La editorial Ladenfeld, responsable de la mundialmente conocida como ‘la novela explosiva’, ha revelado ayer una serie de detalles que no se habían podido conocer hasta ahora una vez que se aseguraron de que las autoridades les permitirán distribuir nuevos ejemplares de la obra. El hecho de que la fuerza explosiva del libro no sea una figura metafórica sino una realidad que acabó con la vida del primer lector de la novela ha provocado una densa cortina de silencio, tan espesa que se ignoraba incluso el título de la obra y el nombre de su autor.
La autorización de la distribución del libro permitió levantar en parte el velo que cubría casi toda la información básica sobre la cuestión, comenzando por los datos del autor, Stig Pérez, de apenas 14 años, tan precoz como escritor como con sus habilidades de químico aficionado.
Las autoridades admitieron que la novela pueda venderse al público en librerías (curiosamente, también en tiendas de ‘chascos’), siempre que lleve una advertencia en una tipografía de gran tamaño, en la portada, en la contraportada y en una faja que debe contener al libro, a modo de precinto. La leyenda, que fue largamente negociada, finalmente dirá: “No siga más allá de la página 51, porque puede tener consecuencias fatales para usted”. Este texto, negociado en principio para la Unión Europea, ha tenido sin embargo varios tropiezos porque la Comisaria para Asuntos Culturales y de Ocio Creativo de la UE, la italiana Graciela Velina Campofrío, ha llegado a este acuerdo sin consultar ni con sus colegas, los responsables de cultura y ocio de los países miembros, ni tampoco con la Comisaría de Control del Libertinaje, que para muchos debería ser la encargada de llevar esta negociación.
“Mucha tipografía gigante y mucho precinto, pero el aviso ni siquiera tiene la contundencia de los que llevan las cajetillas de tabaco y ello pese a que la amenaza es mucho más concreta… el tabaco mata lentamente pero esto te explota en las manos”, ha dicho indignado el ministro británico de Control del Libertinaje, un superministerio que reúne las competencias de otros varios departamentos a los que absorbió tras la última reorganización de reducción de gastos, la octava que se encara en ese país desde que estalló la crisis. La comisaria italiana negó trascendencia a esta crítica, señalando: “es que los ingleses lo único que han hecho toda la vida es poner pegas a los avances de Europa”. Y añadió: “esta novela, una vez superados los problemas legales lógicos, representa un nuevo paso en el sentido universalista y trascendente de la literatura”.
Durante la negociación del aviso destinado a los lectores, la editorial Ladenfeld amenazó con crear un problema jurídico grave a varias naciones europeas que pretendían juzgar a la empresa por la muerte del primer lector de la novela, bajo la acusación de ‘negligencia culposa’. Los editores informaron entonces que el autor es menor de edad y huérfano y añadieron que ellos no podían ser culpados porque ignoraban absolutamente las características explosivas del libro. Según afirman, el autor quiso revisar los ejemplares durante el proceso de impresión y al parecer fue entonces cuando introdujo la mezcla explosiva. La sospecha de que la editorial tenía que conocer el peligro que entrañaba la lectura del libro deriva de que se hayan distribuido solamente tres ejemplares, pero los responsables de Ladenfeld dicen que esa es, justamente, la prueba de que paralizaron la distribución apenas tuvieron noticias de la explosión. Pero las dudas persisten y alimentan la polémica ya que la editorial no exhibió el resto de los ejemplares, como se le pidió, argumentando que los habían destruido como medida de precaución.
Por cierto: como queda dicho, Ladenfeld ha dado a conocer también el título de la obra, “La manzana podrida”. En la nota de prensa en la que se relatan las condiciones que se negociaron para poder distribuir la novela y se ofrecen por primera vez el título de la obra y algunos datos –muy pocos, por cierto- sobre el autor, se incluyen también unas breves declaraciones de éste, quien de momento sigue en paradero desconocido, totalmente fuera del alcance de los periodistas. Ha dicho Pérez, desmintiendo toda posible conexión entre su novela y las organizaciones y movimientos terroristas: “Yo sólo he intentado recuperar para la literatura la capacidad de movilizar consciencias y de cambiar el mundo… Con mi obra pretendo demostrar que la creatividad no tiene límites”. Añade la nota de prensa que el autor fue interrogado (no se sabe por quién) sobre las funestas consecuencias de su actitud, a lo que contestó: “La literatura es tan importante que vale más que unas cuantas vidas”.
La nota de prensa consigna, por último, que el acuerdo con las autoridades de la Unión Europea permitirá distribuir una tirada en inglés de 50.000 ejemplares, pero añadiendo que está todo dispuesto para duplicarla en pocos días. La primera media docena de traducciones está en marcha.
Hábilmente, la nueva edición añade unas pocas páginas consideradas de relleno, de modo que el lector pueda sortear la explosiva página 52 y seguir adelante, aunque no está confirmado que sea posible realizar esta maniobra sin que el libro estalle. La novela tiene ahora un total de 62 páginas.
Vuelve a editarse la ‘novela explosiva’ (III)
27
Jun
Imagino que esa Editorial será una sucursal de Bin Laden. ¡Cuidado con los extremos! Yo, de los extremos, sólo me fiaría a estas alturas de Gaínza, Gento, Garrincha, (aunque este último era algo juerguista, pero gran pelotero, Vive Dios), y como mucho, añadiría uno por la derecha como Amancio. No Prada, sino el del Real Madrid: hablamos de extremos en clave futbolera, claro es. Si no, ni los de la izquierda ni los de la derecha me van. Los extremos extremosos no van conmigo.
¡Menudo carrerón tiene por delante ese Stig Pérez! De ahora en adelante habrá que leer libros que no pasen de 50 páginas. Me temo.
¿Tienes algún ejemplar a mano? Tengo que hacer un regalo, y…
Si dispusiera usted de un ejemplar para mí o pudiese ayudarme a conseguirlo, se lo agradecería; yo también tengo que hacer un agradecido y cariñoso regalo y, seguro que no podría encontrar ninguno mejor. Ayúdeme señor Horacio, se lo ruego. Un saludo
A los lectores amigos les tengo que decir que, lamentablemente, no tengo ninguna relación personal con la editorial Ladenfeld. Me limito a reproducir la información -apócrifa- que me llega. Un saludo
Horacio