Hace algún tiempo se viene denunciando que la saturación de información produce efectos adormecedores. Informar se convierte en lo opuesto a ‘formar’: la realidad termina por esconderse detrás de tanta ‘noticia’ verdadera o falsa, inflada o desinflada, dramatizada o caricaturizada. La saturación es una herramienta más de la manipulación. Pero en estos días hemos visto que la web ‘WikiLeaks’, del australiano Julian Assange, la enemiga frontal de los secretos, la que denunciaba la clandestinidad del poder (valga la aparente contradicción, que no lo es), el gran cofre donde todo el mundo puede echar un óbolo o una gran donación de documentos ‘confidenciales’ … cayó en la trampa de la saturación. En vez de emprenderla a mazazos contra los intereses turbios y las falsedades de diseño, la web ha soltado una enorme lluvia de cotilleos. Que los funcionarios y espías norteamericanos comenten las manías de Gadaffi o las perversiones de Berlusconi … se convierte en una lluvia de excelentes titulares para los medios de comunicación más serios (o más acartonados) del mundo. Así, aunque arremeta contra el ‘top secret’, ‘WikiLeaks’ resulta un nuevo aliado de la frivolización de la realidad. Es una nueva gran batería pero que dispara sus andanadas sobre el mismo blanco elegido por el sistema: nosotros, desarmados sujetos receptores de real o supuesta ‘información’. Y yo, que me enorgullecía de entrar en el siglo XXI sin caer en el fetichismo de los mitos pero que ya confesé que Assange tal vez podía montarse en el podio vacío de mis ídolos, ya lo estoy apeando.
Como al escribir estas líneas todavía no se jugó ese partido de futbol que parece de tenis (ya no son 11 contra 11 sino 1 contra 1: Cristiano y Messi) puedo comentar algo de las elecciones catalanas sin que se interprete en clave de balónpie.
Llama poderosamente la atención que los enemigos más feroces del nacionalismo estén saludando con enardecido entusiasmo el triunfo de Convergencia y Unión. Toda la política catalana se ha teñido de un nacionalismo desbordado, que se ha metido dentro de las distintas fuerzas políticas: los del ‘tripartito’, inventores (con la ayuda de Zapatero) de un ‘estatut’ que ahora a todo el mundo le parece poco, y que son los perdedores; CIU, que ha logrado una holgada victoria (aunque le faltan 6 diputados para la mayoría absoluta); y Laporta, que logró nada menos que 4 diputados y fundó la primera fuerza ‘abertzale’ catalana… sumen y verán que son 114 de los 135 diputados. En ‘la otra orilla’, por supuesto que el PP, casi con el monopolio del ‘españolismo’, algo tenía que crecer: ahora tiene 18 diputados; y Ciutadans, que conservó sus 3 diputados. El partido antinacionalista de Rosa Díez, que se estrenó en Cataluña, no obtuvo ningún escaño (0,17% de votos) ¡Cuántos nacionalistas! Y Artur Mas lo tiene claro: quiere un concierto económico parecido al de los vascos; o sea, que Cataluña y el País Vasco consoliden sus privilegios sobre el resto de las regiones. ¿Qué festejan los medios de comunicación ‘españolistas’?
Hace mucho tiempo que pienso –y alguna vez lo escribí- que la transición y la Constitución del 78 fueron la ‘traducción’ al nuevo sistema del esquema vigente durante el franquismo: las burguesías catalana y vasca eran el núcleo duro y en esas regiones, culturalmente reprimidas, residía el poder económico. Seguimos en lo mismo: esta es otra vuelta de tuerca. Alimentada por la torpeza y la ambición corta de miras de Zapatero, Cataluña se desborda. Los enemigos de Zapatero –otra ambición corta de miras- se alegran simplemente por eso, pero al mismo tiempo rezan para que se imponga lo que ellos llaman ‘el sentido práctico’ de Artur Mas, que consistiría en aplacar los ánimos y pactar con el PP. Como dijo un entristecido militante socialista tras el escrutinio: “Bueno, mañana Más”. Será más de lo mismo.
Como siempre, Horacio, esclareciendo el camino. Gracias, amigo. Tú, con otros ilustres periodistas, como Tomás Mayoral o el joven Lucas Martín, como José María de Loma o como tantos otros más que sería larga lista imposible de resumir, me sois maestros. ¡Y para qué decir del maestro de maestros que es Manuel Alcántara!
Un abrazo, y que las próximas elecciones aclaren un poco el oscuro panorama español, que falta nos hace.