Algunas asociaciones privadas de Estados Unidos hicieron sus primeros pinitos colaborando con movimientos presuntamente pro democráticos en Irán, para agitar la campaña para las elecciones de junio del pasado año, colaboración que se estableció principalmente a través de Internet y abarcó consejos que podían constituir un auténtico ‘manual del guerrillero urbano’. El presidente Ahmadineyad logró más del 63% de los votos, tras una participación electoral record, superior al 80%. Para Estados Unidos fue una experiencia importante: el brazo del imperio tanteó la resistencia de uno de los pocos gobiernos del planeta que suele resistir sus presiones.
Mediante el uso sistemático de los medios de comunicación, en el mundo entero quedó la sensación de que Ahmadineyad había triunfado en virtud de un gigantesco fraude. Poco pudo lograr el gobierno de Irán para contrarrestarlo, pese a que nadie puso en tela de juicio el abultado triunfo del candidato oficialista, sino únicamente la cifra del diferencial de votos entre uno y otro candidato. Pero lo principal para Washington fue comprobar que, sin volcar el peso del gobierno, lograba movilizar a centenares de miles de personas en una hipotética ‘revolución verde’, que después se apagó bastante rápidamente.
No parece que la insurrección popular en Túnez, apenas iniciado el nuevo año, tenga mucho que ver con aquel intento de manipular la política interna iraní. En el país más laico del mundo árabe/musulmán, los 23 años de dictadura de Ben Alí desembocaron en dos situaciones que la hicieron insostenible: la impresionante corrupción de la mafia capitaneada por la mujer del tirano y el encarecimiento brutal de varios alimentos. Alí, un fichaje de la Internacional Socialista, que gozaba de muy buenas relaciones con el líder libio Muhamar Gaddafi, se quedó repentinamente huérfano. Cuando se produce un estallido popular en cualquier lugar del planeta los intereses imperiales entran en fase de riesgo. Como suele ocurrir ante las catástrofes naturales, lo primero que se hace es poner a buen recaudo lo que se ha salvado y evaluar los daños. Eso hizo USA en Túnez y por eso el mismo primer ministro de Alí (pese a sus 10 en el cargo lo presentan como ‘honrado’), Mohamed Ghanuchi, ha sentado a la mesa al partido religioso ‘En Nahda’, cuyo jefe, su homónimo Rachid Ghanuchi, ha dejado bien claro que en Túnez ‘lo más difícil está por hacer’.
Occidente proclamó rápidamente que la insurrección de Túnez era una especie de pistoletazo de salida para una seguidilla de estallidos. Tal vez procuraban que cualquier otra movilización popular se tomara con naturalidad y se contabilizara como un puro contagio. Pero la movida no se extendió tanto como lo anunciaron: hasta ahora, el único sitio donde pegó con fuerza fue Egipto, quizás –junto con Arabia Saudí- el punto más estratégico para Estados Unidos. Allí se mandó rápida y descaradamente a un emisario, Frank Wisner, que tardó poco en meter la pata: quiso adjudicarle al mismísimo Mubarak, ya destronado por las masas, un papel en la transición. A las pocas horas la mismísima Hillary Clinton lo desmintió. Pero no es que el hombre fuera demasiado torpe sino que la realidad iba demasiado acelerada.
¿Qué hacer en Egipto? Allí los ‘Hermanos musulmanes’, ferozmente reprimidos en la larga etapa Mubarak, tienen un peso considerable. Y están actuando con mucho sigilo, sin buscar un protagonismo que de momento les podría dejar fuera de juego.
El imperio también está actuando con pies de plomo. Porque, cualquiera sea el modo de manejar la transición egipcia, hay que dar por seguro que se romperá el pacto con Israel. Solo entonces Tel Aviv empezará a comprender que ha desperdiciado un largo periodo de fronteras seguras (presentándose siempre como la víctima amenazada), en el que pudieron haber consolidado una política de convivencia con sus vecinos.
Señor Horacio, no entiendo como alguien puede llegar a saber tanto de estos (negros) asuntos que usted tan bien nos cuenta y, que a mí tan extraños y lejanos (pese a su cercanía, no sólo física) me resultan.
Un saludo y muchas gracias por la información (aunque no sé hasta qué punto es útil, ni si podría sacarle partido)
Estimado señor Holden: Le agradezco el cumplido. El conocimiento de los temas tiene que ver con mis 55 años haciendo periodismo y los mismos (con algunos más porque este interés en mí fue muy precoz) preocupado por los problemas políticos del mundo. A eso quizás haya que añadirle que mirar la realidad sin anteojeras ideológicas (lo cual no quiere decir que no tome partido, sino que intento verla sin deformaciones) es algo que ayuda mucho a conocerla mejor. En cuanto a ‘sacarle partido’ ya es otra cuestión. Podría decirle que yo le he sacado muy poco partido a esta dedicación pero, como lo hago por vocación, tampoco es algo que me preocupe demasiado. Un saludo.