Mientras WikiLeaks cae exactamente como una llovizna suave, que lo empapa todo pero que nos permite seguir andando como si no nos mojara…Mientras Estados Unidos teje una trama que seguramente apelará a cualquier trampa para cazar a Assange, con la ley a favor, en contra o de lado (justamente, los papeles de WikiLeaks muestran crudamente que da lo mismo)… Mientras Assange deja ver su escepticismo, estoicamente angustiado (o eso solo nos lo imaginamos) frente a un sistema que no tiene alma ni límites morales…Mientras alimenta (sospechamos) la esperanza de que que sobreviva un resto de honradez en medio de toda la basura ‘ideológica’ que nos venden y pensando que de esa minúscula chispa puede depender su salvación…
(Dejemos a ese ‘mientras…’ todavía pendiente). Las inmoralidades constantes del sistema, en el mundo y en cada país –en Irak, en Afganistán, en Chechenia, en Gaza, en el Sahara- tienen su contrapartida, a pequeña y miserable escala, en las inmoralidades consentidas del mundo de lo frívolo, habitado por payasos sin gracia. Ejemplo: uno de esos oficiantes de periodistas de Telecinco confesó, sin vergüenza, que el señor Rodríguez Meléndez –presunto prófugo de delitos ya no presuntos- le había impuesto el veto a otro abogado, prohibiendo que compartiera plató con él, y justificó que la cadena de TV cediera ante el chantaje, no porque estuviera en juego la suerte de España o quizás una vida humana sino, simplemente, porque el programa hubiera sufrido una baja. Lo dijo así: “Si no aceptábamos, nos hubiéramos quedado…cantando villancicos”. La frase, la excusa, la inmoralidad reinante, me trajo a la memoria a esos cronistas deportivos que, cuando el defensor lanza una patada asesina al delantero que se mete ‘en su terreno’, comentan: “No tenía más remedio… se le escapaba”.
A imagen y semejanza de estas pequeñas anécdotas, funciona el sistema como realidad global. Con esa hipocresía absoluta en las proclamas y con ese cinismo absoluto en las confesiones. Aquel ‘no tenía más remedio’ viene a decir que el deportista puede renunciar a su propia vocación, a su razón de ser deportiva, convirtiéndose en verdugo de un compañero que se está ganando la vida (millón más, millón menos) del mismo modo que él. Y quedarse en la terrible situación de ‘cantar villancicos’ supone dimitir, aunque sea por un rato, de esa especie de ‘sagrada misión’ de revolver la mierda de una microsociedad que por ahora no representa al conjunto de la sociedad pero que pugna por contagiarnos a todos.
Recojamos ahora aquel ‘mientras…’ que había quedado en suspenso. Mientras WikiLeaks llueve sobre el mundo, la crisis parece instalada para siempre entre nosotros y hasta con cierto desafiante aire orgulloso. Palos y recortes por todos lados para las mismas víctimas, que somos todos, y premios y ‘ayudas’ para quienes la provocaron y siguen usufructuándola. Un politólogo, Sami Nair, nos ha ofrecido en estos días una explicación. Vino a decir que todo este ‘crash’ que nos aplasta nació de esta contradicción: querer agrandar hacia el infinito la bola de nieve del consumo con salarios cada vez más bajos, para alimentar los negocios más estupendos… como esta ecuación resultaba imposible (salarios reduciéndose, consumo creciendo) hubo que inyectar créditos, generando una creciente deuda… Incidiendo en una cuestión que varias veces hemos comentado (que absolutamente todas las naciones están endeudadas), añade Nair: “Es por eso que estos últimos 30 años han sido los de uno de los más apabullantes endeudamientos de la historia del capitalismo”. Solución, al menos en el plano teórico: reducir el consumo y aumentar los salarios… “Pero los mercados no quieren y los Estados son impotentes –cierra Nair su análisis- ¿Hasta que la calle se haga oir con brutalidad?”