque a veces me pregunto, si nosotros no estamos también entre los malos, y debiéramos hacer un esfuerzo para cambiar de bando.
Un saludo, y muchas gracias.